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Instrucciones para elegir en un picado (Alejandro Dolina - Argentina)


Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se disponen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos.

Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternativamente a sus futuros compañeros. Se supone que los más diestros son elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos.

Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances.

El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo.

A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada. Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector observó que las decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles.

En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades. Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.

El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán.

Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.

(extraído del libro "Crónicas del ángel gris")

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Cuando me retire, será otra cosa. Pedirán los autógrafos al pibe que marque goles. ¿Qué le van a pedir a un viejo boludo? Para entonces quiero vivir, dar todo a mis nenas, ir al fútbol, a la tribuna, al boxeo. Sabré ser Maradona.

(DIEGO MARADONA, días antes del comienzo del Mundial 1990)

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Estoy más sólo que Sanfilippo en el Día del Amigo.

(DIEGO MARADONA, en alusión al ex goleador argentino de San Lorenzo y Boca Juniors)

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Rattin... pobre muchacho. Por el amor de Dios, está haciendo campaña política; hizo la peor campaña en la historia de Boca, qué me viene a hablar a mí. Debe estar políticamente volcado a lo que pueda picotear. Hasta habló mal del viejo Conde (ex Presidente de Boca Juniors), que era más bueno que Lassie atada. Un tipo que pasa a la historia por pegar patadas de algo se tiene que agarrar.

(DIEGO MARADONA, en referencia a Antonio Rattin, ex jugador y técnico de Boca)

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He jugado el Barcelona-Real Madrid, pero el Boca-River es distinto. Es como que se me inflama el pecho. Es como dormir con Julia Roberts.

(DIEGO MARADONA, previo al superclásico del Clausura 2006)

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El problema no es porqué echan a los entrenadores. El problema es que no saben para qué los fichan.

(CÉSAR LUIS MENOTTI, técnico argentino)

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Los aficionados al fútbol y a los deportes son completamente idiotas, hasta el punto de que llevan a los campos de juego todas sus frustraciones e incapacidades. Son gente fracasada, desperdiciada.

(MUAMMAR AL-GADDAFI, ex presidente libio)

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El fútbol es tan sencillo… No comprendo por qué los entrenadores lo hacen tan difícil con sus charlas.

(JIMMY HASSELBAINK, jugador holandés)

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Yo no soy campeón del mundo.

(RICARDO ENRIQUE BOCHINI después del Mundial de 1986, en el cual jugó unos pocos minutos frente a Bélgica)

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No hay técnico en el mundo que pueda hacer un equipo ganador sin buenos jugadores.

(Norberto “Tucho” Méndez, ex futbolista de Huracán, Racing y la Selección Argentina en la década del 40)

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Hay tanta política en el fútbol que no creo que Henry Kissinger hubiera durado ni 48 horas en el Manchester United.

(TOMMY DOCHERTY, ex entrenador del Chelsea)

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Tuve 14 amonestaciones esta temporada, ocho de ellas fueron mi culpa, pero siete pueden ser discutidas.

 (PAUL GASCOIGNE, ex futbolista inglés)

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No aceptaría a un homosexual en mi equipo.
(DANIEL PASSARELLA, técnico argentino -1995-).

Yo no me casaría con un homosexual, pero me dejaría operar del corazón por un homosexual. La decisión de Passarella me suena a macartismo y persecución ideológica.
(CÉSAR LUIS MENOTTI, entrenador argentino, tiempo después)

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Cuando dirigía al Mallorca, nos habíamos puesto de acuerdo con los pilotos que traían a los equipos visitantes a la isla para que los hicieran bailar antes de aterrizar. El mareo y el susto les duraba hasta el día del partido y nosotros lo aprovechábamos.

(JUAN CARLOS “Toto” LORENZO, recordado técnico argentino, contando acerca de su paso por el fútbol español)

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No sabía que había medalla para el segundo puesto.

(CARLOS BIANCHI, ex técnico de Boca Juniors, tras la derrota ante el Once Caldas en la final de la Copa Libertadores de 2004)

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El fútbol es un tacho de bosta que salpica a todos, en el que te discriminan, a mí, por ejemplo, me dicen borracho porque soy negro.

 (PEDRO MARCHETTA, técnico argentino)

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Y sobre el árbitro, división de opiniones: unos se acordaron de su madre y otros de su padre.

(JOSÉ MARÍA GARCÍA, periodista español)

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CULÉS - F.C. Barcelona (España)


El antiguo campo de juego de la calle Industria carecía de gradas y se llenaba de seguidores que se sentaban en los muros. Desde la calle se veían los traseros de la gente por lo que se les comenzó a denominar culés (cul significa culo en catalán).
En 1926 se mudaron al estadio de Les Corts con capacidad para 30.000 espectadores y finalmente en 1957 se inauguró el actual Camp Nou, pero ya nada pudo hacer desaparecer aquel mote.

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El orgullo de ser calamar (Eduardo Sacheri - Argentina)

Habían perdido. Habían perdido por robo. Estaban jugando el descuento, pero no había manera de remontar esa catástrofe. Las conexiones con las otras canchas hablaban de la algarabía de los cuadros que se habían salvado.

En un arrebato de amargura infantil se sintió despechado porque Dios hubiese hecho caso omiso de sus promesas de regeneración absoluta. Mientras tomaba la salida de la autopista hizo un último esfuerzo para que no le importara. Se detuvo en una cuadra desierta, llena de galpones en las dos veredas. Se dijo que no podía ponerse así. Que un dolor de ese tamaño solo podía sentirse por la pérdida de un ser querido. Que no podía tirar a la basura los esfuerzos de los últimos meses.

Y todavía le faltaba sobreponerse a la escenita que iban a hacerle los muchachos en la parada. Control, gordo, control. Mejor seguir haciéndose el distante, el superado, tal vez así lo dejaran en paz. Tardo quince minutos en arrancar de nuevo rumbo a la parada. Abelardo Celestino Tagliaferro dobló en la esquina sin prisa.

Apretó suavemente el embrague, puso la palanca de cambios en punto muerto, con las manos levemente posadas en sobre el volante arrimó el auto a la vereda y lo detuvo sin brusquedad al final de la hilera de autos amarillos y negros. Apagó el motor, quitó la llave del tambor, aspiró profundamente y dirigió la mano izquierda hacia la puerta.

Cuando logro incorporarse no se dirigió inmediatamente hacia la esquina. Fue a la parte trasera del taxi y abrió el baúl. Hurgó un momento bajo la caja de herramientas y encontró lo que buscaba.

Desplegó la enorme tela rectangular con ademanes tiernos. Se anudó la bandera blanca con la franja central marrón en el cuello y la extendió sobre su espalda como si fuera una capa. Tanteo otra vez y encontró el gorrito tipo Piluso. Se lo plantó hasta las orejas. Cerró el baúl. Levantó los ojos hacia la esquina.

Abiertos en un semicírculo los otros se pasaban el mate y le clavaban a la distancia siete pares de ojos inquisitivos. Tagliaferro no caminó enseguida, porque acababa de entender que todos los hombres son cautivos de sus amores. Uno no entiende porque ama las cosas que ama.

El intelecto no alcanza para escapar de los laberintos del afecto. Por eso es tan difícil enfrentar el dolor: porque uno puede engañarse inundando con argumentos razonables las llagas que tiene abiertas en el alma, pero lo cierto es que esas llagas no se curan ni se callan. Y por eso un hombre puede amar a una mujer que a los otros hombres les parezca funesta, o puede poner su corazón al servicio de amores que a los otros se les antojen inútiles o intrascendentes.

Abelardo Tagliaferro estiró los brazos, prendió las manos a la tela, como un extraño superhéroe excedido de peso, y supo que lo importante no es a quién o a que uno ama, sino el modo en que uno ama lo que ama. Recién entonces camino hacia la parada.

(extracto de Motorola, de Eduardo Sacheri, en "Lo raro empezó después". Ed. Galerna, Buenos Aires, 2003)

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Cuando el "Tecla" Farías dejó Toluca para irse a Portugal me dio vergüenza como argentino. No como entrenador. Uno primero es argentino cuando sale del país, después es técnico, mozo o lo que sea. Con actitudes como las de Farías se mancha. Y Argentina después de eso quedó manchada.

 (JOSÉ PEKERMAN, entrenador argentino a diario "Clarín", Octubre de 2007)

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Hoy tu tiempo es real (Mario Benedetti - Uruguay)

A Diego Maradona



Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta

Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.

Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

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El hincha de toda la vida (Juan Gabriel Araya - Chile)

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Cuando pierde Colo-Colo yo me preparo para las bromas del día lunes; yo no soy como otros que siempre le echan la culpa al árbitro, al tiempo, o al cambio de entrenador, yo acepto que pierda el Colo, pero lo que me da rabia es que me echen tallas y eso que no soy fanático... Me amurro a la hora de las comidas y quiero que pase luego el tiempo para cultivar otra vez ese deseo de triunfo que se va acentuando en la medida en que se acerca el día sábado o domingo. Mi cabro chico también es colocolino; el mayor es loco por la alba. Yo no sé qué pasaría si el chiquillo tuviera otra simpatía, sencillamente no lo podría soportar: por ejemplo, si fuera de la Unión Española, sería un desastre. No puedo ver a esos malditos coños. Yo no tengo segundo equipo, soy colocolino y punto. Soy definido en mis ideas y le tengo amor a la camiseta, si fuera futbolista no me iría nunca de mi club; y no aguanto que los jugadores veteranos, aquellos que siempre han sido del indio, se cambien a otro equipo por dos chauchas más. Si se hubiera ido el Pollo Véliz del equipo cuando éste pasaba por su época de oro, habría sido la ofensa más grande para lodos los hinchas que gritamos todas las semanas en los diferentes estadios en que juega. Reconozco que soy colocolino por herencia: mi padre, allá en mi pueblo, tenía una carnicería, de tal modo que cuando se trataba de hacer una manifestación al equipo de sus amores, era el primero en ofrecer un asado como dios manda: una vez, el equipo titular del Colo fue a jugar con nuestro seleccionado local: fue un día de fiesta inolvidable. Después del partido, el viejo invitó a los jugadores de ambos equipos y a sus dirigentes, más algunos vecinos importantes en el deporte más popular; creo que eran más de cien personas, pero sus gritos enfervorizados las duplicaban. Ese asado inolvidable fue uno de los acontecimientos más importantes de mi vida, yo era muy niño, pero aún lo recuerdo, jamás se me olvidará, al día siguiente conté el hecho histórico a todos mis compañeros de escuela:
-¿Saben una cosa? Ayer estuvo en mi casa todo el equipo del Colo-Colo, ¿qué les parece? Me ufanaba como un pavo, desperté la admiración y el entusiasmo de todos los chiquillos, los que abrían unos ojos como platos al escucharme admirados. ¡Qué suerte la tuya!
Mi taita era de los que apostaban dinero, cuando ganaba invitaba a todos sus amigos a pichanguear; si perdía, por supuesto que pagaba, pero cerraba las puertas de su casa y no recibía a nadie. ¡A nadie! Con decirle que un día de derrota fue a verlo mi abuelita y él conversó con ella a través de la puerta semiabierta, echándole en cara que no había hecho bien el pilato en su pañuelo, apretándolo bien, y que por esa razón el Colo había perdido. Acto seguido, sencillamente la echó de la casa: mi padre era cosa seria, usaba insignia en la solapa y a nosotros nos compraba camisetas blancas para que las luciéramos en el barrio, donde casi todos eran del Colo. Así era mi padre y de esa forma nos crió. Yo estoy orgulloso de ello, pues nos dio sólidos principios y nos entregó un sentimiento de amor hacia el fútbol, claro que sobre todo al Colo, por eso siempre he dicho que el Colo es amor, entrega, además de ser puro pueblo -como decía un ñato en San Miguel-, puro populacho, me parece que es el equipo más parecido al pueblo mismo. Recuerdo que en una oportunidad el Colo fue a jugar a Talca, ciudad donde yo vivía, puesto que trabajaba allí; como llegué un poco atrasado al estadio, me quedé sin asiento, y a pesar que había asientos vacíos entre los partidarios del Rangers, equipo rival del Colo ese día, no busqué allí acomodación, sino que me encaminé resueltamente al lugar donde se encontraba la barra de mi club. Partí, entonces, a las tribunas generales donde estaban instalados sus partidarios y dirigiéndome a ellos les dije con voz alta:

-¿No hay aquí, entre estos caballeros del deporte, un lugar para un colocolino de corazón? Mil gargantas me contestaron:
-Aquí, compadre, véngase a tomar con nosotros un pencazo. ¿Quién es Colo-Colo? gritaban en el colmo de la alegría, y respondían miles de gargantas ¡Chileee! Y por supuesto que me instalé allí.
¡Cómo comí y tomé aquella memorable tarde! Después de esa afortunada experiencia ¡cómo no voy a ser colocolino! El Colo-Colo no es como otros clubes, que tienen padrinos poderosos, colonias extranjeras que los protegen, ciudades y regiones importantes, no, no, este deportivo está amparado por todo el pueblo de Chile. No tiene gracia tener un equipo financiado por los turcos, por los conos o los bachichas, nosotros los chilenos, somos chilenitos para nuestras cosas, por eso cuando el club tiene problemas, los supera y sigue siempre adelante. No creo en ese cuento que hay pirañas económicas detrás de su directiva, ésas son patrañas, inventos; claro que a veces tenemos dirigentes malos, malos serán, pero nunca chuecos ni mal intencionados. Todos ofrecen su vida por la institución, su tiempo, incluso su dinero; no es cierto que haya habido malos manejos de fondos y, por último, tenemos los mejores abogados. He dicho, pero no soy fanático, si usted viera cómo son los verdaderos fanáticos cuando llega a perder el Colo; queman sus carnés, le tiran botellazos al árbitro, naranjas a los guardalíneas, le pegan a la señora, sacan cuchillo y se curan hasta las patas. Esos son fanatinchas y le echan el pelo a la leche. Yo no: claro que me molesta que me bromeen cuando pierde el Colo y no me gustaría que mis hijos fueran partidarios de otro equipo porque no podría conversar con ellos, simplemente, por eso seguiré insistiendo en hacer de todos ellos fieles defensores hasta la muerte del Colo-Colo...
Y saboreando amargamente su propio autogol, al empujar la pelota de saliva hacia el fondo de las mallas de su garganta, el hincha de toda la vida tomó su bolígrafo, y marcó con una crucecita su preferencia optimista por el equipo adversario del Colo-Colo en el concurso número 240 de la Polla Gol chilena; sin saber aún cuál iba a ser su comportamiento partidario el próximo domingo en el estadio principal del país, abandonó la agencia, pensando que esa cuestión de los principios era un asunto harto complicado.

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¿Sexo antes de un partido? Que los muchachos hagan lo que quieran, pero no durante el entretiempo.

(BERTI VOGTS, ex jugador y técnico alemán)

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-Disculpe maestro, ¿hoy es la final?
-Sí... la jugamos frente a Checoslovaquia.
-Ah... con razón que hay tanta gente.
(GARRINCHA, consultando al técnico de Brasil, Aymoré Moreyra, minutos antes de disputar la final del Mundial Chile 1962 sobre tamaña concurrencia en el Nacional de Santiago)

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En el Uruguay habría que importar bobos, porque hay superabundancia de vivos (WASHINGTON "Pulpa" ETCHAMENDI, recordado técnico uruguayo)

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Alex Ferguson es el mejor técnico que he tenido a este nivel. Bueno, realmente es el único entrenador que he tenido a este nivel (DAVID BECKHAM, refiriéndose al mítico entrenador escocés)

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Solo si hubiera una epidemia de peste bubónica (GIOVANNI TRAPATTONI, al ser consultado si convocaría a Paolo di Canio a la selección italiana)

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El fútbol es el deporte más lindo y sano que existe en el mundo. Eso no le quepa la menor duda a nadie. Porque se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha... (DIEGO MARADONA en su partido de despedida)

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El fútbol es la ópera del pueblo (STAFFORD HEGINBOTHAM, ex presidente del Bradford City)

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De chico yo era mozo en un bar. Un día vino un hombre y, al verme las manos, me dijo que iba a ser un gran arquero. Con el tiempo supe quien era aquel hombre: Renato Cesarini (UBALDO "Pato" FILLOL y su recuerdo hacia el entrenador de origen itálico)

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Si yo hubiera abrazado a Blatter sería de la familia de la FIFA, pero sería un hijo de puta (DIEGO MARADONA al canal de televisión colombiano RCN el 27/10/07)

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El presidente “enmascarado”


Los primeros tiempos del Intenazionale de Milán fueron difíciles. Y gran parte de la culpa la tenía Giovanni Paramithiotti. Un veneciano que, formando parte de los socios fundadores, se convirtió en el primer presidente de la entidad milanista. Pero su paso a la historia no se produciría por esta circunstancia. Su personalidad poseía una particularidad única que le convertiría en un extraño personaje en los primeros pasos del Inter como institución futbolística.
Giovanni Paramithiotti era “mufa”, o al menos, era lo que parecía. Desde los primeros partidos disputados por el equipo interista bajo el mandato de este presidente veneciano, el mandamás “neroazurro” seguía las evoluciones de sus muchachos desde el borde del terreno de juego. Y desde que este personaje asistía a los encuentros el Internazionale no había conseguido ninguna victoria. La racha de derrotas era demasiado importante. La situación era alarmante. Había que tomar alguna medida.
Las soluciones se presentaban difíciles para la Junta Directiva. ¿Cómo terminar con este cúmulo de derrotas que, en principio, no parecían tener motivaciones claras? ¿Había que hacer caso de la “mala suerte” del presidente? Pero lo que para los di-rigentes del club parecía una difícil tarea, encontraba una fácil solución entre los aficionados que acudían en número de un centenar a los partidos del ínter. Había que prohibir que el presidente asistiese a los partidos del equipo. Si, en verdad, Giovanni Paramithiotti era “mufa” ésta era la única solución posible para acabar con el problema.
El mandamás interista siguió acudiendo a los encuentros. Pero su asistencia se hizo cada vez más insoportable. El seguía acudiendo a los partidos y el equipo seguía cosechando derrota tras derrota. Los aficionados querían verle cada vez lo más lejos posible del terreno de juego. Giovanni ya no podía soportarlo. La gente cada vez le miraba con peor cara. Había que buscar una solución. Y pronto.
El presidente no quería dejar de asistir a los partidos de su equipo. Aunque la situación así lo aconsejaba. Había que tratar de conjugar estos dos hechos. Y lo consiguió. A partir de ese momento, acudiría disfrazado a los partidos. Así nadie podría reconocerle. Se colocó una barba y un bigote postizos y siguió acudiendo a ver a su equipo.
En aquellos primeros años de vida, el ínter disputaba sus encuentros en un terreno de juego situado cerca del Puerto Grande. A orillas de un río. En uno de los partidos el balón fue lanzado con fuerza y cayó al agua. Había que recuperarlo desde una barca pues desde la orilla resultaba imposible. Y el presidente “enmascarado”, ni corto ni perezoso, se prestó gentilmente a la tarea. Se subió en una barca y logró devolver el balón al campo. Nadie podía imaginar que era Giovanni Paramithiotti.
A partir de ese momento vendrían tiempos mejores. El ejercicio parecía haber provocado un exorcismo. Ese encuentro lo ganaría el Inter. Se consigue, después de tres intentos, la primera victoria sobre el rival de la ciudad, el Milán. Al final del encuentro, Giovanni Paramithiotti lanzó al agua su disfraz. El maleficio se había roto. Por fin, había podido disfrutar de la primera victoria de su equipo desde que acudía al borde del terreno de juego para presenciar los partidos. Rápidamente, es reconocido por el público que se muestra alborozado.
Las victorias se suceden a partir de ese instante. Pero hubo que tomar medidas. Con el fin de que el presidente no volviera a embarcarse en busca de una pelota que pudiese romper el exorcismo, la Junta Directiva de la institución interista decidió contratar a un barquero profesional. Cobraría una cantidad estipulada de dinero por cada balón recuperado de las aguas del río.

(extraído del libro “Los grandes clubes del fútbol mundial”, pág. 487)

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Valentín Ceaucescu, Míster Ford blanco


Ángel para unos, diablo para otros, Valentín Ceaucescu es uno de los hombres inseparables de la historia del Steaua de Bucarest. Este físico nuclear, hijo adoptado del dictador ya fallecido, de Rumania ha sido uno de los personajes más siniestros y fundamentales en la explosión internacional del Steaua.
Aunque todos los jugadores y directivos hablan de lo mucho que Valentín les ayudó, lo cierto es que él también fue uno de los grandes beneficiados. Si no, no se comprende que en pleno régimen comunista el Steaua fuera uno de los primeros equipos del Este en llevar publicidad en sus camisetas, concretamente Ford. A los pocos meses, Valentín lucía por las calles de Bucarest un flamante Ford Sierra, el único que había en Rumania. Ahí le surgió el apelativo de Mister Ford blanco.
Su influencia era tan grande que llegó a ser considerado como mánager del club. Media hora antes de comenzar cada encuentro Valentín sostenía animadas charlas con el técnico mientras los jugadores calentaban sobre el césped.
Quizá quienes peor lo pasaban eran los árbitros. No debía resultar nada fácil dirigir un partido al Steaua y equivocarse en contra porque Valentín siempre solía estar en la grada. Cuando el equipo se disponía a disputar un choque trascendental, Valentín, junto a su tío Ilie, bajaba hasta vestuarios y se sentaban durante la mayor parte del encuentro en el banquillo y en ciertas ocasiones charlaba con los colegiados. Se llegó a rumorear que Valentín le decía a los árbitros que acudía al partido para comprobar su honradez. Lo cierto es que la influencia era tan grande que hasta podían cambiar el resultado de una final.
Esto lo reconocen los propios directivos del Steaua: “es fácil que los árbitros y los rivales actuaran impresionados al ver a Valentín en la grada y al saber que los Ceaucescu nos apoyaban y que no les gustaba nada vernos perder”.

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Sólo Frank Sinatra, el papa Juan Pablo II y yo, fuimos capaces de callar el Maracaná lleno. Pensando hoy en ese momento, no consigo esconder mi tristeza para los aficionados (ALCIDES GHIGGIA, delantero uruguayo, años después del Maracanazo de 1950).

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Todo gol es un error del portero. Aunque no se lo cree ni él mismo, siempre habrá alguien para creérselo (JOSEPH ANTOINE BELL, ex arquero de Camerún)

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El espíritu de Old Trafford


El espíritu del Manchester United está en Old Trafford, su casa desde 1910. Tom Tyrrell escribió al respecto sobre la inauguración del estadio lo siguiente: “no se había visto nunca en Inglaterra un estadio tan grande como aquel, un lugar tan bonito para exhibir los talentos futbolísticos incluso en aquellos años de formación, había pequeños signos que indicaban que el United iba a ser algún día un superclub”.
La historia del estadio del Old Trafford es la historia del United y la Historia de Inglaterra. El 11 de Marzo de 1941 la ciudad de Manchester sufrió uno de los bombardeos más terribles.
Según escribe Tyrrel, “los aviones alemanes rompieron el aire de la noche, sembraron a su paso muerte y destrucción”.La tribuna principal del estadio quedó destruida, otras partes de la instalación fueron incendiadas y las bombas provocaron enormes cráteres en el terreno de juego, quedando hecho una pena.
La hospitalidad del Manchester City permitió que el United jugara sus partidos en el Maine Road, estadio de su vecino. Una vez reconstruido, en 1949, Old Trafford fue escenario de grandes tardes de fútbol.
El viejo estadio estrenó sus primeros focos el 20 de Marzo de 1957. En 1966, acogió varios partidos del Campeonato del Mundo, un campeonato que dio a Inglaterra, la anfitriona, la oportunidad de alzarse con la Copa.
Desde entonces hasta hoy ha sido paulatinamente remodelado. Puede albergar más de 60.000 espectadores, está casi cubierto en su totalidad y comprende un complejo de 100 palcos privados, restaurantes, áreas de recreo, una “Matt Busby Suite” y un museo del club.
Un dato a tener en cuenta es la propia configuración del estadio, que ayuda a que el incesante apoyo del público se deje sentir en la misma nuca del jugador.
Si los fondos, donde se colocan los hinchas más bulliciosos, están protegidos por las reglamentarias vallas, los laterales carecen de cualquier tipo de separación. Ello hace que la presión ambiental sea máxima durante los noventa minutos de juego. Por otro lado, el mítico Old Trafford ha visto tardes gloriosas de fútbol debido a las remontadas que el Manchester ha realizado. Mirando objetivamente la historia, ésta nos indica que la primera remontada se produjo en la temporada 63-64, cuando en la Recopa frente al Tottenham levantaron un dos a cero que traían en contra y consiguieron un 4 a 1 concluyente.
En la temporada 83-84, el Barcelona sufrió en sus propias carnes la presión ambiental que supone Old Trafford. Nuevamente, el 2-0 era el resultado que habían cosechado en terreno catalán y en los últimos minutos del partido apearon a los azulgranas con un rotundo 3-0.
En definitiva, si la afición, el escenario, no da victorias, sí ayuda a un equipo como el Manchester a crecerse de tal forma que se creen capaces de la mayor de las gestas, como así ha sucedido en innumerables ocasiones en los logros conseguidos por el club a finales y comienzos del nuevo milenio.

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Zarra junto con Winston Churchill tienen las mejores cabezas de Europa (frase muy popular en la España de comienzos de la década del ’50 con relación a la tremenda capacidad goleadora del delantero del Athletic de Bilbao y su efectividad en el juego aéreo)

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El fútbol es el ritual de mayor sustancia de la cultura popular brasileña, metáfora privilegiada de nuestras estructuras básicas (MAURICIO MURAD, sociólogo brasileño)

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Quien vio la selección brasileña no puede negar al fútbol su condición de arte... El arte de jugar fútbol es una contribución brasileña, y es uno de los pocos valores que considero genuinamente universales (ERIC HOBSBAWN, historiador inglés)

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Un contrato fabuloso


Cruyff es un niño del balón, nacido frente al estadio del Ajax de Amsterdam, en el seno de una modesta familia. Su madre realizaba las tareas de limpieza del club. Desde su más tierna infancia jugaba en la calle con cualquier tipo de pelota, y para entrar en el estadio, los días de partido, se comprometía a limpiar las botas de los futbolistas. Dejó la escuela bastante pronto. Sin embargo, los que le conocen a fondo afirman que se interesa por todo, lo comprende todo rápidamente y ha aprendido, sólo con un profesor y al mismo tiempo, el inglés y el español.
A los 10 años debutó en el conjunto infantil del Ajax, a los 17 ya jugaba en el primer equipo y a los 18 formó parte de la selección nacional.
Cruyff tuvo la suerte de que desde los 15 a los 16 años contó con un sagaz entrenador que, viéndole tan frágil, le hizo trabajar con los pesos y halteras tres o cuatro veces por semana con el fin de que consiguiera una constitución más atlética. A los 19 años era ya una figura en el fútbol y a la vez uno de los mejores jugadores que ha tenido el béisbol holandés. De tal modo que, sobre el terreno, Cruyff es capaz de aprovechar, con la celeridad del rayo y una portentosa intuición, el más mínimo fallo del adversario.
Su traspaso del Ajax al Barcelona fue, como se sabe, uno de los acontecimientos futbolísticos de la temporada 1973-74. A muchos les sorprendió, porque a pesar de que abonaba en impuestos un 80 por ciento de lo que ganaba, estas cosas parecen naturales en Holanda. Tras ganar una final de la Copa de Europa, el equipo del Ajax fue invitado por la reina Juliana a una recepción en su residencia de verano. Durante el acto, Cruyff se paseaba muy preocupado, con los ojos brillantes y las manos en los bolsillos, cuando la soberana se enfrentó a él y, bromeando, le dijo: "Cruyff, cuando miro un mapa del mundo, creo que eres más conocido que yo. Me parece que son pocos los que saben quién es la reina de Holanda, pero el fútbol está extendido por todo el mundo y todos saben quién eres tú". A lo que Cruyff respondió rápidamente: "Es normal, pago un 80 por ciento de impuestos".
Sin embargo, cuando en 1972, a los 25 años, renovó contrato con el Ajax, Cruyff tomó disposiciones sorprendentes para eludir en parte al fisco. Como de las considerables sumas que le eran abonados por el contrato, casi un 90 por ciento debía deducirse en concepto de impuestos, el Ajax se comprometió a pagarle un sueldo anual de más de 8.700 dólares, no sólo hasta los 32 años -límite previsto en el contrato- sino hasta los 60.
Este extraordinario contrato-renta, sin precedentes en la historia del fútbol, le permitió a Cruyff resistir las ofertas que le llegaban del exterior, aunque tanto su club como él acabarían sucumbiendo al millón y medio de dólares que, según se dijo, abonó el Barcelona por su adquisición. Sin embargo, la verdadera razón del traspaso de Cruyff no fue el dinero: "Estábamos reunidos los jugadores, a poco de volver de vacaciones, cuando Keizer (el extremo izquierdo del equipo) dijo bruscamente: -Bueno, vamos a elegir, como cada año, a nuestro capitán-. Yo era el capitán y creía gozar de la confianza de todo el mundo, pero no era así. Mis compañeros votaron contra mí. Fue para mí una especie de ruptura. Si mis compañeros no me deseaban, debía marcharme. Llegué a casa y le dije a mi suegro, que a su vez era mi mánager, “Listo, ya puedes llamar a Barcelona”.
Tiempo después, la gente del Barça se comunica conmigo y me preguntan por el dinero que quería ganar y les respondí: "Un millón de dólares en Suiza". Estaba seguro de que la respuesta sería negativa. Pero, con gran sorpresa por mi parte, los delegados españoles respondieron lacónicamente: “OK”.

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Johan Cruyff (Holanda, 1947)


Johan Cruyff ha sido el mejor jugador del Ajax, de la historia del fútbol holandés y, por qué no, uno de los mejores del mundo. Con este genio del Balón "los lanceros" de Amsterdam pasaron de ser un equipo del montón a reinar en Europa. La vida de Johan Cruyff estaba destinada a unirse a la del Ajax. Nació el 25 de Abril de 1947 en un piso muy cercano al estadio del equipo de la "Venecia del Norte", su padre era un tendero que abastecía a la cocina del club y su madre realizaba tareas de limpieza en el club. Cuando muere su progenitor, el joven Johan (13 años) entra a trabajar en el bar del Ajax, por lo que podemos ver la influencia de la entidad en la vida familiar.
Por aquellos años ya destacaba en las divisiones inferiores de "los lanceros". A los 14 años obtiene su primer título, en el equipo juvenil del Ajax. Esto hace que Cruyff crea que el número 14 le da suerte y sea su preferido para el resto de su carrera.
El 15 de Noviembre de 1964 debuta en el primer equipo, con sólo 17 años. Sus condiciones son impresionantes. En su segundo partido como titular va a marcar un fabuloso gol. Después de pasar el balón por encima de la cabeza de tres defensores, se planta solo ante el portero, al que gambetea en dos ocasiones antes de conseguir el tanto. Este joven de aspecto frágil se convierte en el indiscutible ídolo de la afición de Amsterdam. El estadio se llena para ver a este nuevo fenómeno, que juega en el área, en defensa, en el centro del campo y mete goles con la derecha, la izquierda, la cabeza, etc.
Con 19 años, es llamado a la selección holandesa (48 veces internacional). En la época dorada del Ajax es el líder del equipo. Nombrado mejor jugador europeo del año en 1971, 73 y 74. Con el Ajax disputó 275 partidos oficiales y marcó 205 goles.
En 1973, mediante un contrato fabuloso, ficha por el Barcelona, al que seguirán Los Ángeles Aztecas (78), Washington Diplomats (79) y Levante (80). En 1981 regresa al Ajax y gana dos Ligas con los de Amsterdam, antes de marcharse al Feyenoord (1983), donde pone fin a su carrera con un nuevo título de liga.
Como jugador del Ajax conquistó ocho Ligas, cinco Copas de Holanda, tres Copas de Europa, dos Supercopas europeas y una Copa Intercontinental. En el Feyenoord y Barcelona ganó una Liga y una Copa de cada país.
Entre sus logros como entrenador podemos mencionar dos Recopas: la 86-87, con el Ajax y la 88-89, con el Barcelona. Además dirige al equipo holandés que gana la Liga del 85 y las Copas del 86 y 87, y al conjunto azulgrana que vence la Copa del Rey del 90 y la Liga 90-91.

Frases

Siempre soy más duro con los mejores; lo absurdo sería apretar a quien no puede aportar más de lo que ya te ha dado (en alusión a las críticas hacia Laudrup)

Salid a disfrutar (a sus jugadores, previo a la final de la Copa de Europa de 1992 en Wembley)

Claro que puedo aceptar los silbidos si son justificados, porque incluso a mí me han silbado alguna vez (sobre las críticas a su hijo Jordi)

No hay ningún presidente que me diga lo que tengo que hacer. Cuando era jugador, el presidente del Ajax me quiso desprestigiar diciendo que era demasiado viejo para jugar (38 años). Entonces fiché por el máximo rival (Feyenoord) y gané la Liga, la Copa y quedé como máximo goleador de mi equipo. Con la rabia que uno siente, se puede llegar muy lejos.

En el reino de los ciegos, el bizco es el rey, pero sigue siendo bizco.

Si la edad no perdona para mí, no perdona para nadie (sobre el porqué de la marcha de Laudrup)

Anécdotas

Cruyff estaba llamado desde el principio a ser uno de los grandes dentro del mundo del fútbol, tanto en su etapa de jugador como en la de entrenador. Y esta última no podría haber comenzado mejor.
Leo Benhacker ocupaba el cargo de director técino de Ajax, tras el transcurso de la primera parte, el equipo de la capital holandesa perdía por 3 goles. Cruyff no podía permanecer quieto en la tribuna y decidió poner remedio a la situación. Mientras el partido seguía en juego, Cruyff bajó al banquillo y, tras recriminar duramente al técnico Benhacker por el juego del equipo, mandó a calentar a tres jugadores. Él mismo decidiría los cambios!
El Ajax terminaría ganando por un contundente 5-3. Benhacker abandonaría su cargo en el Ajax en favor del ídolo "lancero", Johan Cruyff.

Fue en la Copa del Rey de la Temporada 77-78, yo recién empezaba en el Alavés y nos enfrentábamos al Barcelona en su campo en el partido de vuelta.
Johan Cruyff era el dueño del espectáculo, mandaba sobre sus compañeros, rivales, todos. Cada vez que había una falta, la pelota la tenía debajo de su brazo. El partido comenzaba y seguía cuando él quería. En un momento le dije: “Mirá, ¿por qué no te llevás a tu casa esa pelota y nos das otra a nosotros para que podamos seguir jugando?”. Me puso el brazo sobre el hombro y me dijo: “¿Cómo te llamas tú?”. Le contesté: “Jorge Valdano”. Después: “¿Y cuántos años tienes tú?”. Le respondí: “20”. Me miró y me dejó frío: “¿Y tú no sabes que a Johan Cruyff, con 20 años, se lo trata de usted?”.
(JORGE VALDANO, ex jugador, técnico y comentarista deportivo, recordando sus inicios en el fútbol español)

Huérfano de padre, con su primer contrato en la mano, a los 17 años, un día se paró en la puerta de entrada y le gritó a su madre, doña Petronila: "¡Eh, señora, deje de lavar esa ropa! Ahora tendrá que atender a Johan Cruyff, el más grande jugador de fútbol del mundo".



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Con la camiseta empapada (Jorge Ojeda Águila - Chile)


No tiene brillo salir de casa sin otro objetivo que ganarse la vida y peor si, en vez de ganarla, la despilfarro diariamente, rematando la rutina en un ahogo de tragos sabatinos, la pichanga del domingo por la tarde con el cuerpo malo y la cancha crece y crece mientras las piernas se endurecen, los pulmones responden hiriéndome las costillas y algo que se asemeja al orgullo me impulsa tras la pelota que arranca al infinito más allá de la línea de fondo; no está bien perder el partido así como así, como si fuésemos once viejos reumáticos y cachacientos, los dos puntos nos dejarían al borde del campeonato, otra estrella en el banderín y un diploma en el comedor junto a la fotografía que nos tomamos con María Inés el día que. nos casamos; pero los cabros del Estrella Azul son más jóvenes, casi todos solteros, se cuidan y entrenan toda la semana porque todavía un gol tiene importancia, en cambio nosotros tomamos el asunto medio a la chacota, creyendo que la experiencia es suficiente para derrotar esas entregas, y recibimos el lunes lamentando la goleada, otro campeonato que se aleja como los buses que siempre pasan un minuto antes de que yo llegue al paradero y me condenan a un nuevo atraso que hará rabiar al jefe de personal, otra advertencia, el desahucio acercándose y nadie comprende que la irresponsabilidad escapa a mis deseos, lo único que anhelo es agarrar de sobrepique esa pelota que viene justo a la esquina del área y el arquero está botado, no hay ningún defensa cerca, con este gol fijo que se les cae la moral, el equipo de los viejos en ventaja y alcanzo el punto preciso mucho antes que mis piernas clavadas y muertas a tres metros de distancia mientras el rubio del número cinco sale de lujo dejándome solo frente a las risotadas de quienes no saben lo que significa tener esta edad y estos golpes sobre el alma, el corazón latiendo a punta de fouls y penales no cobrados, jugar para distraerme cuando el petiso del almacén ya no fía y en ve z de colores y goles y pifias y cancha no veo sino la fiesta que Juanito seguirá esperando aunque, pase lo que pase, el próximo año sí que le tendré sus onces con gorritos y sorpresas y helados y amigos y todo lo que hace soñar a los niños mientras presencian el paso de su tiempo, reirá como el hijo de Subiabre y lo sentiré igual al gol olímpico que marqué cuando era juvenil y María Inés iba a verme jugar, orgullosa de ser la novia del capitán; al año siguiente casada con un aprendiz de tornero que ganaba una miseria pero que seguía siendo el hombre-gol, el insustituible puntero derecho hasta que los cambios de tumo me obligaron a faltar a los entrenamientos y el director técnico dijo que debía ponerme más serio si quería llegar al profesionalismo, no te olvides que Pelé es el mejor porque se ha sacado la cresta; el Campeonato Nacional estaba cerca y todos sabemos que ésa es la gran oportunidad, a un mes del contrato para jugar en el Estadio Nacional, a lo mejor hasta podría vestir la roja de la selección, pero no estaba en condiciones de aceptar un permiso por tres semanas sin goce de sueldo, tal como me lo dijo Don Lucho, y el Negro Bustamante, el mismo que ahora juega en Argentina, ocupó mi lugar cuando avisé al entrenador que no iría, que todavía era joven y que tendría que ser muy recontra fatal para que María Inés se volviera a enfermar antes del otro campeonato.

Cuatro o cinco meses más tarde me di cuenta de que ya no era el mismo, no tenía tiempo para entrenar, se me fueron terminando las ganas indispensables para aguantar los sacrificios que exige el fútbol y seguía de aprendiz, por leso, decían los demás, en vez de quedarte tranquilo andas fregando la pita, el sueldo te lo paga la fábrica, pajarón, don Lucho es el de la torta y no el sindicato; Subiabre era subjefe de la sección y hasta el Chincol Ordóñez se permitía llamarme al orden cuando al cobrar la semana, los mierdazos me salían de adentro, a Gómez lo despidieron por faltar sin aviso el día que se perdió uno de sus cabros y don Lucho, durante el almuerzo anual de Chiriboga y Cía., manifestó en su discurso que lo había sentido mucho pero que si dejaba pasar una la disciplina se iría a las pailas, claro que como era una persona sensible y comprensiva dio orden al contador para que pagara los gastos que Gómez tuvo que hacer, sin pensar en la plata, entiéndalo bien, no soy ningún avaro y los del equipo de fútbol lo saben, aseguró mirándonos, y yo tuve que acordarme del juego de camisetas y del asado que nos ofreció cuando ganamos la competencia industrial, aquella última vez que entré a una cancha con las jinetas de capitán en la manga izquierda, marqué un gol y di en bandeja el segundo antes de sentirme lleno de calambres, las pantorrillas hechas un solo nudo, sin poder demostrarle al patrón que en su fábrica era apenas un aprendiz pero sobre el pasto mandaba yo y tuve que confesarle a María Inés que el viejo se había reído cuando me vio llorando porque supuso que el dolor me la ganaba, pero era otro dolor, no el de las pantorrillas sino uno que venía desde el fondo de los huesos, de siempre, un dolor de todos los Gómez que trabajaban conmigo, el dolor de verse en el suelo, impotente, los ojos mojando la tierra y los zapatos de don Lucho cerca de mi nariz, su voz y su risa, esos billetes de premio durante el asado por haber defendido tan efectivamente el prestigio de Chiriboga y Cía., el dolor que renació al recordar ese Campeonato Nacional, y le recibí el dinero, porque, a fin de cuentas, el viejo no es malo, uno no puede humillarlo de buenas a primera; como dice Núñez, la caga a cada rato pero sin darse cuenta. Y ahí estuvo lo malo, no haberse dado nunca cuenta de que yo retomaría las jinetas de capitán para prenderlas en mi pecho, no más cancha de fútbol sino aquí, don Lucho, en este portón desde el cual le advierto que ni muertos le devolveremos la fábrica.

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Maradona (Pablo Toledo - Argentina)


En 1985, Diego Maradona viaja a la Argentina para jugar un partido de las eliminatorias del Mundial de México: en pleno auge de su carrera napolitana, jugador estrella de una selección nacional con fuertes chances, cerca del casamiento con su novia de siempre, pero ante todo líder de una corte de lacayos y bufones dedicada a satisfacer cada uno de sus caprichos, decide, dos días antes del partido, escapar de la concentración para ir a comer un asado.

El asado se improvisa en pocos minutos en un campo a 150 km. "El campo" es en realidad un pequeño casco, el galpón de herramientas, corrales: aún no se ha puesto de moda el turismo de estancias, pero el dueño maneja clubes nocturnos y conoce personas dispuestas a pagar bastante dinero por un lugar en el que cual divertirse lejos de miradas indiscretas.

En los cuentos de "Las mil y una noches", estos lugares eran atendidos por eunucos con la lengua cortada; en la versión pampeana del mito, los peones naces y viven a pocos kilómetros del campo y son leales a la única fuente de trabajo que conocen.

Mientras se cocina la carne, Maradona y su corte visitan los corrales. Detrás de uno de los galpones se encuentran con peones concentrados en un adolescente que hace destrezas con una pelota. Nadie se da cuenta de la presencia del ídolo hasta que aplaude la misma habilidad que ellos admiran. Creen al principio que es un broma o una condescendencia, pero Maradona está en verdad impresionado. Tras el forzoso ritual de vivas y devociones, alguien sugiere que armen un picado. Desde la corte recuerdan que están ahí para escapar de los entrenamientos, pero el mismo Maradona insiste.

Desde el principio queda claro que en la cancha hay sólo dos jugadores: Maradona y el chico se enfrentan, se miden, se adivinan, se disputan, se corren y gambetean y eluden entre sí en una danza que no necesita siquiera de cómplices, sólo de testigos. Con idénticas sonrisas en el rostro, el héroe de la liga italiana y el chico que no participó siquiera en campeonatos regionales saben por primera vez lo que es enfrentarse a un igual. Pero esa situación dura apenas unos minutos.

Maradona ve con sorpresa y luego con desesperación cómo, una y otra vez, la pelota se aleja de su pie izquierdo sin que él pueda hacer nada por recuperarla. Cada uno de los intentos se choca con una respuesta insuperable y una resolución elegante que lo hace patear al aire, girar en el vacío, correr en la dirección equivocada, mirar con la boca abierta el gol del adversario.

El partido, que comenzó entre bromas, ahora se juega en silencio, y cuando la frustración termina por superarlo Maradona intenta derribar al chico con una de las barridas que siempre le dedican a él, pero hasta en eso falla. La campana del asado anuncia la comida. En silencio, Maradona se retira de la cancha y tras él los demás jugadores.

El chico, con la pelota firme bajo el pie derecho, los mira desde el área vencedora.

Nadie se atreve a quebrar el silencio, y menos a contradecir a Maradona cuando ordena el regreso a la mitad de la comida. Con un pie en el auto, le dice al dueño de la estancia "felicitalo de mi parte al pibe", y a los cortesanos "vamos, acá no pasó nada". Llegan a la concentración de la Selección nacional a tiempo para la conferencia de prensa de las seis de la tarde.

(Diario Perfil, suplemento Literatura, Domingo 20/08/06, página 3)

Pablo Toledo nació en Buenos Aires en 1975. Es periodista, profesor de inglés y estudió Edición en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado cuentos de diversas antologías y su primera novela, “Se esconde tras los ojos”, obtuvo el premio Clarín en el año 2000.

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Uno como ninguno (Roberto Goinheix - Uruguay)

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(Un tributo a Álvaro 'Chino' Recoba)


Y ahí estábamos, tribuna Amsterdam rincón con Olímpica, como quien dice, mismo sobre el banderín. Ellos manejando diestramente la bañadera. Nosotros demasiado confiados en que los goles vendrían solos. Pero no venían. Se había ido el primer tiempo y ya casi todo el doparti, y seguíamos en esa trágica espera que de a poco desespera. Es decir, típico partido de cuadro grande contra cuadro chico donde la pelota no entra no porque no quiera sino porque nadie sabe cómo.

Un bodrio de los que duelen.

Para cuando el lobo, lagarto para algunos, se la alcanzó al 'Chino', la hinchada desesperaba repleta de angustia contenida. Entre la bronca y el desconsuelo, íbamos camino del matadero. No quiero ni acordarme. Faltaba poco pa que los que estábamos allí, sobre el banderín, nos pusiéramos de duelo. Con el drama instalado en las tribunas, el lobo se la dio ahí nomás de tan cerca.

El 'Chino' que la había visto pasar toda la tarde de aquí para allá, la recibió como a una novia. La mimoseó como si fuésemos ganando por goleada. Un tanto impúdico por demás, el 'Chino' no se daba cuenta que estaba en público. Daba la sensación que la extrañaba más de la cuenta. Sí, no había dudas. Le tenía ganas. La hinchada se lo quería comer crudo, y aquí los del banderín hasta garchar de dorapa. Las hinchadas suelen ser obscenas, y la nuestra no es la excepción.

El 'Chino' como si tal cosa, cabecita levantada, mimoseo va, mimoseo viene, comienza un trote de los que no te lleva a ninguna parte, como que te la va a pasar a vos pero cambia de idea, me la va a pasar a mí, pero no, tampoco, un mimito más y otro. Para el 'Chino' cualquier momento es bueno para amasarla y hacerla carozo, incluso, uno como éste. De tan virtuoso, un exagerado. Cruza el círculo central haciéndose el bobo todo lo posible. Al llegar a la frontera donde lo intrascendente deja de serlo, se las ve con el chifle, decidido a que es suficiente por hoy. Con los antecedentes del chifle no era para entretenerse.

Es de los que hacen equilibrio al filo de la roja repartiendo leña a domicilio. Así que el 'Chino' cambió de marcha, puso cuarta, quinta y al chifle lo dejó de a pie como te deja el 141 a las siete de la tarde. Ante la impotencia de perder el bondi, el chifle, experto en últimos recursos, intentó un manotazo caza loquivenga, si es camiseta, camiseta, si es lompa, lompa y si hubiesen sido las que le cuelgan, pobre 'Chino', mamita querida. A todo esto el 'Chino' ya se parecía más a un tren expreso que a un cacharriento 141. De ahí que el chifle se haya quedado con las ganas de fajarlo.

Revolcado él, no el otro. Pese a que como de costumbre hizo mérito, esta vez no dio ni pa amarilla. Frustrado, se lo tragó la tierra y desapareció del mapa.

Ya calado, el botija evitó ser boleta. Su zabeca ahora tenía precio. La consigna era bajarlo. Aterrizarlo a como dé lugar. No quedaba otra. El expreso se arrimaba al área custodiado por un montón. Ahí lo esperaba el defensa, bien plantado, con cara de pocos amigos, o para ser más gráfico, con cara de hasta acá llegaste, mi amor. Pero guarda! Antes de cantar flor, podía salir disparado de la galera uno de esos pases que te dejan solo frente al arco, o lo que es peor, un misil tierra-red. Claro, eso de llevarla atada es un vicio, y el hijo de puta no la largaba.

La hinchada, a esta altura de pie, entre el infarto y el CTI. El suspenso duró lo que duró el duelo 'Chino'-defensa. Ese que lo estaba esperando con cara de hasta acá llegaste. Ese que ni sé quien es porque en esta película hace de extra.

Nadie supo hasta ahora, ni sabrá nunca, por donde carajo pasó la globa. Menos aún, por donde pasó el 'Chino'. El replay deja constancia que la magia de la tele es nada comparada a la del 'Chino'. Una y otra vez se la lleva atada como si tal cosa, burlando el inexorable destino. Una y otra vez el defensa se queda trancando el vacío y cae impulsado por su exceso de confianza. Incontenible, el pendejo ingresa al área desafiando elementales normas de cortesía, así nomás, como perico por su casa, sin pedir permiso. Vale la pena volverlo a ver. El 'Chino' se acerca, pelota dominada, elude y sigue lo más pancho. Rebobino. Ahí viene otra vez, parece que no, parece que no, que no. No, pero sí. Da gusto. ¡Qué jugador! ¡Qué lujo! ¡Qué lo parió!

El golero salió a atorarlo. Espacios no había. De tan apretado que estaba, hasta un pedo moría asfixiado. Se imponía hacer uno de esos pases pa cualquier lado con la esperanza que de puro ojete cayera en el zapato apropiado. Se imponía uno de esos pases que si te salen bien sos el Gardel del día, el nuevo Maradona, y tocás el cielo con las manos, sos feliz y comes perdiz. O más que eso, se imponía desentenderse, hacerse el muerto y que cobren penal. Piernas en las inmediaciones sobraban. Dudosas intenciones, ni te cuento. Hasta cabía la posibilidad de que el juez cobre penal por su cuenta. Tan así de tensa estaba la situación cuando salió a atorarlo el golero, jugado a matar o morir. Ideal pa hacerse el gil y caer podrido. Gil, hacete el gil!

Lo cierto es que no la soltó. Contra todo pronóstico seguía con ella atada. El golero se volcó a un lado vaya uno a saber a raíz de cuál de todos sus amagues, y el guacho se le va por el otro, siempre sin perder prestancia. Fiel a su estilo, guinda atada, zabeca levantada, dominador absoluto de los avatares del juego, sincronización perfecta de cuerpo y mente. La tribuna, como era de esperar, al borde de la locura. Los del banderín todos enchalecados. Los de la barra alternando dosis de haloperidol y electrochoques.

El arco le había quedado a derecha. Demasiado chanfleado. Y se le había terminado la cancha. Desde que el lobo, por más datos también lagarto, se la había prestado, el suspenso se había ido renovando de continuo a medida que penetraba indemne la bañadera. Ahora, ya sin cancha, por un momento pareció que pegaría la vuelta para seguir bordando y llevársela pa su casa. Después dio la impresión que levantaría centro pa'trás. Con un poco de culo alguien la empujaría.

Los ranchos, atentos, todos al acecho, esperando el guantazo de la prodigiosa zurda. Hace rato que esperan que la largue. Desde que se la dio el lobo lagarto, allá por la quinta del ñato. Y siguen esperando, porque el botija ya tiene dos encima, tirados en plancha, con la esperanza del trancazo salvador. Trancazo salvador, las pelotas!

El Centenario en silencio sepulcral. El que vende pop acaramelado y el calentito café, haciendo la pausa que presagia fiesta. Todos hipnotizados. Costaba creer lo que se estaba viendo. Ni con un casco de realidad virtual se ven estas cosas.

Por fin, vino el guantazo. En aquel silencio, retumbó como solo el cuero retumba, estremeciendo la tribuna; estremecida la hinchada, estremecido el pavimento.
La novia comienza el viaje de despedida. El 'Chino' la ve partir, la tribuna inflar la red. Es hora de gritarlo, señores. De llorar de alegría. De disfrutar. De digerir la orgía de fobal.

La guinda recorre una a una las piolas y acaricia el alma de medio país. Hecha así de chiquita, guardada en el fondo de la red, parece un regalo recién abierto dedicado más a los amantes del fobal que a los fanáticos. Es para seguirlo gritando, señora, señor, fue gol del bolso, obra maestra de un mago. Atrás quedaba el tendal, cinco desparramados en el sopi y dos más que no llegaron a caer. La cara opuesta de la hazaña.

Los fanáticos, declarándole amor eterno, pretenden clonarlo. Es que sintieron hablar de la oveja Dolly y sueñan con un equipo entero de chinos para despilfarrar gambetas y lujos desmedidos. En su delirio de hinchas extremistas, ansían satisfacer la insaciable sed de victorias, hartarse de hazañas, ser eternamente invencibles. Pero las diferencias entre Dolly y el 'Chino' son abismales. 'Chino' hay uno solo. No tiene molde. Por eso la ilusión del equipo entero de chinos, a pesar del fanatismo, se fue al carajo. El próximo domingo, con un 'Chino' solo dentro de la cancha, se sufrirá como cada domingo. Por lo visto, me tendré que conformar con clonar mi garganta. Me quedó hecha mierda.

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Boca es capaz de lograr cosas casi increíbles, como que Carlos Tevez se transforme en un sex-symbol.

(MAURICIO MACRI, presidente de Boca Juniors)

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El jersey de Zamora


Un día de finales de invierno de 1915, un chaval de 16 años se presentó en el campo de Sarria, del RCD Español de Barcelona, de la mano de un amigo de la familia.

Se llamaba Ricardo Zamora y con los años se convertiría en el mejor "guardameta de todos los tiempos". Esta etiqueta no ha desaparecido. Alguien dijo de él: "No hay más que dos porteros: San Pedro en el cielo y Zamora en la tierra."

Logró una fama extraordinaria. Tanta que los delanteros rivales parecían amedrentados en su presencia. Uno de ellos, famoso, explicaba: "Me escapaba sólo hacia la puerta con el convencimiento de marcar gol. Cuando llegué al área con la pelota controlada, me salió Zamora al paso. Súbitamente me asaltó un presagio fatal: me la quitará, me la quitará, me la quitará y... me la quitó."

La popularidad de Zamora llegó a ser tanta que tenía admiradores en todo el mundo.

Treinta años después de su retirada, en un viaje que realizó a Yugoslavia, fue asaltado de tal forma por los aficionados que le prodigaban invitaciones, que alguien afirmó: "Parece un médico famoso, tiene dadas todas las horas".

Sus padres querían que fuera médico, pero se quedó en futbolista. Y debutó en el Español a los 16 años, cuando aún vestía pantalón corto en la calle. El presidente del club le compró unos pantalones largos, pues le daba vergüenza que un jugador de su club vistiera como un niño.

La vida de Zamora está cargada de anécdotas. Desde los diez duros (50 pesetas) que cobró por su primer fichaje, hasta su traspaso al Real Madrid, en los años treinta, por la entonces astronómica cifra de 100.000 pesetas. Desde su fama de presumido, hasta el beso que le dio Lev Yashin, el gran guardameta de los años sesenta de la URSS, el día en que conoció al que había sido ídolo de su niñez.

Zamora ha sido un mito desde que hizo su debut internacional en la Olimpiada de Amberes en 1920. Era también el debut de la selección española, la primera vez que salía fuera de sus fronteras. Se debía jugar contra Dinamarca.

La víspera, el 7 de Agosto, los jugadores españoles se reunieron y decidieron poco menos que "vencer o morir". Era la época de las leyendas heroicas en fútbol. Los daneses tenían una formidable experiencia y eran los favoritos: llevaban disputados 35 partidos internacionales y habían alcanzado ya dos finales olímpicas.

Paco Bru, que era seleccionador, masajista y delegado de la expedición, todo a un tiempo, decidió esta formación: Zamora; Otero, Arrate; Samitier, Belauste, Eguizabal; Pagaza, Sesúmaga, Patricio, Pichichi y Acedo.

Samitier compartía la misma habitación que Zamora. Estaba impresionado. Nerviosamente se puso a jugar el partido del día siguiente, desde la cama. Se durmió marcando goles.

El partido se disputaba en el campo de la Union St. Gilloise. Era sábado. Llovía. Los españoles estaban vistiéndose cuando de repente, Samitier, recordando algo, marchó hasta el otro lado del vestuario donde Zamora se hallaba atándose las botas. "¡No habrás dado a lavar el jersey!", gritó Samitier.

El jersey de Zamora era una especie de mascota. El gran guardameta pensaba que la suerte en los partidos se la daba el jersey, y desde muchos meses antes no había vuelto a lavarlo. Olía que apestaba, lleno de mugre y suciedad por los cuatro costados.

Zamora, humorísticamente, afirmaba que este era el olor del triunfo. Otros, con más sentido del humor todavía, aseguraban que este olor mantenía prudentemente alejados a los delanteros contrarios. Fuera así, o no, el jersey era un "portafortunas". Y la fe en la mascota se extendió a toda la selección.

"No, no lo he lavado", tranquilizó Zamora a Samitier.

Samitier se calmó. Se les podía ganar a los daneses. Y ante la sorpresa de los críticos mundiales, se les ganó.

El propio Samitier lo contó así: "Después de marcar Patricio nuestro gol, en una magnífica jugada de Pagaza, los daneses se propusieron ganar como fuera. Producto de aquella idea que se les metió entre ceja y ceja, fue mi salida del campo con lesión. En aquellos momentos, Sesúmaga se retrasó y volví al campo cojeando. No importaba. Yo quería estar con mis compañeros, entre los cuales José María Belausteguigoitia no hacía más que chillar: "¡Ánimo, a por ellos!". Zamora estuvo inconmensurable. Ni agarrones, ni disparos, ni empujones les sirvieron de nada a los daneses. Su casillero quedó en cero. Pero el famoso jersey de Zamora murió en ese partido. Fue un agarrón brutal de Mildebock, el capitán danés, que aunque empezó de defensa, pasó luego al eje del ataque en el último cuarto de hora, en un afán desesperado por vencernos. En una de las jugadas, molesto porque Zamora había salvado una vez más la situación, le cogió del jersey y se lo desgarró. No le costó mucho porque estaba podrido. Pero perdimos la mascota..."

Debía serlo, porque al día siguiente España fue derrotada por Bélgica. Samitier no pudo jugar. El jersey de Zamora, tampoco...

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Las "melenas" del Ajax


"¿Qué es un entrenador de fútbol? En nuestra época de eficacia y tecnología, un entrenador es el que sabe todo aquello que concierne a su especialidad. Es como el comandante de un barco o de un avión, al que nada se le debe escapar. Los directivos conocen ciertas cosas, los jugadores saben otras, los médicos otras diferentes. Pero el entrenador debe estar enterado de todas". Así se expresa Stefan Kovacs en su libro "El fútbol total".

Si a un entrenador se le escapa alguna cosa, si no aprende pedagogía, fisiología, biología, anatomía, psicología, preparación física, difícilmente puede poner de relieve su personalidad o sus conocimientos sobre el fútbol.

Kovacs aprendió su oficio no sin dificultades y tampoco sin haber cometido algunos errores.

El primer club que entrenó fue el de la Universidad de Cluj (Rumania), donde había actuado anteriormente como jugador. Un día se hallaban disputando un partido en campo contrario, frente a un equipo bastante bueno que, al llegar al descanso, ganaba por 1-0.

Kovacs pensaba que se podía hacer mejor papel y por eso, en el descanso, dirigió violentos reproches a sus jugadores, se puso los pantalones y la camiseta del equipo y luego ocupó el lugar de uno de aquéllos.

El Cluj acabó venciendo por 2-1 y Kovacs cometió la equivocación de enorgullecerse de ello, mientras los jugadores jóvenes lloraban de rabia abrumados por su incapacidad. Al cabo de poco tiempo el caso se volvió a producir.

El Cluj perdía por 0-3 y Kovacs repitió los gritos contra sus muchachos, y decidió otra vez vestirse y saltar al terreno. Pero no se produjo de nuevo el milagro. El Cluj perdió por 0-6. "No cometí por tercera vez la misma tontería -recuerda Kovacs-. Delante de todos mis jugadores, rompí mi licencia de futbolista". La psicología juega un papel importante en el trabajo de todo entrenador. Conocer a los jugadores es algo realmente vital.

Cuando Kovacs se hizo cargo del Ajax sustituyendo a Rinus Michels, su contratación no sentó demasiado bien en Holanda. Y entre los propios jugadores su nombramiento fue recibido con cierta indiferencia.

Johan Cruyff, después de la cena en el primer día de la concentración pretemporada, intentó sondearle: "Señor entrenador -le dijo-, sabemos que viene usted de un país del Este y que preparaba al equipo del Ejército, donde no se hacían concesiones a la indisciplina. ¿Qué piensa usted de nuestros largos cabellos?"

Kovacs dirigió una mirada a todos aquellos melenudos rubios que le rodeaban y contestó: "No, señor Cruyff, sus melenas no me espantan. Es la moda actual entre la juventud. Creo que todavía podrían llevarlas de cinco a diez centímetros más largas. Pero yo no he venido aquí para cortarles el pelo, sino para intentar perfeccionar su juego". En otra ocasión, el equipo del Ajax, en el curso de un desplazamiento, asistió a una sesión de cine.

Kovacs quedó estupefacto viendo cómo seis o siete de los jugadores ponían los pies sobre el respaldo de la butaca delantera. No dijo nada, pero a la mañana siguiente, antes de iniciar el entrenamiento, les reprochó su falta de educación.

"¿Cómo pueden exhibirse así -les dijo- unos campeones de Europa? ¿Acaso actuáis de la misma forma en vuestras casas?"

A la semana siguiente, cuando el equipo asistió a otra sesión cinematográfica, nadie puso los pies en las butacas; en cambio, todos se volvieron hacia Kovacs y le preguntaron: "¿Está bien así? ¿Es así como le gusta que nos comportemos?"

Kovacs había ganado la partida en el campo psicológico y jamás tuvo que volver a hacer ninguna observación al respecto.

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La primera documentación falsa


En los años setenta el fútbol español ha conocido uno de sus grandes escándalos: el de los llamados "falsos oriundos". Bajo documentaciones falsas, unos cuantos jugadores llegados del otro lado del Atlántico han formalizado suculentos contratos en los clubs hispanos e incluso algunos de ellos han logrado actuar en la selección nacional. Pero, si repasamos la historia, resulta que existieron precedentes lejanos de "falsos oriundos".

Allá por 1916, cuando una entrada valía la entonces ya fantástica suma de dos pesetas, los clubs buscaban refuerzos con el fin de contentar a su cada vez mayor masa de seguidores. Y surgió el "caso Garchitorena".

El Barcelona había vencido al Español por 3-0 en partido del Campeonato de Cataluña. El equipo perdedor presentó la denuncia de que en las filas azulgranas se había alineado un jugador extranjero, cosa prohibida en la época. El denunciado era Juan Garchitorena. El Español, simple y llanamente, reclamó los puntos.

La Federación estimó que la decisión pertenecía a la Asamblea de Delegados de Clubs. Efectivamente, se comprobó que Garchitorena era de nacionalidad argentina, que se había inscrito en el Barcelona con documentación falsa de español, pero que el club desconocía su origen, tratándose sólo de un joven jugador, amateur cien por cien y que además no era titular indiscutible.

El Presidente del Barcelona, Gaspar Roses, apeló a la conciencia de los delegados, extrañándose de la conducta del Español, al que por parte del Barcelona se le habían dado amplias facilidades para inscribir fuera de plazo a dos jugadores. El delegado del "Universitari" propuso que el Barcelona perdiera todos los puntos de los partidos en que se había alineado Garchitorena, entre los que se encontraba el que había perdido su propio equipo.

La propuesta fue desestimada por 11 votos contra 7. Al final se tomó el acuerdo de que el Barcelona volviera a jugar los partidos no dados como válidos, pero el club azulgrana rechazó tal acuerdo, razón por la cual perdió el Campeonato, que había ganado con todas las de la ley en el terreno de juego.

Garchitorena no fue un gran jugador de fútbol. Su fama la conseguiría en otro medio muy distinto. Marchó a Hollywood, donde se hizo famoso como artista de cine (con el nombre de Juan Torena), y como galán, destrozando muchos corazones, entre ellos el de Myrna Loy, según afirmaba José Samitier.

Era Garchitorena un jugador singular. A él pertenece esta anécdota, recogida en la historia del C. de F. Barcelona: A los aficionados de aquella época ya les parecía un tanto original la manera de comportarse de Garchitorena. Por ejemplo, en un partido jugado en el viejo campo del Español, tuvo un gol hecho con la cabeza. Pero no remató esa jugada fácil. Luego declararía que no había puesto la cabeza para no ensuciársela, porque el esférico estaba lleno de barro.

Garchitorena fue el primer caso conocido, por lo menos en un club de campanillas, de falsificación de documentos. Y el Español se proclamó campeón de Cataluña gracias a esta circunstancia. Naturalmente, el fútbol no tenía entonces la fuerza arrolladora y polemista de ahora. Samitier, que jugaba en el Internacional, cobró por su fichaje como barcelonista un traje con chaleco y un reloj con esfera luminosa en el que sólo se podía ver la hora cuando era de noche, según explicaba con el gracejo y el humorismo que le acompañaron hasta la hora de su muerte. Las cuotas de socio eran de tres pesetas al mes, y en el mercado negro, cuando había un encuentro de relieve, las localidades se vendían a la exorbitante suma de ¡cinco pesetas!

Tal vez por eso, porque el fútbol aún era un espectáculo de segunda fila, el "caso Garchitorena" no mereció las primeras páginas de los periódicos, como ocurriría medio siglo después... en España. Italia había aprendido antes la lección, como lo prueba el famoso Orsi, el extremo izquierdo argentino que jugó la Copa del Mundo de 1934 y fue factor decisivo en el triunfo de la "squadra azzurra" de Vittorio Pozzo.

Y ya que estamos en eso, recordemos que también fueron los italianos los que en los años cincuenta continuaron siendo maestros en el arte de la "falsificación", apelando a todos los procedimientos: desde comprar la voluntad de algún oscuro cura de parroquia aldeana para buscar unos abuelos apócrifos al jugador que el club quería contratar, hasta hacer afirmar al "as" apetecido que no tenía madre...

En el "escándalo Garchitorena" no se llegó tan lejos. Aquel elegante "playboy" era sólo un amateur que gustaba de jugar al fútbol y buscaba un trampolín para la fama. Ciertamente la consiguió, pero también hizo perder un título al Barcelona y nada menos que en favor del Español. Algo que molestó entonces a los 2.000 socios azulgranas y produjo la alegría de los 500 del Español. Aunque en el lejano 1916, recordémoslo, cuando la Primera Guerra Mundial arrasaba Europa y Carlos Gardel comenzaba a apuntar su leyenda, el fútbol tenía otra dimensión.

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No me importaría perder todos los partidos, siempre y cuando ganemos la Liga.


(MARK VIDUKA, jugador australiano)

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¡Perfecto! Dile que es Pelé y que vuelva al campo de inmediato.

(JOHN LAMBIE, ex entrenador del Patrick Thistle, cuando el masajista le comunicó que un delantero que había chocado con un rival no recordaba quién era en ese momento)

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Si yo tuviera la mujer que tiene Figo, tampoco saldría de mi habitación.

(RONALDO, ex delantero del Real Madrid, al pedirle el presidente del club, Florentino Pérez, que saliera menos y tomara como ejemplo a su compañero Figo)

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¿Hooligans? Bueno, para empezar están los presidentes de los clubes.

(BRIAN CLOUGH, entrenador inglés)

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Nunca disputé los balones aéreos en el Liverpool. Se sabe que cada vez que cabeceas el balón se pierden ciento cincuenta neuronas. Así que mandaba a Mark Lawrenson a hacer ese trabajo. Siempre conviene delegar, es la prerrogativa de los capitanes.

(ALAN HANSEN, ex jugador del Liverpool)

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Con las portadas de los periódicos sólo suelo estar de acuerdo con la fecha y con el precio.

(JOHN BENJAMIN TOSHACK, entrenador inglés)

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Tan importante como jugar bien es no estorbar...

(JAVIER IRURETA, entrenador español)

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La otra tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú.

(WASHINGTON “Pulpa” ETCHAMENDI, técnico uruguayo, a un jugador tras una goleada en contra un día de lluvia)

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El fútbol es como una frazada corta: si te tapás la cabeza, te descubrís los pies y si te tapás los pies, descubrís la cabeza.

(ELBA DE PAULA LIMA -Tim-, técnico brasileño, campeón con San Lorenzo de Almagro en 1968)

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El duelo de los poetas


En 1928 el FC Barcelona y el Real Sociedad jugaron en Santander la final de la Copa de España. Fue un duelo épico, pues hubo que disputar tres partidos para decidir el campeón (por aquellos años no había penales ni prórrogas). En el partido decisivo, el húngaro Franz Platko (foto), portero del Barcelona, se convirtió en héroe al detener varios goles marcados estando en malas condiciones físicas.
El poeta Rafael Alberti, que vio el partido, contó impresionado como el guardameta "fue acometido furiosamente por los de la Real y quedó ensangrentado, sin sentido, pero con el balón entre los brazos... Luego reapareció, vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar".
Los catalanes ganaron la Copa y Alberti escribió su "Oda a Platko".



Oda a Platko (Rafael Alberti, España, 1902-1999)

Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia, ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
Guardameta en polvo,
Pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie,
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la hierba de otro país,
¡Tú, llave, Platko, tú llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No, nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko
volvió su espalda el cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas, sin viento
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por tu sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.

No, nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar
fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza
Fue tu vuelta.
Azul heroico y grana
mando el aire en las venas
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin
plumas, encalaron la hierba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
!Y todo por ti Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie, se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
!Oh Platko, Platko, Platko
tú tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no nadie, nadie, nadie.


Pero el gaditano no fue el único poeta que estuvo en ese día en la grada. Rafael Celaya, hincha del equipo donostiarra, vio las cosas de manera bien diferente y lo contó en su "Contraoda del poeta de la Real Sociedad", convencido de que el triunfo barcelonista se había producido gracias a la ayuda del árbitro.
La devoción de Celaya a la Real fue correspondida cuando, a su muerte, los jugadores de San Sebastián portaron brazaletes negros durante un partido contra el Athletic de Bilbao.



Contraoda del poeta de la Real Sociedad (Gabriel Celaya, España, 1911-1991)

Y recuedo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tu,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque yo estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

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