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El Monito (Roberto Fontanarrosa - Argentina)


Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite que no es vergüenza llorar cuando las lágrimas tienen la pureza recóndita de aquello que llega desde el corazón que no quiere aflojar ante terceros. Tal vez, pibe, tal vez Monito, son las mismas lágrimas que, años atrás, no tantos quizás, usted tuvo que enjugar con el revés de la mano sucia de tierra en el fondo de la casita del patio con geranios y malvones de barrio Arroyito. Tal vez son las mismas lágrimas vertidas por la rabia, la impotencia, la vergüenza, ante el coscorrón justiciero de su viejita laburante cuando usted no llegaba a la hora establecida para tomar la leche.

¿Cómo iba a entender su madre, Monito, aquel cariño entrañable por la pelota de fútbol, que lo mantenía lejos de la casa, demorado, en ese romance infantil con la de cuero, en los yuyales sabios del campito que no sabía de redes ni de cal, tras de la vía? ¿Cómo podía entender su viejo, pibe, su viejo, don Telmo, el genovés terco de canzonetta y nostalgia, su noviazgo purrete con la de gajos y ese lenguaje dulcemente nuestro de los túneles, la pisada, el chanfle, los taquitos y la rabona? Porque no era, no, una piba quinceañera, rubia y pizpireta, de ojos celestes como los de la pulpera de Santa Lucía, lo que a usted le impedía volver en el horario, a gritos reclamado por su madre.

No era, no, Monito, el despertar púber del primer amor enredado en los últimos giros de un trompo o en la galleta enojosa del hilo de un barrilete, el que lo hacía terminar los deberes de la escuela a las corridas y escapar luego, gorrión ansioso, pájaro encendido, hacia la complicidad abierta de la calle, el griterío alborozado de los pibes y el llamado seductor de un taconeo. No Monito, lo suyo era más simple, como son simples las cosas que nacen del corazón y eluden las frías especulaciones de la mente. No. Lo suyo era tan sólo la caricia tierna de la capellada de su botín zurdo en la pelota, el toque, la volea, la suela que aprieta el fútbol indócil y lo convence, lo persuade, lo amaestra. Lo suyo era el amague, el pique corto, el freno seco, y el pecho amigo para que allí se durmiera la bella amada cuando caía desde el cielo como un globo cansado de volar sin rumbo cierto.

¡Mire qué fácil, pibe, que era aquello! De la misma forma en que el amor, el puro amor, se presenta, florece y crece como una flor nocturna, como un clavel del aire brotado en la luminosidad escasa de un pasillo, así creció en usted el sortilegio. Nadie le enseñó, como no se enseña el dolor ni la paciencia, ni se sabe de dónde surge el gusto por silbar o el de hablar bajo. Usted ya lo traía impreso, se lo digo, quizás desde el fondo de la historia de ese barrio que ha visto nacer a tantos ídolos y guarda en el aire la vibración, el eco, el reverbero de mil goles gritados en la tarde, atronando el cemento, quebrando la quieta y asombrada calma de su río. O lo aprendió como se aprenden estas cosas, mirando a los demás, tratando de atrapar con ojos asombrados el misterio metafísico del chanfle, la secreta ley física que hace que el balón vaya hacia allá y dé una vuelta. Por eso, por todo eso, pibe, no se inquiete si lo ven aflojar y su mirada se empaña como el cristal de una ventana cuando recibe el tamborileo sonoro de la lluvia. No. Llore Monito, llore. Usted puede. A usted se le permite.

Así lo soñó usted tal vez, un día, allá, aferrado a la almohada confidente de su cama, en la casita del patio con geranios y malvones, alguna de esas noches de verano cuando el calor aprieta y el sueño viene.

Ya está el mago de varita presta. Ya está el ilusionista sutil que hace creer en cosas que no existen y miente que en el dorso de su mano se ocultan pañuelos, palomas y barajas. Está en el medio de la cancha y su eterna enamorada, la pelota, parece que se ha ido y está inmóvil, simula emprender vuelo y no se aleja, o bien hace creer que se le escapa pero vuelve bajo la presión apenas ruda de la suela. Ahora el estadio enmudece, el mago muestra el juego. El Monito arranca y empieza el toque, el pelotazo sabio, el amague que argumenta una cosa y dice otra.

De la zurda precisa del insider brotan conejos, luces multicolores, toques lujosos, las dos cortas sabidas y una larga, la cabeza alta, el ojo inquieto. El público se deleita. Ya la metió de nuevo bajo el pie, la mostró, "ahí la tenés, es tuya" ha dicho, pero no está más, la sacó, la puso en otro lado, la cambió de lugar, la amarreteó de nuevo. Allá está el compañero, el wing derecho, no lo ha visto, pero gira y le pone el pelotazo desde cuarenta metros, en el pecho. Sólo faltan los clarines, los clarines, las fanfarrias, el galope incesante de los corceles blancos girando en torno de la cancha y las ecuyères de pie sobre sus ancas.

Así lo soñó usted, tal vez, un día, Monito. Ya el espectáculo termina y, a pesar de la magia del insider, a pesar de sus moñas y regates, pibe, a pesar de las cuatro pelotas de gol que usted puso en los pies del centrofoward, el partido se agosta en la chatura aburrida del empate. Pero faltaba, nomás, la carcajada. El cierre magistral, la pincelada justa que el artista deposita por fin sobre la tela e ilumina el azul, aviva grises y ruboriza la macilencia de los sepias. Faltaba nomás, la carcajada. Ese balón que llega de atrás, como un balazo.

El pecho receptor del entreala tan afecto a refrenar, mullido, el rebote previsto de la bola. Ya empieza la danza, el giro sobre un pie para enfrenta el arco y el resbalar mansamente de la globa del pecho a la rodilla y de allí al suelo. Allí, en la temible ferocidad del área, allí, donde la puerta de las dieciocho se convierte en muralla pertrechada, donde hay piernas, codos, tapones alevosos y guadaña, allí la puso en el piso el entreala. Allí, en esa media luna, en lo que algunos llaman la empanada, allí donde uno se olvida de la novia, del primer amor, de lo aprendido en la escuela, de la Vieja, "vení conmigo" le dijo el Monito a su amiga del alma. Y se metió en el área con pelota dominada.

No sé si hubo un caño o fueron cuatro. Quebró la cintura, pisó el cuero, pareció en un momento que pateaba, se le vinieron dos, se cerró el cuatro pero el Monito la llevaba atada.

Tal vez ya no me acuerdo, decíme vos si miento, pero quedó frente al arquero y la puso en un rincón, de cachetada. No el cachetazo mordaz, el del reproche, sino el empujón cordial, el que te aprueba, la palmada que se le da a un pibe y se le dice "cruzá que yo te miro". La pelota entró pidiendo permiso y ni tocó la red de puro cauta. Luego, el pibe se fue hasta su tribuna y adentro de su puño apretó el gol, lo abrió de golpe y fue otra vez paloma y carcajada.

Llore Monito. Así lo soñó usted tal vez un día, en la casa de malvones y geranios del barrio Arroyito. Y se quedó en sueño nomás, no se dio nunca.

-¡Tan bueno que parecía de purrete! Nunca llegó a jugar ni en la Tercera. Y en el equipo que se arma en la oficina a veces lo ponen un rato y otras, nada. Está gordo, pibe, algo pelado, calvo. Y me han dicho que ni va a la cancha.

(cuento incluído en el libro: "Nada del otro mundo y otros cuentos" de Roberto Fontanarrosa, 1987, Ediciones de la flor)

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El domingo 10 de Mayo de 1942 Estudiantes recibió en La Plata a Platense. Tras irse al descanso en ventaja el equipo visitante por 3-0 muchos simpatizantes del “pincha” se habían retirado del estadio.
Los jugadores de Platense acostumbraban a tomar mate cocido en los entretiempos. En aquella ocasión, el encargado del club, al no encontrar Salus, la marca líder del mercado en esos años, compra una yerba mate sin palo importada de Rio Grande do Sul, Brasil, más cara inclusive que las nacionales.
Ante el muy poco público que quedaba comienza la segunda mitad. Pasados escasos minutos los jugadores visitantes, todos a excepción de José Noberto Toledo que no había bebido, comienzan a sentir descompostura, a tal punto que no se podían casi mover.
Sin la posibilidad de hacer cambios (todavía no estaban permitidos) el marcador concluyó con un 7-3 a favor de Estudiantes.
El partido terminó a las 17, pero recién los jugadores de Platense se pudieron organizar para irse a las 20. Para recorrer los 60 km de La Plata a Buenos Aires tardaron tres horas: tuvieron que parar en bares de Gonnet, Villa Elisa, Quilmes, Don Bosco, Villa Dominico y Avellaneda.
Al domingo siguiente, cuando recibieron a Boca, cuentan que ni agua quisieron tomar.

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El futbolista que sabe que puede, que se siente potente, no necesita todo el tiempo estar mirando hacia el banco de suplentes [pendiente de las indicaciones del entrenador]; estoy de acuerdo con que hay una dependencia, pero existe porque han disminuido fuertemente las calidades individuales.

(ADRIÁN PAENZA, Licenciado y Doctor en Ciencias Matemáticas y periodista deportivo argentino)

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Jugar en la altura de La Paz trae muchas complicaciones, pero es una excusa insuperable para explicar las derrotas.

(VÍCTOR HUGO MORALES, relator deportivo uruguayo)

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De huracanes y ciclones (Juan Garlos Guastoni - Argentina)


Domingo de trifulca y entrevero.
Encono singular. Domingo denso
de pasión y de grito futbolero...
se enfrentan Huracán y San Lorenzo.

Las hinchadas del “cuervo” y el “quemero”
Hoy concuerdan un único consenso:
les parece más linda “la de cuero”
y el verde de la cancha más intenso...

Son noventa minutos de porfía
ciñendo el corazón. Y de repente
¡la explosión!; ¡el clamor!; ¡la algarabía!

De un ”Goooooool” inapelable y concluyente
trayendo tu pesar o tu alegría.
(Mi alegría o pesar, inversamente).

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Telmo Zarra [1921-2006], uno de los mejores jugadores españoles de todos los tiempos, siempre gozó de una exquisita deportividad a lo largo de toda su carrera. Zarra recibió la "Medalla al Mérito Deportivo" pero entre los trofeos que guarda con más cariño se encuentran una insignia de oro y brillantes del Málaga y un Botafumeiro de plata.
La insignia se la concedieron porque en un partido, el portero local Arnau, resultó lesionado en un encontronazo con él y pese a encontrarse sólo ante la puerta y poder marcar, decidió lanzar el balón fuera para que atendieran al guardameta. Lo mismo le sucedió otra vez contra el Deportivo de la Coruña. Por aquella acción recibió el Botafumeiro. Zarra siempre aplicó una norma que debería de enseñarse en todas las escuelas de fútbol. Y es que como él dijo: "Antes me lesiono que lesionar".
De hecho, él mismo llegó a lesionarse en la temporada 1951-1952 por no lesionar al portero del Atlético de Madrid.

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La moneda del referí tenía la cara de la Reina en los dos lados. Y, encima, los ingleses elegían primero.

(ERMINDO ONEGA [1939-1979], recordado crack argentino, refiriéndose al sorteo en el polémico partido con Inglaterra en el Mundial de 1966)

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Me gustaría que haya más jugadores así (en referencia a Thierry Henry y su polémico gol ante Irlanda), que hagan lo que tengan que hacer para que su equipo gane.

(HUGO ORLANDO GATTI, ex arquero argentino, en declaraciones a la TV española -24/11/09-)

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Hermanos de sangre (Alberto Fabián Montagna - Argentina)


Un 4 de Abril de 1962, allá en Doctor Gabriel Márquez, nacieron Gustavo y Guillermo. Hijos de padres sin antecedentes de mellizos en la familia, ellos salieron gemelos. Eran dos gotas de agua. Si hasta Beatriz, su mamá, los confundía, a no ser por ese lunar que tenía Guillermo, que servía para distinguirlos cuando los bañaba, ya que estaba oculto bajo la ropa y no era precisamente un lugar donde el sol le diera.

Supieron aprovecharse de su similitud, en la escuela, cuando eran chicos, con las mujeres, cuando fueron más grandes.

Guillermo era un excelente jugador de fútbol y ya a los 15 años había debutado en la primera de Argentino de Márquez, gracias a él ganaron varias ligas locales.

Gustavo, en cambio era pésimo futbolista, y se había dedicado a estudiar, era él quien más de una vez salvó a su hermano en la escuela, cuando debían dar una lección o rendir algún examen. Se destacaba en Matemáticas, pero lo suyo era la Literatura, ávido lector de las tragedias griegas, su sueño era estudiar y recibirse de Profesor de Lengua.

Estos eran los aspectos que los diferenciaban, en el resto eran idénticos.

En Mayo del 81 los sortearon para el servicio militar, 856 y 725 fueron los números que sacaron, los dos de cabeza adentro. Averiguaron que la ley estipulaba que uno de los dos, por sorteo o por propio acuerdo, se podía salvar.

Como lo habían hecho tantas otras veces, cuando uno de los dos debía poner la cara por los dos, jugaron su destino a piedra, papel y tijera, y como tantas otras veces el que perdió fue Guillermo. Ninguno se amargó con lo que el azar había determinado y también como otras tantas veces lo aceptaron.

A Guillermo lo incorporaron los primeros días de Enero del 82, no muy lejos de su Márquez natal, en Junín. Estuvo casi un mes sin volver, ese fue el tiempo que duró la instrucción. Finalmente un viernes de mediados de Febrero apareció por el barrio, le dieron licencia por una semana y le prometieron que luego lo dejarían salir los fines de semana para que pudiera jugar al fútbol.

Cuando llegó a Márquez, Gustavo se había cortado el pelo como un colimba*, volvían a ser idénticos para volver locos a todo el mundo.

Cuando a principios de Marzo comenzó la Liga, los benévolos milicos* que lo tenían a su servicio, y tal como le habían prometido, lo dejaron ir a jugar para Argentino. Con su aporte el equipo empezó a ganar y a ser serio candidato a repetir el campeonato logrado el año anterior a un punto de Douglas Haig y a dos de su eterno rival el Márquez A. C.

Cuando el 2 de Abril comenzó la guerra con Inglaterra por las Islas Malvinas, Guillermo la estaba rompiendo y ya se hablaba del interés de Boca para contratarlo.

Gustavo, en tanto, estaba cada vez mejor en los estudios, y su futuro como profesor estaba asegurado. Preparaba alumnos en su casa y así siempre tenía un manguito para darse algunos gustos. Estaba de novio con Cecilia y durante la ausencia de Guillermo, salían con Camila, la novia de Guillermo, los tres se habían hecho muy compinches.

Para fines de Abril, un viernes que salía de franco, como tantos otros, le dieron la noticia: El lunes bien temprano acá, mira que estas en la lista de los que viajan a Malvinas. Fue como un mazazo. En el viaje a Márquez no pudo pensar en otra cosa, como se lo diría a su familia, como reaccionarían con la noticia.

Al llegar a Márquez no le dijo nada a nadie. Después del partido contra Gimnasia, donde la rompió y fue observado por dirigentes de Boca, que quedaron en volver el fin de semana siguiente para empezar a cerrar el trato, le comentó a Gustavo lo que ocurría.

Los dos sabían que era su gran oportunidad, Gustavo le ofreció entonces ser él el que fuera a Malvinas. Guillermo le dijo que estaba loco, que de ninguna manera podía aceptar.

Gustavo le dijo que era su gran oportunidad, que no se preocupara por él, que iría a Malvinas, mataría a algunos ingleses y volvería victorioso.

Cuando le contaron a sus padres lo que pensaban hacer, se opusieron de plano: Ustedes están locos, fue la respuesta inmediata.

Gustavo mismo minimizó el asunto:

- Voy por unos días a cagarme de frío y de risa a Malvinas y vuelvo como un héroe.

- Yo voy a volver como un héroe, replicó Guillermo, no te olvides que para los milicos el que va a estar en Malvinas soy yo…

- Vos rompela acá que cuando juegues en Europa me tenés que llevar, me encantaría conocer Grecia y caminar por aquellos lugares de los que tanto hablan los grandes escritores antiguos.

- Trato hecho.

Y se fundieron en un abrazo.

El lunes, bien temprano, Gustavo salía de su casa vestido de colimba, rumbo a Junín, nadie notaría la diferencia.

El domingo, los dirigentes de Boca fueron a la cancha a verlo a Guillermo, nadie, salvo su familia y su novia, sabían de su convocatoria para ir a Malvinas.

La rompió, hizo tres goles y le dio la victoria a su equipo. Los dirigentes quedaron maravillados y decidieron contratarlo.

En tanto, la novia de Gustavo no salía de su asombro, no lograba entender como su novio
había tomado semejante decisión, arriesgando su vida en lugar de su hermano.

Lo primero que hizo Guillermo, al enterarse la noticia, fue escribirle a Gustavo contándole lo sucedido y agregaba que no veía la hora que terminara toda aquella locura de la guerra, para darle un abrazo y agradecerle lo que había hecho por él.

Gustavo recibió la carta una semana después. Cuando pudo leerla estaba en una trinchera, tapado de barro y agua, muerto de frío y de hambre. Se puso contento por su hermano y agradeció que todo hubiera salido bien. Pensó en escribirle, pero no tenía papel, así que pospuso la carta para cuando lo consiguiera.

El domingo 2 de Mayo, Guillermo debutó en la primera de Boca. Su actuación fue soberbia, gracias a él Boca ganó, como tantas otras veces había pasado con Argentino. Ese mismo domingo, vaya a saber como, llegó a las islas la noticia de la victoria de Boca y de la gran actuación del debutante.

Ningún milico se preguntó qué hacía aquel muchacho jugando en la primera de Boca y en todo caso quién era aquel que estaba en la trinchera, tenían otros problemas mucho más importantes que resolver, los ingleses eran mucho mejores de lo que les habían hecho creer, en armamento, vestimenta, comida y en cantidad de efectivos los superaban ampliamente.

Ellos en cambio, estaban pasando frío, hambre y su equipamiento no era el mejor, sin contar que nuestros soldados eran chicos de 20 años y ellos un ejército profesional.

Gustavo, al saber la noticia, quiso salir corriendo a contarles a todos lo orgulloso que estaba de su hermano, pero se contuvo, no podía revelar su identidad.

Mientras tanto, Guillermo salía en todos los diarios y programas deportivos habidos y por haber. Era la nueva sensación del fútbol argentino, por supuesto no se olvidaba de su hermano, en cada nota lo mencionaba.

En las siguientes tres fechas volvió a ser figura y ya se hablaba de su futuro europeo.

Gustavo, en tanto sufría cada vez más el hambre, el frío y la incomprensión de sus superiores, que no paraban de torturar a los chicos, sin darse cuenta que el verdadero enemigo era otro. Lo único que lo alentaba a seguir aguantando esa situación era saber lo bien que le estaba yendo a su hermano.

El viernes 28 de Mayo, en un entrenamiento previo al superclásico, Guillermo sintió un gran pinchazo en el medio del pecho, el dolor lo paralizó, luego del susto inicial, el dolor fue cesando, todo volvió a la normalidad y pudo terminar el entrenamiento sin problemas.

A miles de kilómetros de allí, en Malvinas, en ese momento, Gustavo también sintió un gran dolor en el pecho, era producto de un tiro de un fusil enemigo, que lo hizo caer, a varios metros de donde estaba parado, boca arriba. Cuando miró al cielo estaba gris, cubierto de nubes, de lo primero que se acordó fue de su familia, de su novia y de su hermano. Instantes después moría con una sonrisa en los labios.

El domingo, después del partido, que Boca le ganó a River, con otra notable actuación suya, Guillermo y su familia recibieron la noticia: Había muerto como un héroe, defendiendo a sus compañeros y a su nación.

Guillermo, rodeado de los suyos, no pudo contener las lágrimas. En ese mismo momento tomó una decisión: No volvería a jugar.

Fue imposible convencerlo que reviera su decisión.

Una semana después las pertenencias de Gustavo le eran entregadas a su familia: Una gorra verde militar, una camiseta de Argentino de Márquez y una foto, sacada de algún diario que llegó a las Islas, de su hermano con la camiseta de Boca gritando un gol.

El 12 de Agosto de 1982, Guillermo no aguantó tanto sufrimiento y se pegó un tiro en el medio del pecho.

Él y Gustavo volvían a estar juntos, quién sabe donde, para hacer de las suyas.

Glosario
*Colimba: Soldado
*Milico: Militar / Policía

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Uno de los mejores "centrojás" de la historia del fútbol argentino fue Néstor ‘Pipo’ Rossi [1925-2007]. Brilló con la camiseta de River, logrando varios campeonatos, y también lució en el Millonarios de Colombia junto a Alfredo Di Stéfano y Adolfo Pedernera, entre otros grandes, cerrando su etapa como futbolista en Huracán, para dedicarse, a partir de 1961, a la dirección técnica.
‘Pipo’ Rossi, además de haber sido un "5" de excepcionales características técnicas poseía un enorme temperamento, además de un gran sentido del humor. Siempre le gritaba a sus compañeros de equipo, ordenándolos tácticamente y criticándolos en pleno partido, con mucho de ironía.
Críticas y comentarios que, muchas veces, alcanzaban a sus rivales. Por ello lo denominaban también como “La Voz de América”.
Una tarde, en el estadio de Núñez, River recibió la visita de Racing, y ante un córner desde la izquierda favorable a los de Avellaneda, se acercó al área el puntero derecho académico, Ornar Orestes Corbatta. Cuando un compañero de Rossi se aprestaba a marcarlo, ‘Pipo’ le gritó: "No, no lo marqués Corbatta. Tranquilo, que este no cabecea ni en los velorios".
En otro partido, mientras el equipo rival se venía con todo hacia la valla defendida por Amadeo Carrizo, Rossi metía como nunca, recuperando la pelota en todo el sector del medio campo. En uno de esos quites, se la pasó al puntero izquierdo Roberto Zárate, quien quiso jugarla de lujo, pero su marcador la rechazó sin inconvenientes. Entonces se escuchó en todo el estadio el vozarrón de ‘Pipo’ dirigido a Zárate: "¡Claro, Mono, vos perdela fácil, que a mí la pelota me la regalan los Reyes Magos!".

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Pelé ganó una Copa del Mundo con 17 años, Maradona jugó para Argentina con 17. Cristiano empezó con Portugal con 18. Va en el mismo camino que ellos. En cuanto a cualidades no tiene nada que envidiarles, y además juega en un club mucho más fuerte que ellos. Él sólo tiene 23 años y tiene capacidad para mejorar mucho más. Va camino de ser leyenda, porque su influencia en un encuentro es tremenda. Los otros equipos cambian todo cuando él está en el campo.

(ALEX FERGUSON, en Abril de 2008, cuando el portugués aún militaba en el Manchester United)

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Este trabajo con remates muy seguidos en forma continua que se realiza con los arqueros produce un acostumbramiento a rechazar la pelota antes que a agarrarla; sería más apropiado que se hagan trabajos con menores repeticiones en los remates para que le den al arquero un mayor tiempo de recuperación y pueda acostumbrarse a agarrar la pelota; porque luego ese hábito se traslada a los partidos.

(RICARDO "El Tigre" GARECA, ex futbolista argentino y actual entrenador de Vélez Sarsfield)

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Carlitos Tevez (Alfredo Sabat - Argentina)

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Cuando la pelota no quiere entrar...

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En 1959, San Lorenzo de Almagro se consagraba campeón del fútbol argentino y como tal, al año próximo le tocaba en suerte participar de la disputa de la primera Copa Libertadores de América.
Tras eliminar al Bahía (Brasil) por el Grupo II, su futuro rival, en semifinales, era Peñarol de Montevideo. Entre los aficionados argentinos, y particularmente en los hinchas de San Lorenzo, esta Copa no interesaba demasiado. No tenía mucha "prensa".
El primer partido se disputó en el estadio Centenario de Montevideo (foto), ante 55 mil espectadores. En Uruguay, las cosas se tomaron de una manera diferente. Allá, las expectativas eran muchas. Pero pese a todo, como San Lorenzo tenía un equipo muy fuerte, en especial en su ofensiva (Facundo, Ruiz, Oscar Rossi, Sanfilippo y Boggio) se logró un importantísimo empate. Linazza convirtió para los mirasoles y Boggio para los santos.
La revancha fue en Buenos Aires, en el estadio de Huracán, ante solo 10 mil personas. Muy poca gente para la época. Y fue empate en cero.
Como en esos tiempos no existía el gol de visitante para definir la paridad, tuvo que realizarse un tercer partido, en país neutral. Y ahí apareció la experiencia del recordado directivo de Peñarol, Washington Cataldi, viendo el negocio y el cierto desinterés del club argentino. Entonces, ofreció una suma de dinero (50 mil pesos de la época) para que la definición se realizara en el Estadio Centenario.
Los dirigentes de San Lorenzo aceptaron y Peñarol, nuevamente como local, y con dos tantos del ecuatoriano Alberto Spencer al arquero Vladimiro Tarnawski llegó a la final.
Finalmente, Peñarol ganó la primera Copa Libertadores al derrotar a Olimpia, quedando en la historia sudamericana.

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¿Que si es tan bueno como yo? ¡No sea imbécil!

(GEORGE BEST, célebre jugador galés, al preguntársele en 2003 si Wayne Rooney estaba a su nivel)

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Nuestro fútbol es la desorganización más organizada del mundo.

(ENRIQUE OMAR SÍVORI, ex jugador y entrenador argentino -1994-)

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La pasión oculta de Perón por Boca Juniors

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En una charla con el periodista Julio Blanck, el senador justicialista Antonio Cafiero, fanático xeneize, se mostró muy interesado en la filiación futbolística del ex Presidente argentino, Gral. Juan Domingo Perón.

Blanck: -¿Perón era de Racing como decían?

Cafiero: -Ahí hay una confusión porque, allá en los años 50, en el primer gobierno de Perón, un hincha de Racing, que lo llevaba en la sangre, era Ramón Cereijo, ministro de Hacienda de la Nación. Como diríamos Cavallo ahora, o López Murphy. El impulsó la construcción de un nuevo estadio para Racing, que después, cuando se inaugura, se le pone el nombre de Presidente Perón.

Blanck: -El actual estadio de Racing.

Cafiero: -De ahí nace la leyenda de que Perón era hincha de Racing. Y no es así. Yo me preocupé por este tema.

Blanck: -Me imagino.

Cafiero: -Porque bueno, me parecía que era una anécdota que no tenía una probanza seria.

Blanck: -Era una falla en la historia.

Cafiero: -Yo tenía una anécdota. En el año '53 viene al país Milton Eisenhower, hermano del Presidente de los Estados Unidos, y un agasajo, si se puede llamar así, fue llevarlo a un partido de fútbol. Entre otras cosas, Perón le quería mostrar la adhesión de la gente hacia la persona de él (...) Un día de invierno llegamos a la cancha y yo lo acompañaba. En ese momento yo era ministro del Poder Ejecutivo y formaba parte de la comitiva (...)

Blanck: -¿Era la cancha de...?

Cafiero: -La cancha de River. River ganaba dos a uno...

Blanck: -¿River y Boca era el partido?

Cafiero: -River y Boca. Mantegari erró un penal, o se lo atajó el arquero de Boca, no recuerdo, y en vez de ponerse 3 a 1, me acuerdo que Navarro (jugador de Boca), con un zapatazo de treinta metros, empató. Ardió la tribuna de Boca y faltando un minuto, Rolando, el número 9 de Boca, se mete con pelota y todo dentro del arco de River. Al estallido, Perón saltó... (imita el movimiento con los puños en alto) ... yo me di cuenta (pone cara de sorpresa) yo... (mira para el costado como si estuviera viendo a Perón) Perón saltó... Después, se compuso. Pero evidentemente...

Blanck: -Usted dice que era de Boca. ¿Eso le alcanza para decir que era de Boca?

Cafiero: -Pero no. Hay otra cosa mucho más importante. En uno de los viajes que hizo Isabel Perón, ya ahora desalojada del poder, acá a la Argentina, y tengo testigos porque éramos varios, yo me animé y le dije: "Dígame, Isabelita, usted es la única que nos puede sacar de dudas. ¿De quién era hincha Perón?, ¿de Boca o de Racing?". "No lo dude (parodiándola), de Boca".

(del programa "Scanner", Jueves 15 de Octubre de 2009, señal televisiva "CVN")

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Boca y Perón, un sólo corazón
(por el Lic. Roberto Baschetti, Historiador del Peronismo)

Corría el año 1964, Argentina estaba convulsionada por un hipotético regreso de Perón a la patria antes de fin de año. De hecho trató de volver en los primeros días de diciembre y no se lo permitieron, como se sabe, lo detuvieron en Brasil y lo devolvieron a España.

Pero antes, el diario 'Crónica', edición vespertina del 7-9-64, trataba de sondear al ex Presidente a través de una entrevista que le hizo su enviado especial Mario Oscar Ruzza. La pregunta del millón era: ¿retornaba a la Argentina? Perón hábilmente no largó prenda ni adelantó su estrategia, pero si se ocupó de demostrar su incondicionalidad por la azul y oro.

El equipo boquense había perdido un partido amistoso de verano con el Betis de Sevilla en España, lo que le permitió aseverar: "La derrota de Boca no solo la sentí como simpatizante de ese club del que soy hincha desde hace muchos años, sino que me costó pagarle una apuesta a mi jardinero que es rabioso simpatizante del Betis" para más adelante afirmar "Estuve leyendo en el diario 'Marca' un comentario sobre la última jornada de fútbol, en la que Boca venció a San Lorenzo por goleada y empató River. Estoy contento de que sigamos primeros", en clara referencia al club de sus amores, el equipo de la Ribera.

Ese año Boca salió campeón del torneo de AFA con la defensa menos batida, la que al mejor estilo Coco Basile, podía recitarse de memoria: Roma, Silvero y Marzolini, Simeone, Rattín y Silveira. Adelante descollaban entre otros, Ángel Clemente Rojas, el brasileño Paulo Valentín, Norberto Menéndez, Ernesto Grillo, Alberto González y Eugenio Callá.


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El 5 de Diciembre de 1957, Argentina vencía a Brasil, en el mismísimo estadio Maracaná, por 2 a 1. Fue la tarde en la que debutó Pelé con la camiseta de su seleccionado. Pero Brasil perdió, con goles de los inolvidables Ángel Labruna y el ‘Gitano’ Juárez.
Nuestro seleccionado se quedó con una victoria que tendría un indudable valor histórico. Es que a partir de esa fecha, Argentina tuvo que esperar 41 años para poder derrotar nuevamente a los brasileños en el Maracaná de Río de Janeiro (sí lo había hecho en San Pablo).
Fue el miércoles 29 de Abril de 1998, amistoso previo de la Copa del Mundo de ese año, cuando Argentina, dirigida técnicamente por Daniel Passarella y con gol de Claudio ‘Piojo’ López, quebró esa mala racha de varias décadas. La síntesis de ese partido es la siguiente:
Brasil (0): Taffarel; Cafú, Júnior Baiano, Aldair (Cléber) y Roberto Carlos: César Sampaio, Zé Elías, Denilson (Edmundo), Raí (Leonardo), Romario y Ronaldo.
DT: Mario ‘Lobo’ Zagallo
Argentina (1): Burgos; Vivas, Ayala, Sensini y Zanetti; Almeyda, Simeone y Verón; Ortega (Delgado) Batistuta y López (Delgado).
DT: Daniel Alberto Passsarella
Gol: 83' Claudio López (A)

En aquel día los brasileños aplaudieron de pie al equipo visitante en un acontecimiento histórico.

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Me he ido del Arsenal, porque ya no se refuerzan con jugadores de nivel. Cuando llegué se hablaba de que era un equipo invencible y durante un tiempo lo fuimos. Luego se fueron los mejores jugadores como Vieira, Henry o Bergkamp y nadie de nivel vino a sustituirles y no somos competitivos como antes.

(KOLO TOURÉ, internacional marfileño, explicando en "Europa Press" el pasado 2 de Agosto el porqué de su ida del Arsenal inglés)

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Los europeos tienen cosas que podemos conseguir: el ritmo, nosotros [los sudamericanos] algo que ellos no pueden: la técnica.

(DANIEL PASSARELLA, ex jugador y entrenador argentino)

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El Pata y el Testa (Julio V. Altman - Argentina)


(Dedicado a Osvaldo Soriano)

- El fútbol, antes, era cosa de hombres -me dijo el Gordo, una vez en que coincidimos en un bar de la calle Sarmiento. Allí donde, en una época se reunían los artistas de variedades.

Un televisor sin sonido, mostraba un aburrido partido, entre dos equipos, que yo, que no se nada del tema, no pude reconocer por sus camisetas.

Fue el punto de partida para una larga charla, en la que el protagonista fue él, que sabía o inventaba tantas historias que podría haber escrito varios libros, sin repetir nada, ni un penal fallido.

Aquellos eran tiempos en que aparecían jugadores que jamás podrían pasar por la tecnocracia de estos directores de laboratorio, me dijo a manera de introducción, y yo sabía que venía algo fuerte, lo intuía.

El Gordo, había vivido bastante tiempo en las provincias y ese era el motivo por el que no era posible chequear los datos, que tiraba como al descuido, como que “fue el año en que se hizo lo de Suecia” o que “Al intendente lo volvían loco esos partidos de medio pelo, que se hacían entre los pueblos vecinos” y hasta daba nombres de tipos que luego trascendieron en la vida pública.

- Vos sabés, que lo que pasa afuera, nunca se lee en los diarios de acá. No es noticia.

La cosa es que había un campeonato que se jugaba en el verano del 58’, en Comodoro Rivadavia. Era el auge del petróleo y como ocurre en el Sur, se juntaba un gaucho de cada pueblo. A uno de esos que jugaba de delantero, lo llamaban “Pata de Burro”.

Era un personaje de esos, que si hubiese sido mudo, no se le habría notado y no te voy a decir que era de bajo perfil, porque tenía una nariz de sifón que la rompía. El pelo de alambre renegrido, marcaba su origen, aunque por esas travesuras de nuestra condición, tenía ojos claros.

Cuando corría, se le notaba un leve balanceo hacia los costados, pisaba como para que no crezca la hierba, como Atila, y lo de “Pata de Burro”, se lo pusieron el día que en un apuro, frente al arco, partió de una patada uno de los palos, por lo que tuvieron que parar el partido.

Le tenían miedo, era de de buena leche, pero peligroso hasta de contragolpe. Sus penales no fallaban. Él los pateaba al medio, a las manos y, muchas veces los dejaban pasar, por instinto de conservación.

El otro equipo, con el que se definiría quién se llevaba la copa y las cinco “fragatas”, que puso el intendente, de la caja municipal, también tenía lo suyo, el guarda vallas era el único que le había atajado un penal al Pata y pudo seguir jugando.

Era el “Testa”, a él le gustaba meter el cabezazo y era tan potente, que hacía volar la pelota como un misíl. El tipo justo para ese partido. Como señas particulares, era culón, cosa que no es común en esos oficios y de hombros estrechos y cuello largo. Su silueta era reconocible de lejos.

La tarde era más que calurosa. La cancha, bien cuidada, tenía de fondo las torres de un campamento de YPF.

El partido comenzó sin emoción, se jugaba con desgano. Transcurrió el primer tiempo sin pena ni gloria.

Al salir, en el segundo tiempo, hubo algunas corridas más interesantes. El “Pata” esperaba “su” pelota y se dio un tiro libre, que pateó un compañero. Hubo un rebote y varias piernas buscando la redonda.

Cuando la vio el “Testa”, en línea con el “Pata” no dudó. Se tiró de panza sobre ella. Fueron esos segundos en los que puede explotar el mundo. Los hinchas gritaron el gol a garganta llena, incluyendo al intendente.

El referí hizo señas diciendo que no, levantó la pelota de entre las manos del arquero, al tiempo que daba por terminado el partido.

En el fondo de la red, unos ojos terriblemente abiertos, indicaban el error. El “Testa” seguía en el suelo, a diez metros de su cabeza.

El Gordo, para estas historias, era increíble.

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Nery Pumpido fue el arquero argentino que mayores títulos logró. Defendiendo el arco de River ganó torneos locales, Copa Libertadores y la Intercontinental. En la selección se consagró en el Mundial en México 1986 (también fue subcampeón en Italia 1990).
Junto a los éxitos, Pumpido tuvo serios accidentes como futbolista. Si bien pocos recuerdan que sufrió la fractura de uno de sus brazos durante un partido ante Estudiantes de La Plata, nadie olvida dos hechos puntuales. El que más impacto fue su fractura de tibia y peroné en Italia '90 (frente a la Unión Soviética) al chocar en forma casual con Julio Olarticoechea. Lo sustituyó con singular éxito Sergio Goycochea.
También se recuerda, por lo insólito, el mal momento que sufrió cuando en 1987, en un entrenamiento en River, al saltar a "descolgar" una pelota, uno de sus dedos, en el que llevaba su alianza matrimonial, quedó enganchado en los soportes traseros (de acero) del travesaño, soportes que sirven de sostén para la red.
Casi pierde el dedo, lo salvó una microcirugía y pudo continuar con su campaña futbolística.

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El comentario burlón y borgeano de describir al fútbol como el absurdo espectáculo de veintidós pelotudos corriendo detrás de una pelotita mientras otros miles o millones (de pelotudos) los miran es compartible en casi todos sus términos. Una vez más el maestro del tanteo tiene razón. Cabe aclarar -eso sí- que cualquier otra actividad humana produce, si se la observa y describe con objetividad, la misma sensación de extrañeza y sin sentido.

(JUAN SASTURAIN, escritor argentino, en su libro “Wing de metegol”)

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¡Él tiene el futbol en la sangre!

Seguramente tienes razón... el problema es que aún no le ha llegado a las piernas.

(Sabrosa respuesta de BILL SHANKLY a un ojeador del Liverpool al rechazar a un joven jugador)

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Juan “Candonga” Carreño, el recuento del último duro del fútbol chileno.


Antes de firmar un contrato hablaba con los técnicos para que lo dejaran carretear tranquilo. Jugó en 16 clubes y en cada uno deslumbró por su pachorra y coraje.

Fue goleador de Unión Española en la mítica Copa Libertadores del año 94 y suplente obligado de la dupla Sa-Za en las eliminatorias a Francia 98. Luego dio doping positivo por cocaína y noqueó a medio equipo de Osorno en el sur.

Estos son los archivos desclasificados de 'Candonga' Carreño y su revancha en contra de Zamorano y el 'Pelado' Nelson Acosta. Dice que uno se portó como un “cabrón” y que el otro fue un “maricón”.

¿Qué piensas de tus colegas retirados que aparecen en un reality o bailando en la tele?

-Hay gente que no soporta estar fuera del medio. No creo que sea una cuestión de plata o por necesidad. Es una cosa de figuración.

¿Es cierto que también te han invitado a participar en este tipo de programas?

-Sí, pero cuando me dijeron que era para eso hasta ahí no más llegó la conversación. Les corté el teléfono, no pesco esas huevás. Imagínate, después de agarrarme a combos en una cancha con 15 hueones, salir bailando con una polera apretada y lycras negras como John Travolta… ¡Na’ que ver!

Sería ir en contra de la imagen de duro de Candonga.

-Tengo claro lo que soy, tengo hartos defectos pero no soy un payaso. Prefiero ganarme la plata trabajando pero no ir a bailar con patines. Además, uno se da cuenta que lo llevan para hacer el ridículo.

Pero Olmos lo hizo bastante bien…

-Sí, lo hizo bastante bien. En el fondo, Olmos no es un técnico sino un gran bailarín.

¿Y el 'Peineta' Garcés?

-Mira, si te creís un técnico serio, hablai de códigos, de valores, de disciplina y la huevá, no podís andar bailando en la tele. No hueís. O soy o no soy. ¿Tú creís que Arturo Salah iría a un programa así? A Garcés le gusta la foto, que suene el rollo, las luces. Yo lo respeto pero no creo que sea un técnico serio.

¿Cómo es la vida de Candonga hoy?

-Depende… hay días que no me levanto y veo monos con mi hijo todo el día. Otros días me levanto a las 4 de la tarde y me pongo a trabajar hasta las 10 de la noche. Me compré una parcela de siete hectáreas y dos veces a la semana trabajo en una escuela de fútbol en Chimbarongo. De aquí a un par de años pienso construir un complejo deportivo.

Atrás quedó la época del rey de la noche.

-Estoy en otra. La vida me dio otra oportunidad y estoy disfrutando de las cosas sencillas.

¿Te saturó el carrete?

-Es que llegó un momento en que me sentía solo y vacío. Me había alejado de los valores que me había dado mi familia y me encontré en algunos caminos que no tenía que haberlos tomado. Así de simple.

¿Cómo era tu rutina en ese entonces?

-Hay gente que va al cine, otros que salen a comer, otros que van a ver una obra de arte y otros que hacen un asado y se toman una garrafa. A mí me gustaba ir a un pub, tomarme unos whiskys y al otro día ir a entrenar. Santo no era pero tampoco un bohemio.

¿Llegaste alguna vez pasado de copas a entrenar?

-Un par de veces… pero llegaba. Me tomaba un whisky en la mañana, me daba una ducha con agua helada y partía a entrenar. Nunca le hice el quite. Me quedaba trabajando una hora más para botar el alcohol.

¿Tuviste problemas con los técnicos?

-No, porque a ningún técnico le vendí una imagen de santo. Antes de contratarme les explicaba que no se estaban llevando al enviado de Dios, se estaban llevando a Juan Carreño y Juan Carreño tenía tales defectos. En el fondo, les pedía que me criticaran pero después de los partidos.

¿Eras como Romario, que en la cláusula del contrato estipulaba los días de carrete?

-Por supuesto, porque si no no podía rendir. Siempre que llegaba a un acuerdo económico con los dirigentes hablaba con el técnico y le decía que firmaba el contrato pero con la condición de salir lunes y martes y que no se metiera en mi vida.

¿Qué hubieras hecho si hubieras jugado en esta época?

-Tendría que haber agarrado a todos los periodistas del fútbol chileno, hacer una conferencia de prensa y decirles ¿saben? Yo soy así… Para qué les voy a andar con cuentos si después me iban a cachar igual en todos lados. Los jugadores somos normales, igual que todo el mundo.

¿Tenías un grupito con el que salías?

-No, siempre andaba solo en la noche. Nunca traté de salir con ningún compañero para que el día de mañana no me dijeran que andaba sacando a alguien a tomar. Si me pillaban, me pillaban a mí.

¿Por qué te gustaba tanto la noche?

-Porque tenía la presión de ser goleador en los equipos que estaba. ¿Y cuál era mi desahogo? Salir un rato en la noche, dos o tres horas.

¿Cuáles eran tus picadas?

-El Brannigan’s, el barrio Suecia, el Lucas Bar.

¿Era cariñosa la gente cuando te veía en los bares o te echaba la foca?

-Por mi forma de ser y mi estilo de juego muchas personas se identificaban conmigo. Había gente apasionada que se me acercaba y me decía “ídolo” porque le gustaba mi forma de encarar y jugar al fútbol.

¿Te mandaban copetes a la mesa?

-Lógico. Pero nunca tuve una pelea ni hice un show. Me gustaban las mujeres, era soltero y lo veía como algo totalmente natural.

¿Por qué te crucificaron entonces?

-Porque dije la verdad y en este país eso no se perdona. Cuando consumí drogas reconocí ante todo Chile que no necesitaba contramuestras. Cometí un error y hasta el día de hoy quedé marcado como drogadicto. Después dije que me gustaba tomarme unos whiskys en alguna discotheque y me tildaron de borracho cuando me los tomaba delante de todo el mundo. Hay futbolistas que se toman una botella de whisky entera encerrados en su casa.

¿Se aprovecharon de tu honestidad?

-En este país uno tiene que ser gris, ni blanco ni negro, medio matizado para llegar a todos lados. El chaqueteo es gratis.

¿Te sientes arrepentido de algo?

-No, en la vida se puede hacer de todo. Me pegué los mejores carretes, me comí a las mejores minas y me tomé los mejores whiskys, pero al otro día era el primero que estaba entrenando.

EL PERILLA Y LA LEGUA

¿Fuiste amigo de El Perilla?

-Sí, tenía una pareja que era concuñada de él. Una vez lo conocí en una comida y me cayó bien. Ni siquiera sabía quién era. No me interesa andar con alguien por el qué dirán.

¿Sabías el rubro en que se movía?

-No, en ese sentido soy un tipo con altura de miras. No ando con alguien porque es paco o rati. En el fútbol uno conoce a mucha gente. Nunca negué su amistad. A veces salíamos a comer o nos encontrábamos en el Lucas Bar. Tengo buenos recuerdos de él. Le encantaba la noche. En los códigos de su gente era un top ten, pero yo nunca lo ví en nada. Y si hubiese cachado algo tampoco te lo diría. Tengo las pelotas bien puestas.

¿Te invitaba a jugar a La Legua?

-Sí, jugué en algunos beneficios. Lo hice por la amistad que tenía con él y por la gente que me conocía en la población y que le tengo harto respeto.

¿Cómo te trataban los choros?

-La gente me tenía harto cariño. Más de alguna vez fui a un bingo o a un baile como una persona más. A veces se me acercaban y se sentían identificados conmigo. Yo también soy nacido en el pueblo.

¿No tenías miedo que te vincularan con la droga?

-No, mis cosas empezaron por otros lados. Como cualquier persona. Al principio me pegaba un huascazo y era la raja, pero cuando te empieza a agarrar la huevadita es una lucha. Te termina atrapando y te complica la cabeza.

¿Cuánto tiempo estuviste metido en las drogas?

-Unos tres años, del 2001 al 2003. Llega un minuto que la huevá te pide y te gastás plata que no tienes.

¿Cuánto gastaste?

-No gasté plata, gasté millones. La droga me llevó a meterme en negocios con gente que na’ que ver y perder cerca de 30 millones de pesos. Eso es porque andaba arriba de la pelota y no tenía la mente clara.

¿Cómo te metiste en el cuento?

-Moviendo como cualquiera. Primero era una vez a la semana, después dos y así. Y como tenía poder adquisitivo lo hacía. Gracias a Dios ahora puedo contarlo como anécdota.

¿Tuviste un pub en ese tiempo?

-Sí, tuve tres negocios. Pensaba que la iba a llevar. Me creía el rey del mundo pero tenía todos los ingredientes para sucumbir: trago, minas, plata, drogas, fama. Todas las huevás metidas en un mismo restorán.

¿Cómo saliste?

-Gracias a la ayuda de mi mujer, de mi hijo y de mi familia.

¿Te internaste?

-No, pero ganas no me faltaron. En un minuto vi la batalla perdida.

ZAMORANO CABRÓN

¿Te consideras un ídolo políticamente incorrecto?

-Yo no sirvo para ser Zamorano. Voy a nacer de nuevo y voy a seguir siendo Juan Carreño porque no me gusta el doble estándar.

¿Encuentras doble estándar a Zamorano?

-Cuando hablo de ídolos en este país, pienso en otras personas.

¿Por qué?

-Prefiero a Marcelo Salas, lejos. Soy respetuoso de la gente auténtica que da sin decirle a la mano derecha lo que da la mano izquierda. Salas ha demostrado que él es así. Es cosa que preguntes en el sindicato de futbolistas quién es Salas y quién es Zamorano.

¿Por qué nunca enganchaste con Zamorano?

-Fui compañero suyo en la Selección y si no fui al Mundial de Francia fue por su culpa. Él mandaba la Selección Chilena en ese tiempo y decidió llevar a su regalón, que era Neira. Hice el último gol de la clasificación y no me llevaron. Zamorano fue el cabrón de esa eliminatoria.

¿Te sentiste traicionado?

-A mí me pueden dar cualquier explicación, pero el daño que me hicieron en ese minuto no lo midieron. Me pudieron haber dejado cinco meses antes, como dejaron a Valencia y otros, lo hubiera entendido, pero no un día antes de viajar. Además, mi lesión no era tan grave y podía recuperarme a tiempo.

¿Quedar afuera del Mundial marcó un antes y un después en tu carrera?

-Sí, porque tenía 29 años, había jugado dos copas Libertadores, fui 10 años goleador en Primera División y estaba en mi mejor momento de madurez. Creo que me merecía un poquito más de respeto y no me lo dieron.

¿Tienes una conversación pendiente con el 'Pelado' Acosta?

-No, él fue maricón conmigo y con maricones para qué vas a tener conversaciones si ya te cagaron.

Pero con Acosta son vecinos… ¿nunca te lo has topado?

-Ojalá que no me lo tope…

COMBOS EN LA CANCHA

¿Cuántas veces peleaste en el fútbol?

-Una vez y pasé a la historia.

¿Eras malas pulgas?

-No, era un tipo de carácter que no me dejaba pisotear.

¿Como fue el encontrón con Hernán Caputto, el arquero de Osorno?

-En un córner entro por atrás, sin querer lo golpeo y me meto con él para el arco. Le ofrecí la mano para pararlo y me dijo: “con razón te dejaron fuera del Mundial tal por cual”. Ya, perfecto, es normal, pensé.

¿Qué pasó después?

-Hubo otro corner y alguien me aprieta los testículos. Yo lo veo que se ríe y le pego un charchazo a mano abierta. El árbitro me dice “Juanito, te ví” y me voy expulsado. Hasta ahí normal. Una expulsión más en el fútbol. Voy saliendo y Caputto cruza toda la cancha y me empieza a insultar. Tú no podís molestar a un jugador expulsado, es un código básico del fútbol. En el fondo estaba buscando que le pegara. Por lo tanto le dije que si me sacaba la madre de nuevo le cortaba la cabeza.

Casi se la cortaste…

-Es lo que se vio en la tele…

Tumbaste a cuatro en total.

-Bueno, pero si los hueones no me venían a abrazar, no era año nuevo la huevá.

¿Por qué te tenían tantas ganas?

-Hasta que le pegué a Caputto soy culpable y responsable de todo. Pero cuando los otros hueones vienen corriendo y se me tiran encima, lógicamente que me tengo que defender. O pegai o te cagan. En el barrio uno aprende que hay que tirar a matar siempre.

¿Cuánto tiempo te suspendieron?

-Seis meses.

¿Lo encontraste injusto?

-No, lo encontré justo, la media cagaíta, no es para sentirse orgulloso porque yo era ídolo de los niños de Huachipato. Pero la vida es así. Siempre he vivido el fútbol con pasión, mi vida ha sido así y voy a morir así. No soy el primero ni el último que se ha defendido o peleado en una cancha de fútbol.

¿Te da lata haber pasado a la historia por este incidente?

-Lo que pasa es que cuando aturden a un hueón en China ponen mi imagen en la tele. ¿Pero qué pasa si a mí me hubieran aturdido y me paro y me vuelven a aturdir? Hubiera andado para la risa de todos los hueones, ¿o no?

También le aforraste a un brasileño en México.

-Fue en un entrenamiento. Me tiró un túnel y le dije que era una falta de respeto porque éramos compañeros. Me respondió “filio tu padre, filio tu madre, filio tu puta”. Bueno, yo no soy muy bueno para los idiomas pero caché que me quiso hueviar, así que le dije que si lo volvía a hacer le cortaba la cabeza.

¿Y qué pasó?

-Lógicamente me tiró otro túnel, no lo dejé pasar, le metí un guatero y quedó aturdido. Los mexicanos se me vinieron encima, me saqué la polera, pero ninguno quiso pelear conmigo. Si me hubieran pegado hubiera seguido jugando pero se cagaron todos. Después de eso decidí venirme a Chile. Fue el combo más caro de mi carrera porque me vine de México y dejé tirados 600 mil dólares.

Glosario

Aforrar: Agarrar, manotear
Cabrón: Tirano, maltratador, abusador, proxeneta
Cachar: Comprender o entender (de ahí proviene la expresión ¿cachái?)
Cagaita: Macana (‘metida de pata’)
Candonga: Broma, burla, chacota, chanza, chiste
Carrete: Fiesta
Charchazo: Puñetazo
Choro: 1) (fem: Chora) adj Entretenido; 2) En las clases bajas, persona violenta o agresiva; 3) m Mejillón; 4) f Vagina.
Combo: Puñetazo
Echaba la foca: Enojarse con alguien
Guatero: Golpe con puño dado en el estómago
Huascazo: Golpe muy fuerte.
Huevada [Léase: “Huevá ó "Güevá"]: Tontería (informal, no elegante).
Huevón [Léase: “Huevón”, "Güevón" ó “Hueón”, fem: Huevona]: 1) Expresión que se usa como insulto o palabrota; 2) Entre amigos, en confianza, es como decir "amigo".
Paco: Palabra despectiva para señalar a los carabineros (policía chilena)
Polera: Camiseta, playera, remera
Rati: Policía de Investigaciones

(artículo del periodista Claudio Pizarro, publicado en el portal digital The Clinic del 11/07/2008)

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Pelé se despide de la selección brasileña

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El domingo 18 de Julio de 1971, Edson Arantes do Nascimento, ‘Pelé’, se despidió oficialmente, como jugador activo, de la selección nacional de Brasil, luego de 15 años de servicios al prestigio del fútbol de ese país. En ella militó desde los 16 años hasta después de cumplir los 30, en el mes de Octubre del año 70.
Esa despedida, luego de completar 1.000 goles en 1969, se cumplió en el estadio de ‘Maracaná’ frente al seleccionado oficial de Yugoslavia. Después de jugar únicamente los primeros 45 minutos, ‘Pelé’ se despojó de su camiseta número 10, y agitándola en su mano derecha, recorrió todo el campo, mientras una multitud de 138.000 personas gritaba enfervorizada: ‘¡Quédate... quédate... quédate!
Ese juego, que pasó a ser parte de la historia del fútbol brasileño y mundial, terminó con igualdad a dos goles. Por el equipo balcánico anotaron Dzajic y Jerkovic, mientras por los tricampeones mundiales lo hicieron Rivelino y Gerson, piezas claves del conjunto brasileño en el Mundial de 1970 en México.
Durante el transcurso del partido, un avión sobrevoló el campo del ‘Maracaná’, tirando de un banderín gigantesco donde se podía leer; ‘Viva O'Rei (Viva el Rey).

Síntesis del partido

Brasil: Félix [Fluminense], Zé Maria [Corinthians] (luego Eurico [Palmeiras], Brito [Botafogo], Piazza [Cruzeiro], Everaldo I [Grêmio] (luego Marco Antônio) [Fluminense], Clodoaldo [Santos], Gerson [São Paulo], Zequinha III [Botafogo], Vaguinho [Atlético-MG], Pelé [Santos] (posteriormente Claudiomiro) [Internacional] y Rivellino [Corinthians].
DT: Mario “Lobo” Zagallo

Yugoslavia: Vukcevic, Ramljak (Antonijevic), Paunovic, Holcer, Stepanovic, Pavlovic, Oblak, Acimovic, Petkovic (Bjekovic), Filipovic (J. Jerkovic) y Dzajic.
DT: Vujadin Boskov

Goles: Rivelino y Gerson (Brasil), Dzajic y Jerkovic (Yugoslavia)
Árbitro: V. Loureaux (Bélgica)
Lugar: Estadio Maracaná (Río de Janeiro)

El primer tiempo de este partido puede descargarse de este enlace y el segundo aquí.

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Probablemente están aplaudiendo, Platini, ahí sentado al teléfono con Sepp Blatter, quizá mandándose mensajes de texto, encantados con el resultado.

(ROBBIE KEANE, capitán de Irlanda, "atendiendo" a los popes del fútbol mundial minutos después del despojo sufrido a manos de Thierry Henry y la no clasificación de la selección del trébol a Sudáfrica 2010)

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El hecho de que uno haya sido un futbolista un poco rústico no significa que mi pensamiento no pueda ser distinto, yo hubiera querido ser mejor jugador. Cuando estaba en Colombia como entrenador a mis zagueros les decía: Ustedes quieren salir jugando, ¿qué se creen... que son Ramos Delgado o Perfumo?

(FERNANDO "El Pecoso" CASTRO, ex futbolista y entrenador colombiano)

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Las máximas de la abuela (Lucas A. Burriel - Argentina)


-Mirá que no tengo nada de cambio, así que si vos tenés arrancamos. Si no, vas a tener que buscar otro taxi, pibe.

El conductor de aquel Peugeot 504 negro y de techo blanco, aunque convertido en grisáceo por la acumulación de tierra, advirtió a Pablo, cuando este abrió la puerta trasera del coche y se disponía a ingresar la pierna izquierda al vehículo.

-Buenas tardes -contestó el chico remarcando las palabras como para demostrarle al taxista que, tal cual le había enseñado su abuela Gladys, iniciar una conversación sin antes saludar era la peor falta de respeto que podía cometerse.

Pablo era más apegado a su abuela que cualquiera de las personas de su edad que él conocía. Notaba demasiadas diferencias en la relación de sus amigos con sus respectivas abuelas, sin llegar a comprender cómo eran capaces éstos de prescindir de los beneficios que acarreaba la cercanía con una abuela. Gladys era para Pablo, una necesidad. Aprovechando que solamente dos cuadras y la rambla de la 72 separaban su casa de la de ella, la visitaba diariamente.

Simplemente, su abuela era lo único que acomodaba en su pirámide afectiva a la misma altura que su otro enorme amor: Gimnasia y Esgrima La Plata.

-Buenas tardes y disculpame, lo que pasa es que estoy hecho mierda, hace trece horas que estoy acá arriba.

-Está bien, no hay problema -respondió Pablo, sintiendo algo de congoja por el desdichado tachero.

-¿Hasta dónde vamos? -60 y 118 -anunció el joven, con la voz firme y colmada de orgullo de nombrar esas calles.

-¿Juega el Lobo? -preguntó el conductor mientras ponía primera para comenzar el viaje y fruncía el entrecejo, gesto que Pablo pudo notar por el espejo retrovisor.

-No… Digo, sí. Pero no en el Bosque, jugamos esta noche en Rosario, contra Central. Lo que pasa es que el micro de la Barriada 'El Mondongo' sale de ahí…

Pablo miraba por la ventanilla, buscando alguna otra camiseta del Lobo y se encastró en su mente la imagen de su abuela.

Gladiola, como el la llamaba, fue quien le inculcó esa adhesión por el azul y el blanco, esa lealtad por aquel escudo, esa fidelidad por aquella camiseta, ese sentimiento de pertenencia por el Bosque…

Lo hizo socio al minuto, le infundió con más ternura y paciencia que una maestra jardinera los valores triperos, lo llevó a la cancha por primera vez (cuando Pablito todavía usaba chupete, babero, mamadera, pañales y todo el combo del bebé común).

Aquel día, Gladys lo planeó al igual que un criminal debe proyectar un asalto a un banco o un secuestro express de esos que estuvieron de moda hace unos años y ahora nadie habla de ellos.

“Las modas son así, son sólo soplos de tiempo, los recuerdos que deja una moda son efímeros, fugaces, Pablito. Y tené siempre en cuenta que una moda es algo pasajero, que no alcanza para enamorarte…”

Pablo no olvidaría jamás las máximas triperas de su abuela. Su preferida era: “Una de las mentiras más grandes del mundo es que el fin justifica los medios. El pelotudo que inventó eso está tan alejado de la verdad como el amor de la razón… El fin no justifica los medios, Pablito. Uno nunca debe dejar de lado sus valores para conseguir algo”.

La anécdota de aquel día en que él, siendo una criatura sin voz ni voto, conoció el Glorioso Estadio del Bosque, la había escuchado casi un centenar de veces y de distintas bocas.

Gladys imaginó ese domingo durante toda la semana previa: llegaría a la casa de su hija al mediodía, con la excusa de preguntar si necesitaba algo, porque ella iba a ir hasta el almacén a hacer mandados.

A la vuelta de las compras, fingiría estar preocupada por un supuesto aspecto de cansancio de su hija, le ordenaría que descanse durante la tarde y le aconsejaría que se despreocupe por un rato de Pablito, porque ella lo sacaría a pasear.

El plan salió a la perfección. Gladys pasó a buscar a su nieto aparentando un falso paseo por el zoológico. Pablito conoció el Bosque a los cuatro meses de vida y sus padres se enteraron recién cuando el niño ya iba a la escuela primaria, en una confesión de Gladys durante un almuerzo familiar.

-¿Así que te vas hasta Rosario?

El taxista curioseó con cara de asombro. Pablo no logró percibir la mueca, continuaba mirando hacia el exterior del coche y pensando en su abuela. Pronunció un “si” seco y se imaginó alentando al Lobo en el ‘Gigante de Arroyito’.

-Ustedes no se cansan, eh. ¿Me podés decir a qué van hasta allá, con el equipo de mierda que tienen?

Pablo calló por unos segundos. Y, de manera inevitable, otra de las máximas de su abuela apareció para deambular por su cabeza: “Nunca derroches palabras que intenten explicar lo que nosotros sentimos por Gimnasia. Los que no son de Gimnasia, sean de hinchas de quien mierda sean, jamás van a poder imaginarse, ni siquiera acercarse a imaginar, lo que significa Gimnasia”.

Pablo observó el rostro del conductor…

-Sé muy bien para qué voy. Pero vos no me lo entenderías… ¿Cuánto te debo?

Esa noche, en la tribuna, rodeado de amigos, disfónico antes de que comience el partido, producto de cantar en el micro, percibió la manera en la que se le aceleraba el corazón, sintiendo algo de congoja por el desdichado tachero.

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Los veteranos hinchas de Boca Juniors y los más jóvenes a los que les gusta reconocer la historia futbolística del club, destacan a Natalio Agustín Pescia, como uno de los ídolos de siempre con la camiseta azul y oro.
Nacido en la Isla Maciel el 1º de Enero de 1929, muy pronto un delegado de Boca le vio condiciones y lo tentó a jugar en las divisiones inferiores. Aceptó, llegando todos los días para entrenar en la cancha, trasportado por un bote que le permitía cruzar el Riachuelo.
Jugó en la primera de Boca desde 1942 (ante Chacarita, que ganó 2 a 1) hasta su retiro, en 1958. Fue campeón en 3 campeonatos: 1943, 1944 y 1954.
Pescia, volante de marca, era un símbolo de la garra y la entrega a favor de la camiseta de Boca. Mucho sacrificio y pierna fuerte, pero jamás con mala intención. La prueba es que, de los 346 partidos que jugó en el club, solo sufrió una expulsión; fue el 7 de Mayo de 1944, cuando Boca perdió ante San Lorenzo por 2 a 1.
Fue el continuador de Pedro Arico Suárez en una línea media que integró con ‘Lucho’ Sosa y Lazzatti, pero en su última época la conformó con Lombardo y Mouriño. Se retiró, dejándole la posta a Antonio Ubaldo Rattín. Por su temperamento, se lo apodó "el leoncito".
Jugó para la selección argentina en aquel inolvidable partido del 9 de Mayo de 1951 ante Inglaterra, en Wembley, cuando nuestro representativo ganaba por 1 a 0, pero que en los minutos finales todo se transformó en un 2 a 1 a favor de los locales. Pese a que el periodismo consideró al arquero argentino Rugilo como el mejor jugador de la cancha, los jugadores ingleses le adjudicaron a Pescia tal honor.
Natalio Pescia -una de las tribunas de la Bombonera lleva su nombre- falleció el 11 de Noviembre de 1989.

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El fútbol es un poco como las mujeres: son irracionales, por ello nos gustan tanto.

(SILVIO BERLUSCONI, Primer Ministro de Italia y el líder del partido italiano Pueblo de la Libertad)

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Para las derrotas no hay excusas, porque el Sevilla nunca morirá de rodillas. Si hay que improvisar se improvisa y el escudo del Sevilla es el mismo y hay que defenderlo con lealtad.

(MANOLO JIMÉNEZ, declarando el 27/10/07 en "Europa Press" al asumir como entrenador en el Sevilla F.C. tras la precipitada marcha de Juande Ramos)

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Manchester United vs. Arsenal



Fecha: Octubre de 1967
Lugar: Old Trafford, Manchester (Inglaterra)
Fotógrafo: Peter Robinson (Inglaterra)

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