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Colo Colo y la sombra de Pinochet

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“Vamos a romper, vamos a romper el estadio de Pinochet”, este cántico es el grito de guerra de la hinchada del Universidad de Chile cuando visitan el estadio de su eterno enemigo el Colo Colo. No hace falta bucear mucho en la historia contemporánea para comprobar el excelente mecanismo de propaganda que han constituido siempre los clubes de fútbol en manos de los dictadores. El pan y circo como somnífero ideal para anestesiar a la población y perpetuarse en el poder. Augusto Pinochet hizo de esta práctica uno de los pilares de su “política social”, el resultado fue un Colo Colo cubierto durante años por un velo de duda y desdicha.

El Colo Colo o “Cacique” como se le conoce popularmente es el club más conocido de Chile, el que más aficionados reúne sobre todo entre las clases bajas. Su identificación nacional es una de sus señas de identidad, aún mantiene en su escudo los colores de la bandera de Chile y un indio Mapuche en el centro. Este autentico filón popular no podía pasar desapercibido a los ávidos ojos de Pinochet. El Estadio Monumental, hogar de los sueños del Colo Colo sería la excusa perfecta. El Monumental había sido concebido como la joya que enseñaría Chile al mundo en el Mundial de 1962. Diseñado para albergar 120.000 personas, la obra quedó para siempre inconclusa.

En 1988 Chile estaba convulsionado por el plebiscito que debía dirimir la permanencia como líder del país hasta 1997 o la entrada en vigor la constitución democrática impuesta en 1980. Pinochet vio una oportunidad en la inacabada casa del Cacique. Meses antes del plebiscito ofreció a trescientos millones de pesos a Peter Dragicevic y Eduardo Menichetti antiguos dirigentes del club para acabar el Monumental. Después de todo el dictador ya era presidente honorario del club desde 1976, tras destituir a la directiva y salvar al club de una grave crisis económica al considerarlo patrimonio de todos los chilenos.

El ex presidente Patricio Vildósola cuenta que él le pidió directamente a Pinochet que fuera presidente honorario. “Si otros han sido presidente, don Augusto, por qué usted no”, le dijo. Y finalmente Pinochet aceptó. El resultado de aquel plebiscito no fue favorable a Pinochet, años después la democracia volvía a encontrar su lugar en Chile. La segunda inauguración del Monumental se celebró el siguiente 1989. La sombra de la duda planeó desde entonces como un oscuro estigma sobre los colocolinos.

Como un gemelo de la vergüenza a kilómetros del inacabado Monumental se alzaba sombrío, otro estadio que resumía la cara oscura del régimen. El Nacional de Chile, símbolo del horror, y la tortura. Años antes de que Pinochet interviniese la directiva la directiva colocolina para salvar al club, una comisión de la FIFA inspeccionaba el estadio para autorizar un partido de clasificación del Mundial 74 frente a la U.R.R.S

Cuentan que los gritos de los torturados chilenos ascendían desde los subterráneos de aquella pesadilla en que se convirtió el Nacional, la FIFA vergonzosamente autorizó el partido. Pero esa es otra historia. El Nacional sería el símbolo del horror, el Monumental de la vergüenza por lo que se creía la apropiación del patrimonio sentimental de gran parte de la sociedad chilena.

En 2006 un documental exhibido por el periodista Andrés Ampuero demostraba que aquel dinero nunca llegó. Pinochet lo negó al fracasar en el plebiscito. El Monumental hubo de ser financiado con los fondos de los socios y la venta de un ídolo como el delantero Hugo Rubio “El pájaro”, al Bolonia italiano. A muchos no les interesó conocer la verdad.

El Cacique permanecería asociado para siempre a la dictadura por un país roto por el dolor. La figura de Pinochet se encargó de aparecer ocasionalmente como un espectro de mal agüero en la vida pública del Colo Colo. A las elecciones colocolinas de 1994 entre Dragicevic y Eduardo Menichetti acudía a votar sonriente “Como colocolino estoy muy contento de concurrir a esta elección que considero muy importante”.

Así sobrevivió el Colo Colo los últimos veinte años de su historia, acosado por las hinchadas rivales, y con la sospecha de gran parte de los chilenos, sintiéndose traicionados y viendo mancillado lo que más amaban. Así vivió su afición la consecución de su primera Copa Libertadores en 1991 con los inolvidables Marcelo Barticciotto, Jaime Pizarro, Gabriel Mendoza o Lizardo Garrido. En Diciembre de 2006 moría Augusto Pinochet, semanas después no se celebró ni un minuto de silencio en el Monumental, y el Colo Colo era eliminado por el Chivas en la Libertadores.
La gárgola fantasmal de Pinochet se desprendía por fin del escudo del Cacique.

(artículo del periodista Enrique Vaquerizo, publicado en “Notas de fútbol”, 28/08/08)

1 comentario:

Anónimo dijo...

esta historia está bastante desacreditada, como toda promesa electoral de un dictador.

el único y verdadero estadio de pinochet es el Nacional.