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El penal perfecto


Es la situación más crítica del fútbol. Arquero y ejecutante. Solos. Mano a mano. Casi un duelo de Far West. En sus 111 años de vida, el penal dio material a la crónica deportiva, al cine y a la literatura. Ahora, a la ciencia. El Research Institute for Sports and Excersises Scienses de la Liverpool John Moores University dice haber encontrado la fórmula para que cada disparo termine en la red.

Los investigadores estudiaron los remates con las imágenes televisivas de la Premier League inglesa, sobre todo con las cámaras ubicadas dentro de los arcos. Compararon la distancia del punto de ejecución a la línea de gol (11 metros), hicieron una media de alcance de brazos y despegue de piernas de los arqueros y de velocidades de la pelota y lugares del arco más elegidos. Así, recomiendan que la pelota debe tener una velocidad mínima de 105 kilómetros horarios (65 millas) y el lugar ideal es el punto ubicado a 50 centímetros del travesaño (ubicado a 2,44 del piso) y a 50 del palo elegido por el ejecutante.

La John Moores University nació en 1992, como expansión de una escuela Politécnica fundada en 1893. Hace poco, otro estudio de sus laboratorios causó revuelo: se pierde un kilo de peso mensual jugando al Wii, de Nintendo, media hora diaria. Este mes acaba de firmar un convenio con el Real Madrid para el que creará métodos de entrenamiento Uno de los rectores es Brian May, guitarrista de Queen y astrofísico.

Los especialistas estudiaron horas de imágenes de alta definición provistas por la cadena Sky Sports Uk instaladas detrás de la línea de gol y "descubrieron cómo concretar cada tiro desde los doce pasos sin riesgo a fallar".

El estudio agrega que "si el jugador espera más de 0.41 milisegundos un movimiento del portero, la posibilidad de éxito se reduce a la mitad". De todos modos, entre tantas precisiones no se tomaron en cuenta condicionantes metereológicas ni ambientales.

En 1890, William Mc Crown propuso a la International Board la creación del penal. El primero se ejecutó en 1897, en Stoke-Notts. Más de un siglo después, el asunto sale del laboratorio sin novedades. El resultado del estudio se traduce al lenguaje futbolero: un sablazo al ángulo es inatajable. Sin embargo, hay otros elementos que no fueron tomados en cuenta por el RISES. Carlos Babington, por ejemplo, sostiene que es difícil rematar siempre igual. Y tiene razón. Y luego está la cuestión de estilo.

Como recomiendan los científicos ingleses pateaba Daniel Passarella (aunque nunca tan al palo, sino más al medio especulando con el movimiento del arquero). En la línea de los cañoneros se puede ubicar a Bernabé Ferreyra, Santiago Vernazza o Mario Boyé en los primeros tiempos del fútbol local. A Ricardo Pavoni, Héctor Scotta, Luis Nicolau, Aníbal Tarabini, Gabriel Batistuta o José Luis Chilavert, más acá. En otra línea, la de los que tiran a colocar, deben ubicarse a dos fenómenos: José Rafael Albrecht y Omar Corbatta.

Hoy, Ariel Ortega, es el más conocido de los colocadores. Y la mayoría, reúne potencia y dirección en proporciones parecidas. En una tabla de conversiones según los remates realizados, detrás de Albrecht se ubican José Leonardi (25 de 27); Oscar Mas (30 de 33); Santiago Santamaría (27 de 30); Pedro Barrios (33 de 37); Corbatta (39 de 45); Enzo Francescoli (38 de 44); Néstor Gorosito (29 de 34); Carlos Babington (56 de 66) y Miguel Oviedo (28 de 33). Cristian Lucchetti, ¡un arquero!, es el más goleador de penal de la actualidad, con 14 goles en 19 remates.

Para gritar gol, siempre queda el recurso de Johan Cryuff. En 1972, en el Ajax, llegó a la pelota, se paró y la tocó hacia adelante. Fue un pase a Jesper Olsen. Y fue gol de Olsen...


Es relativo (Carlos Babington, ex internacional argentino)

Es muy posible que si se patea el penal tal cual sugieren, se convierta en gol el remate. Pero eso es relativo porque la perfección no existe. Reunir todas las condiciones una vez, no es descabellado. Pero repetirlas, es imposible. Ningún jugador puede repetir un remate más de una vez de forma idéntica. Hay factores que convierten a cada penal en irrepetible. El contexto influye. La serenidad del pateador, el resultado del partido y el estado anímico del jugador siempre gravitan.

(tomado del portal digital “Infobae” del 25 de Marzo de 2009)

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El ex internacional de Inglaterra Jimmy Greaves tiene un dicho que lo ha hecho muy famoso en el Reino Unido: "El fútbol es un jueguecito de lo más curioso". Es muy posible que Greaves usara por primera vez la frase en Viña del Mar durante la Copa Mundial de la FIFA Chile 1962. En el partido de la derrota de Inglaterra por 3-1 a manos de Brasil, un perro se coló en el terreno de juego y, en plena carrera por el césped, esquivó a todo jugador y recogepelotas que intentó atraparlo. ¡Se zafó incluso del legendario Garrincha! Pero Greaves, muy perspicaz, se puso a cuatro patas a la altura del chucho, lo miró fijamente a los ojos, lo levantó del suelo en brazos y se lo entregó al representante del campo. La normalidad volvió a reinar en el partido.
O eso parecía. Greaves empezó a notar en el pecho una sensación rara, como una humedad tibia que le empapaba la camiseta, y no era precisamente su sudor. Los espectadores se lo estaban pasando en grande, al igual que Garrincha, que acababa de decidir que aquel animal era su mascota de la suerte. "Empecé a apestar de tal manera... era asqueroso", recordaba Greaves. "Yo no me explico cómo no gané aquel partido yo solo... ¡desde aquel momento ningún defensa brasileño se atrevió a acercarse a mí!".
Cuatro años más tarde, cuando robaron el Trofeo "Jules Rimet" del vestíbulo central de Westminster durante la exposición Stampex de Stanley Gibbons, un perro volvió a acaparar toda la atención en Inglaterra. Un año después del robo, Pickles, el perro del señor David Corbett, recuperó el trofeo en un seto de acebo de una propiedad situada en el sur de Londres y, por la hazaña, ganó para su dueño las 5.000 libras esterlinas del rescate: una cifra cinco veces superior a la prima que había cobrado cada uno de los jugadores de la selección inglesa cuatro meses antes por la conquista de la Copa Mundial de la FIFA.



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Al ser real el tiempo que se juega, se engendra una doble tensión: la del juego en sí y sus incidencias y la de la lucha que se establece contra el paso del tiempo... Así, la pugna contra el destino -los 90 minutos incontenibles- conduce a ese lapso arbitrario en que caen goles dolorosísimos.

(JUAN NUÑO, filósofo venezolano)

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Alfredo Di Stéfano fue ídolo y modelo. Lo vi jugar pocas veces, desde niño, y me deslumbró. No trato de imitarlo, porque los genios no pueden ser imitados. Me siento feliz cuando me comparan con él, pero siento que exageran.

(JOHAN CRUYFF, ícono viviente del fútbol holandés)

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Final (Rodrigo Fresán - Argentina)


Jorge Luis Borges -ese escritor que aborrecía el fútbol porque “es feo estéticamente. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos... Mucho más lindas que el fútbol son las riñas de gallos. Ocurren ahí nomás al lado de uno, son ideales para miopes”- se había muerto unos días antes, casi al principio de todo el asunto, el 14 de Junio.

A mí, recuerdo, me divertían las opiniones de Borges. El fútbol nunca me había atraído demasiado y si bien podía apreciar la belleza sobrenatural del segundo gol de Maradona contra Inglaterra, obligado a elegir un deporte, continuaba prefiriendo la previsibilidad zen del baseball contagiada por cortesía de un tropical exilio durante los ‘70.

El destino prefijado de correr alrededor del diamante esmeralda siempre me había parecido más literario que el fútbol, donde el libre y poco estético albedrío condenado por Borges me hacía recordar, por momentos, la desordenada y suicida carrera de lemmings en busca de un precipicio. Algo tan ajeno como digno de ser alcanzado.

Durante mi infancia lejos estuve de ser un animal de plaza y pelota. Para el año '86 todavía no había pisado una cancha más que para asistir a algún concierto de rock. Mi bautismo de fuego tuvo lugar muchos años después con el célebre match entre San Lorenzo y Vélez interrumpido por falta de pelotas. Me hice de San Lorenzo por cuarenta y cinco minutos, me reí mucho y no volví más.

Tampoco mi familia había profesado devoción alguna por el fenómeno. Mi padre, creo, supo jugar al básquet en los Campeonatos Evita y eso fue todo.

Y aun así, ahora me había comprometido a no perderme partido alguno. Compaginaba horarios con mis actividades en una revista gastronómica y postergaba la escritura de cualquier cuento porque, bueno, acompañar a los muchachos se había convertido en lo más importante, en lo único digno de ser tomado en cuenta.

Pronto aprendí a reconocerlos de lejos adelantándome incluso a la voz certera del relator. Pronto tuve la seguridad de que ese Mundial iba a ser nuestro. México iba a ser una fiesta, supe.

Claro que todo milagro tiene una explicación racional así como toda proeza de Schwarzennegger descansa sobre un mullido lecho de efectos especiales preparado y tendido por especialistas. He aquí el truco detrás de la magia: México no era una fiesta.

La casa de mi madre quedaba en la calle México y allí había llegado yo el día exacto de la muerte de un escritor llamado Jorge Luis Borges. Mis días junto a mi pareja de entonces se habían convertido en lo más parecido a una riña de gallos miopes. Heridas y plumas y la imposibilidad de verse. Por eso ahora estaba viviendo el Mundial en la casa de mi madre. Viendo todo en un pequeño televisor blanco y negro como si fuera la primera vez, reprochándome en voz baja el espanto ahora incomprensible de haber estado fuera de todo durante todos estos años.

Había despreciado el milagro con la incredulidad de Santo Tomás pero -aún así- había sido perdonado y ahora se me permitía ser parte del paraíso vía satélite bebiendo todas y cada una de las palabras de Macaya Márquez como si se trataran de colores alucinados por Quetzalcóatl sobre el verde del Estadio Azteca, como si fueran los dictámenes de un Moisés enfurecido cuyas opiniones descendían como mandamientos inapelables mientras yo jugaba en los Campos del Señor.

El día que ganamos, recuerdo, fue la noche en que yo comprendí -agotados los minutos suplementarios- que el partido que venía jugando con o contra mi pareja de entonces estaba irreversiblemente perdido.

Fuimos a comer, teorizamos una vez más sobre posibles estrategias para un próximo encuentro que intuíamos innecesario y perdido de antemano, y -de regreso a México (calle), mientras el paisaje alrededor del Obelisco remitía indistintamente a las abigarradas delicias del Bosco o a los primeros tramos de 2001: Odisea del espacio, a cualquier postal de Cecil B. De Mille- me prometí hundirme, esa medianoche, en el programa especial sobre lo mejor de México '86.

El segundo gol de Maradona contra los ingleses seguía siendo tan hermoso como entonces, pocos días atrás, sí, no había ilusión o ingenio mecánico detrás de ese milagro. Había sido algo fuera de este mundo. Una revelación. Afuera, en San Telmo, alguien vaciaba un revólver en el frío de la noche con inequívocos modales de mariachi austral.

Algunas semanas después del final y la final conocí a la mujer de mi vida y -sí, yo estaba curado- el fútbol dejó de interesarme otra vez, para siempre.

(publicado en 'Página 30', suplemento del diario argentino "Página 12" -1993-)

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-¿Le tocó vivir alguna situación incómoda por su condición de argentino?

-Lo más incómodo llegaba cuando jugábamos de visitante: el público del equipo rival cada vez que tocaba la pelota gritaba un uhhhhh repetido, siempre. Pero algo muy light. Imaginaba que un inglés acá en Argentina no podría haber jugado...

-¿Cómo se sentía esa dualidad?

-Ellos sabían separar al futbolista de esa situación que nosotros no habíamos provocado. Ellos decían: "Ese es un conflicto entre gobiernos y no entre personas comunes". Esa distancia siempre me pareció muy inteligente de parte de ellos.

-¿Cuál era su sensación de una guerra tan cercana y tan lejana a la vez?

-Ellos estaban muy acostumbrados a ese tipo de situaciones de conflicto. Siempre tuvieron muchísimas colonias. Lo tomaron como un conflicto más. Pero a medida que fue creciendo, la preocupación era más grande. De todos modos, en Inglaterra, no se vivía de manera tan masiva. Lo único que me molestaba era que la información argentina no coincidía con la inglesa. Me parecía que eran mucho más precisos los datos que tenían ellos. Y me pasaba al charlar con mis familiares: me encontraba con que me contaban una cosa y acá se decía algo muy distinto. Y el tiempo me dio la razón de que la información argentina era distorsionada. Sentí que habían engañado a mi familia, a la gente. Por más dura que sea, siempre tenemos derecho a saber la verdad... Eso me dolió mucho.

-¿Cómo fue el trato cada vez que volvió a Inglaterra?

-Espectacular. Estoy yendo seguido... Hace 25 años que no juego ahí y todos se acuerdan de mi paso. Incluso nuestra generación, la mía y de Osvaldo, está llegando a la etapa del museo de la fama del club. En breve vamos a tener un lugarcito...

-¿Te volvieron a hablar de las Malvinas?

-Nunca.

(JULIO RICARDO VILLA, ex internacional argentino, recordando su paso por el fútbol inglés en plena Guerra de Malvinas -1982-, en diario “Clarín” del sábado 7 de Abril de 2007)

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¿Juegas al fútbol por que te gusta o por dinero?

Por que me gusta.

¿Por qué club ficharías?

Por el que más me pague.

(SAMUEL ETO'O, jugador camerunés del FC Barcelona, respondiendo las preguntas que le realizó un niño en una rueda de prensa, Febrero de 2008)

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Muchos de mis compañeros están muertos, demasiados... En mi época se hacía cualquier cosa por jugar. Tomábamos y consumíamos lo que fuera, con tal de estar dentro del equipo.

(SALVATORE GARRITANO, 53 años, ex delantero del Ternana, Torino, Atalanta, Sampdoria, Bologna y Pistoiese, respondiendo el 8/1/2009 acerca de las sospechas del abuso de medicamentos en el ‘calcio’ en las décadas del 70 y 80)

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Desde el día que nací... (Hernán Gávito - Argentina)


El fútbol se llamaba "la pelota", y la pelota la armábamos con trapos. A todos nos gustaba jugarlo y, desde lejos, nos llegaban los ecos de jugadores fantásticos y de grandes equipos: Alumni, River, Independiente, San Lorenzo ... se hablaba de ellos en los diarios que, a veces, traía mi padre.

No eran muchas las familias que vivían junto al río, pero en cada una había hijos como para que casi se pudiera armar un equipo completo.

Fue por entonces, que algunos vecinos empezaron a decir que ellos eran de Boca, otros de Colón, porque era de Santa Fe, explicaban.

Una tarde, mi hermano mayor, que tendría 13 ó 14 años, le preguntó a papá lo que todos nos empezábamos a preguntar:

-Nosotros ¿de quién somos?

Papá, con su habitual seriedad, pareció meditar unos segundos:

-Dejáme pensarlo.

Al rato, como todos seguíamos cerca de él en ansiosa espera, nos dijo:

-Cuando vaya a Buenos Aires, voy a hacer unas averiguaciones y les voy a decir.

Una vez por mes, papá se iba con un par de amigos a Buenos Aires. Salía el viernes al mediodía y volvía el domingo a la tardecita o, a veces, el lunes a la mañana.

Para nuestra preocupación, todavía faltaban casi dos semanas para que volviera a viajar. Durante todos esos días antes de su viaje, jugábamos a la pelota como con menos entusiasmo, como con cierta angustia, ¿de quién seríamos?

Los que lo sabían eran hinchas, llevaban la camiseta puesta en la ilusión.

Por fin, un viernes nublado, papá salió, con su ropa elegante, bien afeitado, bien peinado, con olor a colonia y con su bolso de siempre en la mano.

El fin de semana fue interminable. No se lo conté a nadie pero el sábado a la noche casi no pude dormir.

El domingo era un día de brillante sol de verano, supongo que de un calor tremendo pero, para nosotros, el calor no era calor, era la vida, como el Paraná, como los sauces, como los caminos polvorientos y el canto de los sapos.

En algún momento, mientras dormitábamos la siesta obligada, Laureano le preguntó a mamá si papá vendría esa tarde o el lunes a la mañana. Ella no lo sabía. Pensé que me iba a resultar espantoso pasar otra noche con aquella incertidumbre, con aquel cosquilleo del alma.

Al atardecer, estábamos metidos en el río, desnudos. Pescábamos anguilas. Pero yo me pasaba casi todo el tiempo dado vuelta, mirando la calle de tierra que bajaba por la barranca. De pronto, como si hubiera sido un duende portador de la felicidad, vi aparecer a papá: alto, flaco, morocho, caminado altivo con su paso rápido y ágil.

¡Llegó papá! -grité.

Creo que mis dos hermanas mujeres no, pero los otros siete salimos corriendo a recibirlo. Siempre nos alegraba su llegada pero esta vez era diferente. Era... emocionante.

Nos saludó con su cariño parco, tocándonos la cabeza. Entró a la casa. Saludó a mamá. Se sacó la camisa. Puso sobre la mesa algo que había traído para convidarnos y que empezó a desenvolver.

Estaba muy tranquilo, parecía que se había olvidado de la misión principal de ese viaje a Buenos Aires.

Al final, no aguanté más:

-¿Y papá? ¿de quién somos?

El adoptó un aire circunspecto y nos dijo con más pausa de la que le era habitual y que fue la única vez en mi vida que la sentí como una lentitud desesperante:

-Bueno... estuve averiguando, y estuve pensando... Somos de Independiente.

Lo escuché y sentí que el corazón me dio un salto, que no me hacía falta haberlo escuchado porque yo siempre había sido de Independiente; había nacido de Independiente.

Ahora todos sabíamos de quién éramos.

Papá siguió explicando que era un equipo de gran juego, que tenía su propio estadio ¡ de cemento ! y con visera, el único en América. Y que lo había construido el club sin pedirle plata a nadie.

Laureano le preguntó de qué color era la camiseta.

Imagino que es imposible que yo lo supiera pero la respuesta de papá fue, de nuevo, algo así como la confirmación verbal de lo que ya estaba en mi mente: roja, por supuesto. Eramos de los grandiosos 'Rojos de Avellaneda'.

Con la rosada luz del atardecer, antes de que nos fuera imposible por la oscuridad, salimos corriendo a jugar a la pelota. Teníamos un entusiasmo que jamás habíamos sentido. Estábamos orgullosos y felices. Llevábamos sobre el pecho una maravillosa camiseta roja invisible a los ojos.

Éramos de Independiente... para siempre...

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¿Para ser arquero hay que estar un poco loco o ser muy masoquista?

Hay que ser muy inteligente. Este es un puesto para inteligentes, al menos según la manera que yo tengo de sentir el fútbol. No se trata sólo de volar de palo a palo, sino de leer el juego, buscar que la jugada sea más sencilla antes de que se transforme en peligro. Así como lo hizo Amadeo, el maestro de todo, el 'Flaco' Errea y Hugo Gatti.

En los '60 había una frase que decía: “wines locos, arqueros boludos” ¿La suscribís?

Para nada. El de arquero es un puesto difícil, sufrido, ingrato pero de mucho reconocimiento también.

¿Y hay que tener el ego potenciado también?

Mucha capacidad de absorción en circunstancias difíciles, diría yo. Y el que ve eso es el técnico. El DT ve si tenés las pelotas suficientes para recomponerte enseguida de un error. Burgos es el primero en ese rubro.

De los que se quedan pateando en las prácticas, ¿quién te tuvo de hijo?

El 'Loco' Willington, en Talleres. Le pegaba de una manera monstruosa. También me las metía en la cara, me decía que había que aguantar. Trabajaba más para él que para mí el hijo de puta, se divertía.

(ÁNGEL DAVID COMIZZO, ex arquero argentino, en revista "El Gráfico" de Mayo de 2002)

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El árbitro tiene una omnipotencia muy grande. Un juez tiene que saber que es un ser humano y aprender a aceptar sus errores. Yo al principio de mi carrera no lo hacía. Los lunes a la mañana desayunaba con todos los diarios, después escuchaba todos los programas de radio y veía los de la televisión. Ni quería salir de mi casa.

(HORACIO ELIZONDO, ex árbitro argentino, en declaraciones formuladas a la señal de cable TyC Sports, 08/01/09)

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Hay quienes dicen que el mejor es Maradona, otros que Pelé... ¡yo me quedo con la pelota!

(JORGE "El Mágico" GONZÁLEZ, el mejor jugador salvadoreño de todos los tiempos)

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Maradona por siempre (Los Ratones Paranoicos - Argentina)

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"Es la noche del 28 de Diciembre; suena el teléfono y respondo. Miro la hora: las 11 y media. Mi hermano Marcelo me habla desde la ruta.

-¿Te acordás del 31 de Mayo del ´98, cuando te dediqué el campeonato de Vélez en “Fútbol de Primera”?- me descerraja a boca de jarro…

Cómo no me voy a acordar…

-Bueno,- continúa, inexorable- creo que no debí haberlo hecho...

Por una décima de segundo me estremezco. Lo imagino irrumpiendo en “Fútbol de Primera” a paso redoblado, dispuesto a enmendar la injusticia retirándome el homenaje; involuntariamente, aprieto el puño como atrapando un talismán…

-Tengo tres razones -explica-. La primera es que uno no debería disponer de la totalidad de lo que sólo es parcialmente propio. Aquella noche, campeones habíamos salido todos, los jugadores y yo, de manera tal que al haber estado ausente del programa el plantel completo, yo no debí apropiarme de ninguna manera de lo que no era mío. …- La segunda razón es que si una dedicatoria contiene un sentido eminentemente personal, ya que uno expresa un sentimiento íntimo, de dicho modo debería hacérsela llegar al destinatario, y no por televisión. …- En tercer lugar, -cierra- uno no debe dar al periodismo una herramienta tan poderosa como el conocimiento de la propia emotividad desnuda. Si todos los que acceden a ella le fueran a dar el trato que merece un sentimiento noble, podría ser, pero no hay garantías, no hay garantías.

…La conversación gana caudal… Una parte de mi cabeza repite una maniobra que vi en algún partido de los que jugó la selección nacional, una jugada que sólo puede concebir una mente martirizadamente concienzuda.

Ortega toma la pelota, y el soplo de su irreflexión la conduce entre las piernas de varios rivales, se la pasa al Piojo López que generosamente se estira sobre la otra banda, como hacen los corredores olímpicos que están a punto de cruzar la meta, como hacen los pájaros, y éste la hace llegar a Batistuta, que está en el lugar justo en el momento adecuado, en ese sitio inacabablemente identificado y ocupado durante los fatigosos entrenamientos. Batistuta, con un remate despiadado transforma las largas horas de falta de autoindulgencia, de aplicación y de tenacidad, en gol argentino…

…Recuerdo que le hablé de ese gol a mi hermano Marcelo.

-, me dijo, pero en las prácticas Bati no disparaba con violencia, sino que tenía que tocar suave a un costado del arquero, tomándolo a contrapierna. El tanto que te gustó no debió haber sido gol. Te voy a dar tres razones por las que no es justo que la jugada terminara como terminó...

(fragmento del libro "Argentina, una luz de almacén", de Rafael Bielsa, el hermano de Marcelo, en donde el autor cuenta un par de anécdotas que lo tienen al 'Loco' como protagonista)

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Jugar bien al fútbol es una suma de elementos: crear muchas situaciones, recibir pocas y tener contundencia. Y, a eso, para el paladar argentino hay que sumarle que el recorrido debe ser por abajo.

(MARCELO BIELSA, actual entrenador de la Selección de Chile -2003-)

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Se desconoce la fecha de fundación del Sevilla Balompié, pero el Real Betis es tan atípico que celebra su boda de oro cuando le viene en gana.

(artículo de Federico Saez de Robles publicado en la revista española “Semana”, año 1959)

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Entrevista a Germán Burgos


De las profundidades de un humilde estudio de grabación aparece una figura imponente, de casi 1.90 metros de estatura, que estrecha la mano con firmeza. Una mano que ha agarrado balones y micrófonos a partes iguales. Chaleco vaquero, pantalón ceñido y gafas oscuras, como su melena, esconden a Germán “Mono” Burgos (Mar del Plata, Argentina; 1969), cantante de rock del grupo “The Garb” y ex portero de, entre otros, River Plate y Atlético de Madrid. Se autodefine como “metódico, esquemático y obsesivo”; de hecho, confiesa que “no tendría por qué estar aquí. Estamos empezando a grabar las baterías del próximo disco, así que yo no intervengo. Pero me gusta estar presente, y de paso realizamos la entrevista con tranquilidad”. Una entrevista que transcurre entre carcajadas y humo, el de un tabaco que no puede abandonar a pesar de haber tenido un tumor en el riñón (“Soy un enfermo. Lo dejé cuatro meses y me peleaba con todo”). Éste es el “Mono” Burgos: un ganador de los pies a la melena.

Pregunta: Para empezar, ¿cómo prefiere que le llame, Germán o ‘Mono’?

Respuesta: Como quieras. Esta cara acepta cualquier apodo. Te diré que mis amigos me llaman ‘cabezón’. No me molesta lo de ‘mono’, es como la creación de un personaje. En Argentina son muy normales los motes; el juego es tan veloz que hay que ahorrar tiempo, por lo que se usa algún rasgo distintivo como denominación.

P: Columnista del diario Marca, comentarista del programa “Tablero deportivo” en RNE y co-presentador de los deportes en los Informativos de la tarde del fin de semana en Telemadrid. ¿Usted nos quiere quitar el puesto?

R: Son ellos los que me llaman a mí, no yo a ellos (risas). La verdad es que ahora que estoy “en el otro lado”, no veo las cosas de otra forma. Siempre comprendí que esto es un juego, y cuando conoces sus reglas ya es muy fácil. Yo lo hice y me lo pasé muy bien. Los jugadores a veces no entienden que el periodista tiene que trabajar, y por eso se enfrascan en un lugar común para no quedar mal. Eso no les invita a tener humor. Aunque prefiero eso a uno que, sin tener gracia, intenta ser humorista.

P: Hablando de ese “otro lado”: también se está sacando el carné de entrenador.

R: Sí, además de mi papel en los medios de comunicación, ahora estoy realizando las prácticas para entrenador nacional con el Atlético de Madrid C, en 3ª división. Bueno, también trabajo con mi grupo, “The Garb”.Y a veces también atiendo a mi familia (risas). Es cierto que hago muchas cosas, pero yo me veo en cualquiera de esas facetas. Si no creo que lo vaya a hacer bien, simplemente no lo hago.

P: Hasta hace poco fue entrenador de porteros en el Alcorcón, equipo madrileño de 2ª B. Desde su experiencia como jugador, entrenador y comentarista, ¿qué necesita un buen cancerbero?

R: Valor para convivir con el gol, saber que es imposible que no te hagan uno. Sólo tienes la red detrás, por lo que va a ser más evidente el fallo del arquero que el del defensa o el delantero. Y, claro, luego hay que ser un ganador, pero no sólo por la actitud. Yo fui un ganador por las ocho copas que gané. Si quedas segundo no te ven. En cuanto al aspecto técnico, creo que es esencial que en los entrenamientos, desde niños, los porteros jueguen también en otras posiciones. Mi entrenador Carlos Timoteo Griguol (quien me dio el mote) me ponía de delantero, por banda, de central…a los 6 años. Me hacía sacar en diez segundos. Todo eso me daba una agilidad y un toque de balón tremendos. Siempre fui un portero-jugador, no limité mi espacio a la portería. Era muy arriesgado, pero me encanta convivir con el peligro.

P: Con esa forma de jugar, ¿cuántas veces le han dicho “Germán, está loco”?

R: Me lo digo yo mismo a diario. Sin embargo, jamás he recibido ninguna crítica por parte de mis clubes. Soy un tipo muy metódico, me gusta hacer las cosas bien y ganar. Pero hacia fuera sale otra imagen. Yo iba todos los días dos horas antes al entrenamiento, y si no me moría de vergüenza. Llegaba antes que el utilero. Por eso mismo siempre fui uno de los líderes del plantel. Hasta me llevaba una bolsa enorme con mi ropa: cuatro pares de guantes, dos gorras, setenta cintas del pelo, una camiseta con la foto de mis hijos, dos pares de botas…La camiseta también me la llevaba a mi casa y la lavaba yo. El equipo sólo me ponía los pantalones y las medias. En ese sentido soy insoportablemente obsesivo.

P: Quizá su aspecto físico hacía pensar lo contrario. Por cierto, ¿cuándo dejó de ir a la peluquería?

R: Mi ‘viejo’ es peluquero. Nací dentro de una peluquería, aunque no lo parezca. Por eso mismo cuando Daniel Passarella, seleccionador de Argentina en el Mundial de Francia 98’, dijo que prefería que sus jugadores no llevaran el pelo largo, a mí no me costó nada cortármelo. Era un día más en la peluquería. Yo, por ejemplo, no entendí a Redondo, que dijo que no se lo cortaba y por eso no fue al Mundial. Fue muy criticado; negar a la selección argentina es terrible. Yo me habría cortado hasta los pelos del culo, si hubiera sido necesario. Pero bueno, al igual que por mi carácter, nunca ningún club me ha censurado mi imagen. Tampoco creo que lo hubiera permitido. Además, quien te contrata no es tonto: si te ve vestido de comunión y luego no vas así, se va a sorprender. Yo siempre fui igual: detesto el traje y la corbata, pero como no soy un maniquí, no me lo tengo que poner.

P: Y un rockero como usted, ¿cómo aguantaba las concentraciones antes de los partidos y la abstemia que conlleva todo deporte?

R: Porque me muevo en personajes. No tengo problema en adaptarme, en decir que no a la música o a ir a conciertos de amigos. Máxime si hay un objetivo que cumplir. Y hasta que no lo consigo, no paro. Para eso soy muy esquemático, y ésa es mi ventaja. Todos sospechan de mí, esperan que falle, pero al final les sorprendo haciendo bien mi trabajo. Eso también me ha ocurrido en la música, pero nunca me importó. Sé que vengo de otro lado, de la televisión, y que no nací con una banda de garaje. Pero lo bueno es que el músico me acepta. He tocado con gente que si no les gustas te dicen que no: Javier Vargas, Mago de Oz, Pancho Varona…

P: Al compaginar la música con ese mundo de la televisión y el deporte, tuvo que presentar sus tres primeros discos en ciudades diferentes: Buenos Aires, Mallorca y Madrid. ¿Sus músicos no se quejaban?

R: No, para nada. Yo les traía a España, no los llevaba a Irán (risas).Además, voy cambiando de músicos. Esto no nació como grupo, sino como mi proyecto, así que es un grupo solista. Eso lo refleja el nombre, GARB. Son las iniciales de mi nombre, Germán Adrián Ramón Burgos. Lo saqué de mi padre, que como vivíamos en una cuesta, tenía miedo a que el coche se le escapara y puso unas maderas detrás de las ruedas. Entonces se pintó en las maderas sus iniciales, RAB, de Ramón Arnold Burgos, en blanco y sobre fondo azul. No sé para qué hizo tanto escándalo, pero me dio la idea.

P: Después del verano, en torno a Octubre, quiere sacar su quinto disco. ¿Qué me puede adelantar?

R: Dinero no (risas). Será una línea más dura, más hard-rock. Habrá alguna balada para las chicas que se acerquen al concierto. Aunque a vernos a nosotros viene cada bulldog con cadenas… Las chicas guapas ven a Bisbal, a Alejandro Sanz y a todos éstos que hacen música rara (risas). Claro que la edad y la figura no acompañan. Aunque realmente eso va y viene, no me importa. Sé que puedo estar flaco; el año pasado bajé 8 kilos. Lo que pasa es que no quiero. Ya estoy casado (risas). En cuanto a la edad…Tengo 39 años, pero me veo encima de un escenario siempre, como los Rolling Stones.

P: Diga, ¿usted qué piensa de las incursiones en la música que han hecho jugadores como Agüero o Drenthe?

R: Lo pueden hacer, pero no tienen ni idea de música. El rap de Drenthe y la cumbia que hace Agüero no existen. Yo llevo toda la vida en esto. Abrí una puerta a la gente del deporte hacia el mundo del espectáculo. Recuerdo que en uno de mis primeros conciertos, en Cañuelas (provincia de Buenos Aires) en el 93, me pinté la cara con un corcho negro y me puse un gorro para que no me reconocieran, porque yo ya estaba jugando en Ferro. Por el calor de los focos, a los quince minutos se me borró todo y me vieron. Después, cuando ya estaba en River, me puse a pedir en una plaza cantando para una cámara oculta de televisión. Yo decía “una moneda, señora, que River no está pagando últimamente”, o “del fútbol sólo no se puede vivir”, y la gente se empezó a juntar. Es como si el portero del Madrid se pone en la Puerta del Sol. Aunque Casillas no lo haría igual. Quizá Julio Iglesias, que también es del Madrid.

P: Hábleme del Atlético de Madrid. Necesito que me explique cómo un tipo internacional con su selección y en Primera División con el Mallorca decide irse a Segunda.

R: Porque te enamoras del objetivo, del desafío de ascender. Y porque el Atleti es el equipo del obrero. Es más fácil ser del Madrid o del Barcelona; sabes que algún día van a ganar. Cuando llegué a Mallorca y vi las riadas de aficionados rojiblancos que iban al estadio, se me ponía el vello de punta. Había un sentimiento derrotista, pero incluso en Segunda División llenaban los estadios. Yo lo comparo mucho con Racing de Avellaneda, en Argentina. Además, a la hora de irme al Atlético de Madrid, influyó muchísimo el entrenador, Luis Aragonés. Yo sabía que si estaba él íbamos a quedar campeones. Y él sabía que si me llevaba a mí saldría campeón (risas).Y así pasó: desde el primer día fuimos primeros en la tabla. Luis quiere ganar siempre y nunca duda. Los que dicen que está viejo se equivocan, no lo conocen.

P: Cuando se enteró del cáncer de riñón, ¿cómo reaccionó?

R: Bien, porque fue un jueves y jugaba el domingo y quería que me operaran el lunes. No me dejaron y me operaron el sábado. Lo cogieron a tiempo. Tuve mucha suerte.

P: ¿Tu familia cómo se lo tomó?

R: Yo sigo con la misma onda positiva, estaba bien, sin dolor. El tema era decírselo a la familia, y hablé con mi madre y me preguntó: “¿Quién te va a operar?” y le contesté “No sé, mamá, creo que el doctor ve bien de un ojo” (risas). Me lo tomé con mucha filosofía positiva.

P: ¿El cáncer es el peor penalti que has parado?

R: Sí, pero es más complicado el asunto, porque no te enteras de lo que te dice el doctor. Luego, cuando estás en el hospital, te das cuenta de lo que verdaderamente pasa. Después de que me operaron no sentía lo mismo.

P: Tras el tumor la retirada…

R: Así es. El tumor del riñón fue fundamental. Tras la operación yo estaba bien físicamente, pero llegaba dos horas antes al entrenamiento y pensaba “¿qué hago acá tan temprano?”. Me sentía extraño, como si el futbolista me fuera abandonando. Luego se dijo que había intentado sobornar a Regueiro, jugador del Racing de Santander, aunque judicialmente se demostró que fue una broma. También dijeron que me llevaba mal con el entrenador, Gregorio Manzano. Pero nada de eso influyó en mi retirada. Simplemente, ya no tenía ganas de jugar al fútbol. Me llamaron de Arabia y me di el gusto de rechazarlo. Me pareció bárbaro lo que me ofrecían, pero no quise irme. No tenía ganas de seguir en la cancha.

P: Una pena para los árabes. Imagínese que allí rueda un anuncio como el que hizo aquí, saliendo de una alcantarilla en la Gran Vía madrileña para anunciar la vuelta de ‘su Atleti’ a Primera…

R: Sí, seguro que lo habría realizado. Yo soy del mundo del espectáculo, siempre he estado muy ligado a eso. La verdad es que ya no sé qué personaje hacer. No sé qué espera Almodóvar para llamarme.

(entrevista publicada en la revista "Deporte y gestión de Madrid" Nº 20, Julio/Agosto de 2008)

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Coronel Olavarría, Provincia de Buenos Aires, sábado 17 de Abril de 1982. ¿Fecha histórica?. Sí, claro. Ese día en el estadio “Ignacio Zubiría” del club Racing de esa ciudad emergió del túnel la mismísima selección de Unión Soviética, la misma que en su inolvidable camiseta lucia la inscripción CCCP, para enfrentar a Loma Negra, un club que sin ninguna duda leyó 25 años antes en que se iba a convertir el fútbol local e impulsado por Amalia Lacroze de Fortabat y sus dólares salio a copar el campeonato nacional llenándose de figuras de la talla de Félix Orte, Armando Husillos y Osvaldo Rinaldi entre otros.
Días antes esta misma selección soviética había enfrentado a la selección Argentina en River empatando 1 a 1, el gol argentino lo convirtió Ramón Díaz.
El partido según las crónicas de la fecha fue mediocre, Loma Negra luego del pitazo final del árbitro Carlos Coradina consumó la hazaña. Ganó 1 a 0, gol de Husillos a los 36 minutos del segundo tiempo.
El “Ignacio Zubiria” se convirtió de repente en el cementerio de los elefantes de la década del 80´ ya que desde el 21 de noviembre de 1979, cuando había perdido por última vez en Tbilisi, Georgia, con Alemania Federal por 3 a 1, la selección soviética llevaba 18 partidos sin perder, sumaba 13 triunfos y 5 empates con 43 goles a favor y solo 10 en contra.
La recaudación fue de 12.000 dólares y estuvo muy por debajo del cachet cobrado por los soviéticos (30.000) pero en la tierra donde brota el cemento todo es posible.

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En aquel entonces Agüero era muy joven y Atlético pagó mucho por él, más 17 de millones de euros por un jugador que era riesgo.

(RAFA BENÍTEZ, entrenador español, tratando de explicar en “The Times” porqué el Liverpool desechó en 2006 comprar al jugador que brillaba, en ese entonces, en Independiente de Avellaneda)

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La cabeza es el portero, después están el central y el medio centro, que son el esqueleto, y el resto son las extremidades.

(GERMÁN BURGOS, ex arquero argentino)

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Balón de fútbol (Gerardo Diego - España)


Poner un balón, Dios mío.

Qué planeta de fortuna.

Vamos a los Arenales;
cinco hectáreas de desierto,
cuadro y recuadro del puerto.

Qué olor a la Tabacalera.

-Suelta ya el balón Incera.

-No somos once. -No importa.

Si no hay eleven hay seven.

Qué elegante es el inglés;
decir sportman, team, back;
gritar goal, córner, penalty.
(Aún no se ha abierto el Royalty.)

-Marca tú la portería;
textos y guardarropía.

-Somos siete contra siete.

Un portero y un defensa,
dos medios, tres delanteros;
eso se llama la uve.

Y a jugar. Vale la carga.

Pero no la zancadilla.

Yo miedo nunca lo tuve.
(Una brecha en la espinilla.)

Ya se desinfla el balón.

Sopla tu fuerte la goma.

Ata ya el cuero marrón.

El de badana en colores
déjase a los menores
para botar con la mano.

-Mañana a la Magdalena
a jugar contra el "Piquio".

Y al "Plazuela", desafío.

Tener un balón, Dios mío.

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En México, cuatro años después, hice un gol muy parecido al que les convirtió Maradona a los ingleses. Fue frente al Real Madrid en un cuadrangular. Arranqué desde la mitad de la cancha, eludí a cuatro jugadores y cuando salió Buyo se la tiré de derecha por arriba. Claro, el de Diego tuvo otro valor.

(OMAR PALMA, ex jugador argentino -1990-)

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Diego no tiene experiencia, a mí Maradona me revuelve el estómago, no es ejemplo de nada, en el '82 en el Mundial de España lo expulsaron por darle un planchazo a un brasilero, en el '94 tomó no se que cosa y lo dejaron afuera, aparte que se pelea con todos, ahora con Bilardo, yo ya lo dije, no va a llegar al Mundial, no hizo el curso de técnico, le regalaron un diploma y cuando entrenó a Racing casi lo manda a la B y a Mandiyú de Corrientes lo hizo desaparecer.

(JOSÉ FRANCISCO SANFILIPPO, polémico ex goleador argentino de la década del '60 en entrevista para MDZ online 21/03/09)

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Que busca Navarro Montoya en Tacuarembó es lo que no entiendo en el sentido que con la edad que tiene; porque la gente de Tacuarembó tiene que fijarse para poder crecer llevar jugadores que le puedan dejar algo y que en definitiva los beneficios que le puede dar Navarro Montoya no son los que le daría un jugador joven.

(JOSÉ LUIS CHILAVERT, ex internacional paraguayo, "atendiendo" al portero nacido en Colombia en "Hora 25 de los deportes" de que se emite por CX12 Radio Oriental de Montevideo -20/03/09-)

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El último pateador de punta (Carlos Hugo Mercapide - Argentina)


El juego del fóbal en el barrio, -por lo menos en el nuestro-. y hasta donde nosotros salíamos a competir por guita. Que era esa cuadra larga, que formaban las casas todas iguales del ferrocarril, terminando en el triángulo de las vías.

Fue transformando sus tácticas.

Se fueron dando cambios fundamentales en sus formas, -como algunos dirían- "en la filosofía del potrero", lógicamente sin perder el ancestral virtuosismo del toque, que es el condimento esencial de estos reductos polvorientos, donde se busca la gloria cotidiana tras la redonda.

Creo que todo comenzó cuando pusimos los arcos, que en realidad en un primer momento fueron solo dos tirantes erguidos plantados paralelos a cuatro "pasos de burro" de distancia, sin travesaños, con el cielo como limite o hasta la altura del que le tocaba atajar.

Si la toca es gol, sino es "alto" se reglamentaba, eso si, si no salta es gol por definición, para evitar la avivada.

Augusto "Puntin" Palomeque se había tomado ese año textualmente. Los últimos días de un caluroso diciembre, entre los petardos, cañitas voladoras, la ensalada rusa y el clericó de las fiestas se entero que el año entrante era bisiesto, y lo siguió al pie de la letra.

Ya desde los primeros días de enero comenzó con el ritual de las dos siestas, una a la mañana después del desayuno y otra "la normal" justo en el momento de más calor de la tarde. Lo despertaba la hermana con el mate, se calzaba los cortos, las "Flecha" y salía con su paso cansino, de número cinco antiguo, lento pero ágil para el quite, los pelos de la nuca aun alborotados por la almohada, camino de la canchita, donde los pibes estaban pateando todos en un arco o tirando centros "hasta que aprenda".

Así pasaba la vida, sin nervios, en el lejano y postergado pueblo, de esta Patagonia sin fin.

Alguna vez se le cruzó en los pensamientos, mientras dejaba que una tarde se fuera, -se fijó en su mente-, (como la búsqueda de la mujer ideal) y se transformó en su fantasma cada vez que iba a recibir un córner. Imaginaba que al elevarse para cabecear, quedaría mantenido en el aire para siempre, sin poder bajar, de ahí su insistencia para patearlos siempre él.

Los cambios en las tácticas fueron especialmente en el trato del balón, -en la sistematización de un avance en bloc-, se trataba de evitar la gambeta de arco a arco, -la apilada si-, pero no morfarsela solo. Rematar una subida con una descarga en pared, con un centro atrás bien colocado, con una pasada de largo que deja pagando al arquero, y -definitivamente descartar la definición de punta-, se buscaba terminar con ese maltrato a la de cuero, nunca más de puntin, utilizar para siempre el cariño del empeine.

Salvo para "Puntin" Palomeque, shoteador milimétrico, -micrométrico decían los más perfeccionistas-, único en la ejecución de los tiros libres, que para el asombro de circunstanciales espectadores o curiosos que detenían su paso junto a la canchita, para descansar las manos de las cortantes manijas de las latas de kerosén, siempre le daba de punta.

Creo que ellos comenzaron la leyenda, que luego se expandió de boca en boca inmortalizando al "último pateador de punta".

Sus hazañas que inevitablemente se fueron agrandando según el disertante, rápidamente pasaron los limites del barrio, y de lo real, se exageraban las distancias hasta lo infinito, hasta lo astronómico potrerilmente hablando.

Se decía que una vez la metió de setenta metros, con barrera de ocho hombres y el Gordo Orujo de arquero, que era decir mucho porque el gordo llegaba con los hombros al travesaño.

No se en que noche estrellada, pero la luna salió plateando el campito de pocos yuyos, eternamente barrido por el viento y la cruz del sur se clavó en el arco de enfrente, el que no da a la calle.

En el aire se respiraba el suave olor del verano.

Puntin volvía a la casa alumbrando su camino solo con la luz del faso, pensativo, alargando las dos cuadras finales, cuando entre las sombras del potrero alguien hacia "jueguito" con una bola blanca, flamante, perfectamente redonda, acariciándola sin hacer ruido, del empeine a la frente, de la frente al taco, del taco a la rodilla y así mágicamente por un tiempo fantástico, eterno, acrobático y lógicamente irrepetible.

Hasta que lo llamó en un ademán, como obligándolo.

-Metete..., que te mando un centro!

El muchachón tiro el cigarro sorprendido, y emprendió la carrera con su paso de siempre. Ecuación entre agilidad y vagancia, a enfrentar el fulbaso que ya había partido de la noche cerrada del lateral derecho. Venia en el aire brillando, quizá con un silbido, reflejando cada estrella que pasaba por sus gajos y encandilandolo cuando en uno se posó la luna.

Iba solo, el área era un páramo.

No sintió el "mía...!" del arquero, ni el empujón del estoper en la espalda, ni un compañero gritándole:

-Fijáte!

Sin marcas y en la oscuridad, se elevó en cámara lenta, seguro, con el gol en los ojos, midiendo la trayectoria, y en el impacto del frentazo con la globa estallaron luciérnagas prendidas, la blanca fulgurante rajó el aire, y se clavó en un ángulo del arco vacío, sin dejar sombra.

Augusto "Puntin" Palomeque, siguió en un vuelo etéreo, elevándose sin detener el salto, pasó el travesaño, el techo de las casas y los árboles más altos, hasta que una triste luna lo perdió en su luz y la noche borró su figura.

Nadie lo vio, pero yo sospecho, conociéndolo como lo conocí, que iba con una sonrisa en los labios, dándole el último adiós a los años de mayor libertad de su vida, la infancia.

Y que al gol no lo gritó, seguro..., por no romper la perfección del silencio.

(Mi agradecimiento a Carlos por permitirme publicar este cuento)

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En Agosto de 1984 la edición anual del afamado y prestigioso trofeo veraniego "Joan Gamper" reuniría al F.C Barcelona, al Bayern Münich, al Aston Villa y al Boca Juniors.
El 21 de Agosto de ese año el conjunto anfitrión se mediría al argentino por un lugar en la final. El partido terminaría con un sorprendente (e histórico) 9-1 a favor de los catalanes, que prácticamente ningún seguidor xeneize recuerda (o no quiere recordar).

Ficha del partido:

Barcelona (9): Urruti (Amador), Sánchez, Alexanco, Migueli (Moratalla), Julio Alberto, Víctor, Schuster (Esteban), Calderé, Carrasco, Archibald, Rojo (Marcos).

Boca Juniors (1): Gatti, Alvez (Berta), Córdoba, Pasucci, Alberto, Mouzo, Abdenebe, Krasousky (Matabós), Morena, Vázquez, Mendoza (Sotelo)

Árbitro: Marín López

Goles: Alexanco (2), Archibald (2), Caldere, Schuster, Carrasco, Esteban y Marcos

El trofeo Gamper finalmente se lo llevaría el Barcelona tras vencer en la final al Bayern Múnich por 3-1, mientras que Boca se resarciría de la tremendísima goleada encajada venciendo en el partido por el tercer puesto al Aston Villa.

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Por ahora Wanda Nara llama más la atención que Maxi López quién llegó a Brasil con mucha expectativa y poco produjo.


(diario brasileño "Lance", del 18/03/09, elogiando a la esposa del delantero del Gremio de Porto Alegre)

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Maradona es un ejemplo negativo. Fue un excelente jugador pero, por desgracia, todo el mundo puede ver lo que hizo con su vida. Además tenía defectos: no sabía cabecear.

(PELÉ, en declaraciones a la radio brasileña "Jovem Pam", 19/03/09)

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Joaquín Sabina le canta una canción a Maradona

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Lamentable papel cumplió Estudiantes de La Plata en Noviembre de 2000, cuando hizo una minigira por Costa Rica que le reportó algo de dinero y una vergüenza deportiva más grande que la mismísima ciudad de las diagonales.
De entrada, los dirigentes que habían acordado un amistoso con la selección tica, olvidaron decirle a los organizadores que no viajarían los mejores jugadores del Pincha, sino que lo harían aquellos que no eran tenidos en cuenta por el técnico y varios juveniles de la Reserva.
Con el lógico fastidio del periodismo local, el 'León' dirigido por Juan Ramón Verón afrontó el compromiso con lo que pudo, pero no alcanzó la medida mínima de dignidad.
Con tantos de Fonseca (3), Sunsing (2) y Bryce, el combinado centroamericano se impuso por 6 a 1 ante los argentinos, que llegaron al gol a traves de Acciari.
Los medios fueron durísimos con el elenco de La Plata, destacando su falta de preparación. “Los tricolores hicieron tiro al blanco ante Estudiantes, al que enviaron a Sudamérica con seis recuerdos” afirmó el periódico 'La República'.
Como si fuera poco, a raíz del resultado catastrófico la delegación del Pincha tomó la decisión de suspender otro partido acordado de palabra ante un club local, el Santos de Guapiles y se volvió antes de tiempo... para seguir haciendo papelones.
En un primer momento, el Diario 'Hoy' había publicado la crónica del match, con una formación de Estudiantes que no demostraba nada raro, más allá de la escasa presencia de suplentes: Evangelisti, Juan Fernández, J.J. Lezica, Menghini, Baratteri; Bezombe, Acciari, Cejas; Fúriga, Simone y Piersimone (Pablo Figueredo, Lucas Nardi y Ricardo Pérez en el banco).
Sin embargo, un día más tarde saltó la ficha de un dato para nada menor. Algunos problemas en la documentación de Figueredo y Pérez, retrasó la llegada de ambos a Costa Rica e inexplicablemente el que comenzó atajando para el equipo albirrojo fue... ¡el portero costarricense Miguel Mena! Sí, aunque cueste asimilarlo, al Pincha le hicieron los 3 primeros goles con un rival en el arco propio. Figueredo llegó justo para el comienzo del segundo tiempo y se comió los restantes.

(tomado del portal "Taringa")

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No hay tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios. El Mundial debía servir a Colombia y no Colombia a la multinacional del Mundial.

(BELISARIO BETANCUR, ex Presidente de Colombia, 1982-1986, dando las razones por las cuales ese país renunciaba a la organización de la Copa del Mundo de 1986)

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Hay muchos jugadores que tienen que guardar el orden en la cancha para que algunos pocos hagan un desorden y puedan crear situaciones de gol para ganar partidos.

(PATRICIO CAMPS, ex jugador argentino)

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Carne y fantasía (Carlos Maggi – Uruguay)


Sin tragedia griega, sin canto gregoriano, casi sin concepción del mundo, el oriental es un ser feliz. Las dos únicas preocupaciones nacionales corren sobre la gramilla y son, a saber: las vacas y el fútbol. El fútbol es la actividad espiritual; las vacas constituyen el sustento de la carne.

Jugar bien al fútbol es un trabajo aburrido y muy sucio, que está mal visto. Así como ningún inglés decente bajaría a la pista para ser caballo de carrera, ningún compatriota de clase media, salvo los canillitas y los obreros, se animaría a ser jugador.

Sin embargo el fútbol ha influido en nuestra cultura más hondamente que el cisma de la iglesia. Por ejemplo, más que la vacuna antivariólica y los binomios de Newton, ha prendido entre nosotros, la dualidad Peñarol-Nacional y es seguramente esta forma bipolar de organizar las pasiones, la que ha mantenido los dos grandes partidos de nuestra política.

Como fenómeno espiritual, el fútbol es fuente de las más hermosas leyendas y nuestra única literatura anónima en prosa, versa sobre fabulosos goles, moñas y pases de los tiempos de oro.

Cada tres meses, la población de nuestro país se divide en dos grupos y mientras uno vive la gloria maravillosa del triunfo, el otro apura la copa amarga de la derrota. Este mismo ejercicio que el oriental realiza, naturalmente, cada clásico de fútbol, gozar la victoria ó padecer el desastre, les cuesta a los alemanes veinte años de dictadura y a los ingleses el trabajo centenario de hacer y deshacer un imperio.

Los jugadores de fútbol, tanto ó más que los bailarines, parecen pensar con los pies y después con el cuerpo y por fin con la cabeza. Por eso entusiasman y maravillan a la gente: hacen cosas imposibles.

Entre el fútbol y el ballet hay muchos parecidos; es cuestión de pelos de diferencia.

Los bailarines danzan según los lleva la música, los futbolistas se mueven arrastrados por el ritmo y la coreografía imprevisible que se imponen unos a otros.

Como el fútbol es improvisado, el espectador no va solamente a ver, va a recordar lo que jamás habrá de repetirse, ni parecido. Por eso el fútbol tiene algo de milagro, porque está en el tiempo y se van con él. Por eso el fútbol es tan fácilmente mitológico.

La Sangre Charrúa es el Zeus de nuestro Olimpo donde abundan los dioses menores como la Celeste, la Táctica Rioplatense, la Viveza Criolla y otros.

Nuestros héroes son hijos de padre italiano y alguna de estas divinidades. Piendibene, rico en ardides; Benicansa, el de los pies ligeros; Petrone, domador de caballos (Amor Brujo llegó a patear tan fuerte como su dueño) y más recientemente Ghiggia, nacido en la lejana Ogigia, la isla de Calipso.

(Texto publicado en el semanario "Marcha", Uruguay, 1952)

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Un hecho curioso se produjo dentro del fútbol uruguayo en el año 2008. Concretamente, jugaron juntos padre e hijo en la Primera División del Montevideo Wanderers: Carlos María Morales y Juan Manuel Morales. En ese partido que quedó para la historia, Montevideo Wanderers enfrentó, por la primera fecha del torneo charrúa, a Peñarol.
El padre, Carlos Morales, de 38 años, venía de una extensa trayectoria deportiva que comenzó en el River Plate de la capital uruguaya, para pasar luego por el Toluca y el Atlas, en México, y Unión Española, O'Higgins y Everton, en Chile,
Por su parte, Juan Manuel, de 19 años, en sus comienzos, no podía creer que en la segunda parte del cotejo, el técnico lo haría ingresar al campo de juego, para hacer paredes y goles junto a su progenitor: "Solo habíamos jugado un par de amistosos, y en algún momento, para pedirle un pase, se me escapó un '¡Dale Pá!', que sirvió para que me tomaran el pelo mis compañeros y mis rivales también. Pero este partido fue oficial, algo que queda registrado para siempre en las estadísticas", dijo Juan Manuel.
En cuanto a Carlos, dio gracias a Dios al verlo entrar a su hijo, para tenerlo como compañero: “Sí, somos compañeros, porque no quiero marcar una diferencia con el resto de los jugadores. Concentramos y comemos en mesas diferentes y dormimos en habitaciones diferentes. Ahí en el campo de juego, ni padre ni hijo, compañeros".
Finalmente, Carlos distinguió los estilos de juego: “Mi hijo es un volante zurdo, rápido y más técnico que yo. Lo mío es oportunismo para el gol y ser un gran luchador”.

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Arsenio Erico fue un fenómeno como jugador además de ser un señor como persona. Su mejor arma era cuando saltaba. Les ganaba a los arqueros y metía todos los goles de cabeza. No era como Bernabé Ferreyra de hacer goles espectaculares, pero siempre estaba ahí. Cualquier rebote, cualquier pelota que le quedaba, era gol. Le pegaba bien y de cabeza era un fenómeno. Todos recuerdan la anécdota de cuando estaba por ganar el premio de los cigarrillos ‘43’: me confesó que una pelota la dejó pasar para que la metiera otro así no se perdía la plata.

(FRANCISCO “Pancho” VARALLO, ex jugador argentino, recordando al temible goleador paraguayo de Independiente de Avellaneda)

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Shilla, el central izquierdo, juega en el Asante Kotoko, en Ghana, y nunca había participado en una competición grande. Tengo miedo de que se quede parado mirando que bien juegan Ronaldo o Ronaldinho y pensando a quién le va a pedir el autógrafo y la camiseta.

(RADOMIR DUJKOVIC, entrenador serbio, a cargo de la selección de Ghana en el Mundial de Alemania 2006, opinando antes de enfrentar a Brasil quien los venció con un cómodo 3-0)

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Furia color sangre (Javier Elizalde Blasco - España)

* dedicado al C.A. Osasuna



Espíritu rebelde que
todos quieren apaciguar,
toro ensangrado cuyo destino
pretenden determinar.

Calor, pasión, color, que fluyen
entre montañas y ríos,
nubes negras quieren ocultar
su resplandor y su brío.

El fútbol de toque se puede
dibujar con regla y compás,
el que brota de un alma rebelde
sólo la poesía lo puede cantar.

Extranjero de un estilo de vida,
desterrado de su propio Edén,
inventó su propio juego
y en otro no puede creer.

Nunca llenará portadas,
nadie de fuera lo elogiará,
porque no saben su idioma
y aprederlo no podrán.

Furia color sangre
que no dejará de brotar,
su grito es su único himno,
no hay notas que lo puedan tocar.

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Yo ya tenía 34 años y Fabián, apenas 15. Jugábamos juntos en la zaga central del Club San José, de Aldea Brasilera, un pueblito que participaba en la Liga Diamantina, en Entre Ríos. Además, yo también era el técnico, pero en este partido que voy a contar no me había puesto.
De repente, en una jugada, el Nº 9 de ellos le pegó una trompada a Fabián que lo sacó del partido. Es más, se lo llevaron al hospital. Yo entré y me acerqué al árbitro, que ya tenía la roja en la mano para echarlo al Nº 9. Y le dije:
'no lo vas a echar, ¿no? Nooo, dejalo, no fue nada, son cosas que pasan...' Y no sé cuántas cosas más le dije. No quería que lo expulsaran. Y lo logré: el Nº 9 siguió en la cancha. Aunque no mucho más. ¡Cómo se iba a salvar después de lo que le había hecho a mi hijo! Entonces hice un cambio: entré yo. Un rato más tarde, cuando Fabián dejaba el hospital... el Nº 9 de ellos entraba.

(ROBERTO AYALA, padre del jugador homónimo, en “La Nación Deportiva Mundial” del lunes 19 de Junio de 2006)

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El centro delantero, el puesto clave... Son extraños, estos cazadores de goles. Mírenle los ojos. Sus pupilas bailan arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda, se mueven en direcciones oblicuas y así todo el tiempo. Una sola idea en la cabeza, como en los poetas o en los grandes novelistas. Insensatez, sí, pero insensatez grandiosa, divina. Eso es el delantero centro, aquél que, más allá de la mitad del campo, encuentra soluciones inesperadas rápidas, fulgurantes... Acuérdense de Gerd Müller, de Sánchez, de Sotjkovic, de Schillaci, de Stoikchov, de Paolo Rossi, de sus miradas predadoras...

(VLADIMIR DIMITRIJEVIC, escritor serbio, autor del libro “La vida es un balón redondo”)

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A la gente, a los aficionados, no les importa saber cómo estás. Eres visto como el futbolista, el ídolo, y nadie te pregunta cómo estás. Te conviertes en un esclavo de tu propia imagen.

(GIANLUIGI BUFFÓN, arquero italiano, campeón del mundo en Alemania 2006, en su reciente autobiografía)

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Fútbol (Cándido Portinari - Brasil)

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El lenguaje de los doctores del fútbol (Eduardo Galeano - Uruguay)


Vamos a sintetizar nuestro punto de vista, formulando una primera aproximación a la problemática táctica, técnica y física del cotejo que se ha disputado esta tarde en el campo del Unidos Venceremos Fútbol Club, sin caer en simplificaciones incompatibles con un tema que sin duda nos está exigiendo análisis más profundos y detallados y sin incurrir en ambigüedades que han sido, son y serán ajenas a nuestra prédica de toda una vida al servicio de la afición deportiva.

Nos resultaría cómodo eludir nuestra responsabilidad atribuyendo el revés del once locatario a la discreta performance de sus jugadores, pero la excesiva lentitud que indudablemente mostraron en la jornada de hoy a la hora de devolucionar cada esférico recepcionado no justifica de ninguna manera, entiéndase bien, señoras y señores, de ninguna manera, semejante descalificación generalizada y por lo tanto injusta. No, no y no.

El conformismo no es nuestro estilo, como bien saben quienes nos han seguido a lo largo de nuestra trayectoria de tantos años, aquí en nuestro querido país y en los escenarios del deporte internacional e incluso mundial, donde hemos sido convocados a cumplir nuestra modesta función. Así que vamos a decirlo con todas las letras, como es nuestra costumbre: el éxito no ha coronado la potencialidad orgánica del esquema de juego de este esforzado equipo porque lisa y llanamente sigue siendo incapaz de canalizar adecuadamente sus expectativas de una mayor proyección ofensiva hacia el ámbito de la valla rival. Ya lo decíamos el Domingo próximo pasado y así lo afirmamos hoy, con la frente alta y sin pelos en la lengua, porque siempre hemos llamado al pan pan y al vino vino y continuaremos denunciando la verdad, aunque a muchos les duela, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

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El fútbol, en el fondo, es facilísimo. Difícil es el jugarlo, pero facilísimo en el concepto básico. Lo que yo pido, en definitiva, es que cada futbolista que salga al campo entregue lo mejor de sí mismo. Jugar bien o jugar mal es otra cosa. Un accidente. Todos hemos tenido tardes negras pero, lo importante, es que al término de un partido, yo pueda mirar a los ojos de un jugador y decirle: 'No pasa nada. Tranquilo. Has dado todo lo que tenías'. Lo malo es si no me pueden mirar a la cara, si tienen que bajar la vista. En ese momento, para mí, han fracasado. Sea quien fuere.

(JOHAN CRUYFF, en su libro "Mis futbolistas y yo")

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El desmarque es amagar una posición falsa e ir a la real, adonde vos querés ir. Esto no puede ser lento, tiene que ser explosivo; si hacemos un seguimiento a un jugador durante todo un partido vemos que de los noventa minutos sólo tres tiene la pelota en sus pies, tres minutos si es un fenómeno; es decir que tiene 87 para jugar sin pelota, ¡mirá si hay tiempo para desmarcarse!

(LUIS GARISTO, entrenador uruguayo)

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No me gusta la prostitución intelectual. Me gusta la honestidad intelectual. Ha habido mucha manipulación intelectual durante los últimos días. Se ha hecho un gran trabajo para manipular a la opinión pública. No puedes decir que no fue penal, puedes decir que existen dudas.

(JOSÉ MOURINHO, entrenador del Inter, "atendiendo" a Claudio Ranieri quien, en un programa de televisión italiano, puso en duda la legitimidad de un penal cobrado en favor del equipo milanés el domingo 8/3/09 en el empate 3-3 ante la Roma)

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