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Manuel y la bandera (Rodrigo Damián Gaite - Argentina)


“Para el más grande”

Cuenta la leyenda que allá por el 1812 a orillas del Paraná, el General Manuel Belgrano se encontraba descansando en la calidez de su tienda de campaña. Transcurrían las primeras horas de una pintoresca mañana. Luego de la derrota al frente del ejército del Norte en Tacuarí, el gobierno lo había llamado de urgencia para contener el avance de las tropas Realistas en la Banda Oriental.

En Rosario, Belgrano creó dos baterías a las que bautizó con los nombres de Independencia y Libertad. El ciudadano ejemplar, el hombre que puso su vida al servicio de la patria quería empezar a escribir su nombre en la historia.

Desde su catre distinguió la figura de Blas de Mondéjar, su amigo fiel y hombre de confianza. Este se aproximó a la tienda acelerando el paso. Al verlo llegar, Belgrano un tanto sorprendido le preguntó si pasaba algo grave.

Blas de Mondéjar se llevó una mano al corazón como queriendo serenarse, respiró hondo y sus ojos desprendieron un halo enternecedor, trató de hablar con calma pero se lo notaba muy agitado.

-Manuel quería contarte algo que estuve pensando seriamente y hasta ahora nunca me atreví a confesártelo, pero creo que ha llegado el momento, ya no puedo sostenerlo más dentro de mí, es algo muy raro que me sucedió no hace mucho.

Belgrano que ya se había hecho a la idea de que el enemigo había descubierto sus planes y estrategias, volvió a recostarse en su catre.

-A ver contame.

Blas de Mondéjar sentía que el corazón le iba a estallar de un momento a otro.

-Manuel, siempre decís que no querés tener ninguna insignia ni nada por el estilo que provenga de España ni de don Fernando VII.

-Así es -aprobó Belgrano con un gesto de desconcierto.

Blas trató de serenarse pero la emoción lo embragaba.

-Hay que crear una bandera que nos represente- expresó con orgullo.

Belgrano enarcó las cejas en señal de admiración. Se encontraba frente a una frase que podía cambiar el curso de la historia.

-Imaginate Manuel. Una bandera que nos represente, que el viento agite con orgullo en los estandartes de la victoria, para que la llevemos en el alma, para que vean esos jetones de la Madre Patria que tenemos identidad, que tenemos colores.

Belgrano no salía de su asombro y a cada palabra de Blas de Mondéjar se le hacía agua la boca, se sentía suspendido en el aire placentero de Rosario.

-¿Qué te parece la idea Manuel?

-Sensacional, brillante, no se no tengo palabras para describir lo que siento, es una idea magnifica.

Belgrano se bajó del catre y juntos salieron de la tienda. Era una esplendida mañana, el sol se regocijaba en un cielo azul claro por dónde se lo mirase, caminaron distendidos por la ribera del Paraná, Blas hacía gestos y ademanes de entusiasmo, Belgrano caminaba lento, con las manos en las solapas de la chaqueta y el porte altivo que lo distinguía. Siguieron caminando. De pronto Blas se paró delante de él cortándole el paso. Su entusiasmo había decrecido, trató de mirar los ojos claros del General pero no pudo, era como si no se atreviese a decir lo que pensaba en ese momento. Manuel hizo una mueca de no entender, miró a su amigo quien a su vez miraba la hierba delante de sus zapatos, como si se sintiese avergonzado, cohibido.

-¿Qué sucede?- inquirió Belgrano.

-Bueno es que no se cómo decírtelo Manuel- murmuró Blas sin levantar la vista.

-Te pido que hables y seas claro- la voz de Belgrano sonó firme.

-Es que en realidad yo quería contarte algo más.

-Adelante. Te escucho.

Blas de Mondéjar miró en derredor como asegurándose de que nadie que anduviese por allí pudiese oírlos. Pero no había nadie, estaban solos con la naturaleza. Casi en un murmullo como si le costara hablar comenzó a decir:

-¿Te acordás cuando el otro día caí de mi caballo y estuve no se cuanto tiempo inconsciente?

-Si claro que me acuerdo. Estuviste inconsciente un día entero y para serte franco creíamos que no te ibas a volver a despertar- le recordó con un aire fraternal en sus palabras.

-Pero acá estoy, más sano y más lucido que nunca- dijo alegremente- ¿Y sabés lo que me sucedió mientras estuve inconsciente?- sin darle tiempo a responder agregó- Me vi inmerso en una luz muy tenue y una voz me iba relatando una especie de profecía o algo por el estilo. Era una voz muy cálida, muy agradable.

Belgrano soltó su mano derecha de la solapa, hizo un gesto vago y dijo con cierta indiferencia: “No jodás”.

Blas de Mondéjar se sobresaltó, no en vano se había atrevido a confesarle lo de la bandera a su amigo y ahora que tenía algo más importante que decirle a él parecía no interesarle. Pero no se iba a dar por vencido así porque si.

-Por favor Manuel te pido que me escuches un momento. ¿No somos íntimos amigos?, ¿alguna vez te fallé, te mentí? Por favor te lo pido, prometo contarte todo tal cual me sucedió sin omitir ni agregar nada. ¿O de donde te pensás que salió lo de la bandera? Pero como me imaginé la cara que ibas a poner si te decía que me lo dijo esa profecía no me quedó otra que decírtelo así y hacer un poco de teatro. Juro decir toda la verdad y nada más que la verdad, lo juro por la Patria.

Esta última frase hizo que Belgrano cambiara su parecer.

-Está bien- dijo un tanto resignado y sentándose sobre la hierba humedecida.
Blas se sentó delante de él y comenzó a recordar.

-Soñé o vi, no sé cómo decirlo con una voz que me iba recitando una serie de hechos que sucederán dentro de muchos años; en todo momento me sentí sumergido en esa luz muy tenue que me trasmitía paz y armonía. Esa voz fue la que me dijo lo de la bandera, si bien no fue un comentario breve tampoco se explayó demasiado en el tema; al parecer lo de la bandera era como una especie de introducción a la prédica que ahora te voy a contar, eso sí que fue largo. La voz me iba hablando que nuestro país llegará a ser una potencia mundial. ¡Pero no en lo que vos te imaginas Manuel!- se anticipó a aclarar viendo la cara que ponía Belgrano- nuestro país llegará a ser una potencia mundial en el fútbol.

-¿En el qué?- preguntó Manuel totalmente desorientado.

Blas hizo un gesto de comprensión.

-Trataré de ser breve así no nos vamos del tema que nos concierne. El fútbol es un juego que van a inventar los ingleses. Bah, en realidad no van a inventar nada, lo van a robar los piratas de algún lugar como hacen con todo lo que encuentran a su paso, es una vieja tradición inglesa.

El General Manuel Belgrano lo exterminó con la mirada, aun se palpaba el clima tenso sobre la ciudad de Buenos Aires, luego de la heroica resistencia de las milicias criollas en las traicioneras invasiones inglesas. Manuel sentía en su piel el ardor de las batallas, como esas heridas que no cicatrizarán fácilmente. Su patria sería agraviada por el enemigo y él se sentiría tocado en su fibra más íntima.

-¡Un juego inglés practicado en nuestras tierras!- su voz sonó amenazante y hasta el río pareció detenerse.

-¡Es que ahora viene lo mejor, no te impacientes!

-Según esta profecía en este juego, dos equipos de once jugadores por bando lanzan un balón con el pie y tienen que introducirlo en una especie de abertura.

Gana el equipo que más veces lo logra, lógicamente con el correr de los años, este juego adquirirá mucha popularidad, se crearán torneos nacionales, ligas, competencias mundiales, etcétera.


Pero para desarrollar eficazmente este juego se necesitan de varias condiciones más bien innatas. Como por ejemplo: Garra, tesón, sacrificio, voluntad, hacerlo con pasión. Bueno no hace falta que yo te lo cuente, ahí tenés el ejemplo de la revolución.

Belgrano siente en sus venas el ferviente sabor de la victoria, pero no dice nada solo se abstiene de seguir escuchando a su amigo y confidente.

-Pero además se necesita ser inteligente, tener hambre de gloria, tener picardía, ¿me seguís?, engañar al adversario, crear estrategias. Ahora decime Manuel ¿Qué nos falta a nosotros de todo lo que te nombré?

Belgrano seguía cavilando sin emitir palabra, el interés por conocer a fondo la profecía de Blas crecía en su interior.

-Ahora bien, este sería el nudo de la cuestión, ahora viene el desenlace, digamos lo más importante, la prédica decía que dentro de muchos, muchísimos años va a nacer en nuestras tierras, un pibe que con el correr de los años se va a convertir en el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.

Blas abrió los brazos mirando al cielo como esperando una señal divina, su voz adquirió un tono Mosaico- Nacerá un domingo a los 30 días del mes de Octubre, será de origen humilde, de padres trabajadores y tendrá muchos hermanos. Él será el elegido entre millones para llevar a lo más alto la bandera que se ha de crear, su zurda prodigiosa nos conducirá inexorablemente hacia la victoria.

-Veinte. Serán las letras que han de conformar sus nombres y apellido completo.

-Diez. El número que llevará en su casaca más allá del tiempo.

-Muchas las piedras que ha de sortear en el camino.

-Único. El amor que emanará del pueblo hacia él.

-Dejará pinceladas eternas en el barrial del potrero de las siete canchitas. Su primer sueño será jugar en el mundial y el segundo salir campeón con Argentina.

Tendrá, su bautismo de fuego en una calurosa tarde de primavera, al ingresar al campo de juego con su melena enrulada resonará en sus oídos: “Juegue como usted sabe y si puede tire un caño”, y al primer contacto con el balón hará realidad aquel pedido. En el imperio del sol naciente levantará su primer trofeo con el conjunto nacional. El universo entero será testigo de su magia, no solamente paseará su arte y filosofía por las tierras del Río de La Plata, sino también por todo el viejo continente. Solo él podrá llenar escenarios y levantar multitudes y antes de irse a conquistar Europa, pasará por equipo de sus amores y cosechará otro título, no sin antes hacer una fantasía en una lluviosa noche de abril. Amortiguará el balón con su guante zurdo y haciendo morder el barro al arquero y al defensor definirá con un toque sutil. En el país de la Madre Patria no lo tratarán muy bien, pues allí tendrá prohibido ser artista. Luego trasladará su magia al país de la península, será el gladiador que llevará la bandera del sur empobrecido y de la mano de San Genaro desafiarán al norte rico.

Será el argentino más conocido del planeta, y entonces, cuando se encuentre en la cresta de la gloria con la picardía criolla y la mano de Dios les robará los ingleses, les robará descaradamente y saldrá corriendo con el puño en alto. Total ladrón que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Pero para que no queden dudas de su don celestial, algunos minutos después iniciará su obra más sublime; recorrerá más de sesenta metros y gambeteando a todos enfrentará al arquero, rubricando el tanto más extraordinario de la historia, en una corrida memorable, en una jugada de todos los tiempos, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina, y gracias Dios por el fútbol, por estas lágrimas. Y así regando de gloria este suelo les 'pasará el trapo' a los ingleses.

A Belgrano los ojos claros se les pusieron vidriosos. “Pasarles el trapo a los ingleses”.

-Alzará la copa para todo su pueblo, se jugará entero por su patria. Desde el pedestal más alto de la gloria hará flamear la bandera nacional y la besará tan solo como se besa al primer amor, porque después de todo la patria es el primer amor. Les dirá en la cara lo que piensa a los jetones del poder sin pelos en la lengua y desafiando a los infames poderosos. Por supuesto que los jerarcas de turno no se van a quedar de brazos cruzados, lo tildará de “Cabecita negra” y él les responderá: “Y a mucha honra”.

En la tierra donde deslumbrará con su magia, sacando a relucir su amor propio y con un martirio permanente en su tobillo izquierdo, luego de pasar un gran sofocón ante nuestros hermanos brasileños, el genio frotará la lámpara para que defina el hijo del viento y así continuar por la senda triunfal. Insultará a los cuatro vientos cuando una silbatina generalizada desprecie nuestra canción patria. Llorará con bronca y el alma herida cuando injustamente nos despojen de la copa. Intentarán crucificarlo con la misma intensidad con la de que ha de ser amado, pero como el llanto de su derrota será el llanto del pueblo y con el dolor corriendo por sus venas resucitará de sus cenizas, volverá contra todo y contra todos. Primero hará un paso fugaz dejando destellos de su destreza por las tierras de Andalucía y luego por Rosario. Se preparará como nunca.

Será nuestra identidad, el emblema de una nación con sus aciertos y sus errores; y cuando la máxima competencia se dé cita en el país de los que se creen los dueños del mundo, tras una perfecta combinación de toques con sus fieles compañeros, un zurdazo impecable se incrustará en el ángulo, asombrando hasta a los Dioses del Olimpo, y cuando nuevamente se regocije en el amor de su pueblo otra vez se ensañarán contra él y trataran de condenarlo al peor de los infiernos. Con el alma herida no podrá controlar las lágrimas que brotarán de su maltrecho corazón, pero por más que le corten las piernas seguirá caminando, pues todos sabrán que no correrá por esa extraña mentira sino por el amor a su gente, y ni así, aunque le den todo el oro del mundo le venderá el alma al diablo.

Y cuando los hipócritas mandamases se den por satisfecho creyendo haberlo aniquilado, en el club de sus amores él resucitará una vez más, su ángel emergerá nuevamente sobre el rectángulo verde, la ovación desmesurada bajará desde un Coliseo enajenado barnizado por un mar de humo azul y oro, y les tapará la boca a los que lo daban por muerto.

En una tarde de Octubre pondrá puntos suspensivos a su vasta e inigualable trayectoria, pues nunca tendrá punto final su carrera.

Un enemigo de blanca apariencia, pero oscuro y traicionero como Judas, intentará destruirlo y arrancarle el corazón, y ese ha de ser su partido más difícil, pero si te caes cien veces cien veces has de levantarte, porque cuanto más arriba se está más fácil es caerse, pero más heroico es levantarse.

Con el tiempo nos dejará una herencia inagotable de sueños y gambetas, y con el pasar de los años su trono quedará vacío, pues nadie ha de ocupar su lugar, simplemente porque no habrá ninguno igual y su corona no será cubierta jamás por el polvo del cruel e inmodificable pasar de los años.

En una isla del Caribe intentará restablecerse de tantos avatares. A la distancia seguirá ligado a su tierra y como ausentarse aumenta la nostalgia, un día volverá para ser alabado por una multitud que formará un río de lágrimas en homenaje al ídolo amado. El Dios del fútbol agradecerá una y otra vez a su querida gente, porque él será de la gente. Lo hará en el templo sagrado del fútbol mundial, que Dios ha de construir en las cercanías de las aguas del Riachuelo, de las aguas hasta las que navegó don Pedro de Mendoza, y en las tierras donde se produjo la primera fundación de Buenos Aires, y ha de convertirse por deseo del Supremo en el epicentro de las Provincias Unidas. Y allí, en un día que amanecerá nublado y lluvioso, pero que comenzará a sonreír con el correr de las horas, su zurda acariciará nuevamente a su amiga más leal, despertando la admiración de una multitud fervorosa que inundará la tarde de pasión y cariño.

Jugará simbólicamente junto a las figuras del fútbol mundial rodeado por sus afectos; convertirá dos tantos desde la pena máxima y sobre el final de la ceremonia cuando el aire del Riachuelo deslice un manto de nostalgia por los momentos vividos, enfundados en los colores de sus amores e inmersos en un silencio catedrático dirá a corazón abierto: “Esto es increíble. Cuando yo lo contaba no era creíble, pero ahora el mundo ve lo que son los argentinos, la pasión que sienten por el fútbol y la pasión que sienten por un número 10 que alguna vez le arrancó una sonrisa. Yo la verdad que no se con que pagarles de verdad. Yo traté de ser feliz jugando al fútbol y de hacerlos felices a todos ustedes y creo que lo logré, la verdad que esto no me lo esperaba, porque esto es demasiado, es demasiado para una persona, es demasiado para un jugador de fútbol, les agradezco con mi corazón. Esperé tanto este partido y ya se terminó. Ojalá que no se termine nunca el amor que siento por el fútbol, que no se termine nunca esta fiesta, que no se termine nunca el amor que me tienen. Les agradezco en nombre de mis hijas, en nombre de mi vieja, en nombre de mi viejo y de todos los jugadores de fútbol del mundo. El fútbol es el deporte más lindo y más sano del mundo, de eso que no le quepa la menor duda a nadie. Por que se equivoque uno no tiene que pagar el fútbol. Yo me equivoqué y pagué, pero… pero la pelota no se mancha” y cuando la multitud emocionada caiga rendida a sus pies con lágrimas en los ojos añadirá: “Les pido que este amor no se termine nunca, se los pido por favor”. La puta Manuel que se va a terminar.

Pero como el tiempo es orgulloso y sigue transcurriendo, también pasará ese día maravilloso que nunca será una despedida, por que el amor no conoce el paso del tiempo y los sentimientos que se graban en el alma no desaparecen jamás, y el idilio con la gente permanecerá inalterado en el corazón del ídolo, y dentro de tantas pálidas (que dicho sea de paso este país tendrá y muchas, todo por culpa de cuatro atorrantes) él intentará arrancarnos una sonrisa y hacernos participe de su obra.

Sus hazañas se trasmitirán de generación en generación, no te olvides Manuel que los griegos decían que los grandes acontecimientos suceden para ser contados; y así, los padres con los ojos humedecidos contarán a sus hijos y a los hijos de sus hijos sus memorables jugadas. Y el Dios del fútbol será alabado por los siglos de los siglos.

Belgrano agachó la cabeza, pestañó un par de veces y una lágrima rodó por su mejilla, no quería que Blas lo viese llorisquear, era un guerrero, pero por sobre todas las cosas era un mortal de carne y huesos ¿Cómo carajo no iba a llorar con todo lo que estaba escuchando?

Blas de Mondéjar dio por finalizado su discurso. Distendido se alejó a paso lento; él tampoco quería que Belgrano lo viese lagrimear, él también se sentía un soldado que tanto joder.

Sin darse vuelta dijo:

-Pensalo Manuel, vos vas a quedar en la historia y quien te dice en una de esas a algún gobierno de turno se le ocurra dedicarte una avenida, un barrio en la Capital, o sin ir más lejos algún equipo de fútbol lleve tu nombre, que se yo.

Belgrano se encontró solo sentado sobre la hierba viendo a la distancia la sobra irregular de su amigo.

“La puta Manuel. ¿Te estarás poniendo viejo? -pensó- esta no me la esperaba. Justo vos que batallaste en el Paraguay. Que anduviste entre libros por Salamanca y Valladolid, de tertulia en tertulia con las mujeres más hermosas. Que fuiste un duro en los días de Mayo. ¿Ahora se te pianta un lagrimón?”

“Por ese pibe por la patria hay que crear una bandera.”


Pensó que allí cerca del Paraná sería un buen sitio para enarbolar la nueva insignia patria.

“Necesito pensar -se dijo mientras trataba de controlar su agitada respiración- Todo esto me turbó. Tengo que relajarme, estar concentrado. Lo primero que tengo que hacer es pensar en los colores”.

Sintió la brisa de la esplendida mañana deslizarse por su rostro. Sus ojos claros contemplaron el cielo celeste, luego los cerró y trató de poner la mente en blanco.

(Mi agradecimiento a Rodrigo Gaite por cederme este hermoso cuento para compartirlo con todos ustedes)

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