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De taco (Claudio Jorge Fleitas - Argentina)


Primer tiempo:

Cuando lo ví atajar, ya estaba viejo, tenía... El abuelo tendría la edad que tengo hoy yo.
Buzo amarillo, como el de Roma, con hombreras, pantalón cortito negro y rodillera en la rodilla mala (de esas con protección de felpa). De él, eran los botines de tapones de cuero, de cuando era profesional allá en el Chaco y la gorra que le tapaba la pelada y se la calentaba en invierno...
Un partido que atajaba para el equipo del Churruca, contra alguna comisaría, en la cancha de tierra del Club Policial. Le hicieron como mil goles, abajo no llegaba, pero no siempre fue así...
Juan Ramón Cañete, el Juanchi, era el “wing” derecho de aquel famoso equipo de Sarmiento de Resistencia, el Alumni del nordeste, campeón por una década seguida allá por el 40’.
-¿No será mucho? -dirá un comedido...Pero sin embargo fue la base de la selección chaqueña que tuvo a mal traer al seleccionado de Buenos Aires, el Nacional del 38’, eran otros tiempos...
Bueno como sea, el Juanchi no era win, aunque ágil, rápido y goleador del último campeonato, porque pateaba muy bien los penales. Era arquero y de eso había ido a probarse, pero el club ya tenía uno y bien grande, casi dos metros tenía el polaco y el Juanchi aunque era mejor, media uno setenta. Así que quedó de win y de arquero suplente, eran tiempos de Fútbol sin cambios y siempre era mejor tener en la cancha uno que ataje también, aunque sea enano...
For Ever, Chaco For Ever, los Millonarios de Resistencia, habían traído para ese año dos santafesinos que habían jugado en Rosario e importado dos paraguas del Cerro de Asunción, uno era un back que metía miedo, parecía un gorila de camiseta verde y negra... Se habían afilado como cuchillo de carnicería fina y querían, de cualquier manera, cortar la racha de sus archirivales de la camiseta naranja y marrón....
El campeonato se fue calentando, al final de la primera rueda los dos equipos estaban parejos al tope de la tabla y con igual cantidad de puntos y un empate de local en la última fecha, el clásico le costo al campeón todo lo que tenía. El Mencho, el arquero de ellos, lo había sacado al Juanchi, en un cruce cuando faltaban diez minutos y el partido terminó a las piñas (y hasta cuchillazos en las tribunas) y las amenazas con lo que iba a pasar en la última fecha, era lo único que se repetía como ensalada de pepino...El campeonato era un volcán, en erupción...
En la segunda rueda los dos empataron con el Deportivo Las Palmas, el equipo del Ingenio y el Sarmiento perdió un punto más de visitante en Sáenz Peña, cosa que hizo que For Ever llegara al clásico con la ventaja de empatar y salir campeón, de local....
La Nina, era una morocha de piel blanquísima, hermosa y orgullosa como toda paraguaya...Hija de Don Mancuello, uno de los directivos de Sarmiento...
El Juanchi, la quiso desde que la vio, parado con los brazos en jarra esperando un pase del pata e´bola, ella estaba al lado del viejo en la tribuna, y también sintió el cimbronazo, pero hizo como que no lo sintió como un año...Hasta que se pusieron de novios, la nochebuena del quinto campeonato al hilo.
Faltaban unos días para el último encuentro, definitivo donde se jugaba todo...con lo definitivo y total que puede ser solamente el fútbol, el Juanchi paso por la casa de los Mancuello porque después, el viejo fanático no lo iba a dejar ni pisar la vereda, con lo del partido..
Desde la puerta, la cara de la Nina no le gustó nada, presagiaba tormenta, de esas cuando el calor aprieta y se cae el cielo...Lo recibió con la noticia a boca de jarro, de puntín:
-Juan, estoy gruesa! Que vamos a hacer... -dijo casi llorando, pero disimulando porque toda la cuadra estaba afuera, por el calor, tomando algo de fresco...
Juanchi la miro con dulzura y se quedo serio y pensativo, mirándola...Era el fin de todo, pero se sentía aliviado, era el principio de todo, en realidad...Le dijo con su mejor voz de barítono:
-Vos no te preocupes, yo lo arreglo, lo único, frenámelo a tu viejo cuando le demos la noticia...
-Pero Juan, ¿que vamos a hacer? -dijo acentuando el que.
-Nos casamos, negra...Y tenemos a Juancito! Palabra de Juanchi... La Nina sabía que eso era la última palabra, al él le gustaban dos cosas, más que nada, más que el fútbol si se podía, brindar con los amigos con algún vinito tinto y estar atado a su palabra... Así que eso significaba que iba a ser así...
-Mirá, hace unas semanas me vinieron a ver, los de Colonia Baranda, están formando un equipo para levantar un poco el lugar, que recién empieza...Yo les había dicho que no, pero...
-Juan! Que vamos a hacer con eso...Es un equipo de fútbol, si apenas te alcanza con lo que ganas acá!
-Eso es lo bueno, me ofrecen un trabajo para compensar, en el nuevo destacamento que se esta por crear, es un puesto de zumbo, pero como yo leo y escribo, en poco tiempo puedo ascender...
-Y bueno, si a vos te parece... Así ha de ser -dijo la Nina haciéndose la resignada, pero más tranquila y ya sin lágrimas.

Segundo tiempo:

Vaya a saber porque, por la alegría de ser padre o la presión que le ponía el clásico en la última fecha, ese viernes a la noche, después de comer con la Nina y el viejo fanático, que de lo único que hablaba era de Sarmiento y de cómo hacer para ganarle al “Negro”....El Juanchi no aguantó mas y se fue para la bailanta de la Flora, allá en Puerto Vilela, media hora en bicicleta por camino de tierra que era una boca de Lobo. Para aflojar un poco, unos vinos y bailar unos chamameces, pata en tierra, culo pa’ fuera, mano en la cintura de alguna guainita, que era lo menos importante...
Por esas cosas que tiene el destino, Ganas de joder, chamigo! Y de complicar las cosas simples...
Ahí se encontró con algunos del equipo, que ya estaban brindando a cuenta por el campeonato, y en eso llega el “Mencho”, el arquero de ellos, con una correntinita, que había noviado con el Juanchi, antes de la Nina y por como venía la cosa, no se lo había perdonado.
La cuestión se empezó a calentar y terminó de explotar cuando el Juanchi, medio alegre por los vinos, medio para molestar y ponerlo nervioso al Mencho saco a bailar a la guainita que lo acompañaba y le hacía caritas hacia un rato.
El Mencho tiró una mesa y pelo el marcagallo que siempre llevaba en la cintura, lo agarraron entre cinco y se armó la batahola, porque para esa altura la mitad verde y negra del boliche ya provocaba a la otra mitad, naranja y marrón, que estaba con el Juanchi...El negrazo hasta amagó tirar una facada que el Juanchi visteó y ahí, le pelo la alpargata y la revoleó, para provocarlo mas...
En la pelea se lo llevaron en andas los del equipo, antes de que lo lastimaran enserio, y se quedaran sin delantero para el domingo...Entre los vahos del vino y la calentura, cruzó sus dedos y le juro al Mencho, que sacaba fuego por los ojos:
-Mirá ñangapirí, el domingo si hay un penal, te lo meto de taco, añamembuí!
Para la mayoría eran palabras de borracho, pero sus compañeros que lo conocían, rogaron que por el bien de todos, hubiera tomado el suficiente para no acordarse o que no hubiera un penal...
Y el domingo amaneció, con un calor que ni mandinga aguantaba a las 8 de la mañana, para el mediodía, hora de juntarse en el club para el partido de la tarde, ni las cigarras estaban en los árboles, solo se escuchaban los zumbidos de los zancudos... No hacía calor, era todo calor...
A la hora del partido la cancha era un infierno, pero un infierno que no estaba para metáforas y no había sombra más que la de los postes, el pasto amarillento y duro estaba caliente, como quemado.
En las tribunas, una cabecita al lado de la otra con sus pañuelos anudados o sombreros puestos y los colores característicos pero nadie gritaba, hacía tanto calor que respirar era transpirar...
Y ahí estaban los veintidós y el señor Gómez, arbitro de la liga Santafesina, listos para empezar con la sesera ya cocinada.
El partido resultó un calco de la primera vuelta, puro centro al cabezazo de los dos gorilas paraguayos, y el área de Sarmiento que estaba mas cascoteada que techo en el peor granizo, salvo que esta vez, en uno de esas descolgadas, el polaco se mancó, lo atendieron pero le era imposible continuar, se había sacado el hombro...El Juanchi al arco y mas de tres mil almas y once jugadores verdes y negros restregándose las manos como diciendo: -Ahora lo llenamos al petiso... Pero nadie lo había visto atajar antes, el polaco era como el quebracho, jamás se había lesionado y ya todos se habían olvidado quien era el suplente.
El buzo le quedaba grande, parecía del Tata del Juanchi...Eso y muchas otras cosas mas le gritaron cuando llegó al arco que daba a la hinchada de For Ever, que lo cargaba con saña.
Las tres primeras pelotas que le sacó de la cabeza a Amarilla, el más grande de los “paraguas”, la hinchada siguió porfiada en la creencia que el calor estaba afectando a sus cabeceadores. Cuando le tapo un gol hecho al centrofowar, infalible en el área chica, algo pasó en el ánimo de los verdes, cada pelota que el Juanchi tapaba, Sarmiento se arrimaba mas al área rival y en eso, cuando ya el partido parecía un empate que dejaba contento a todos, For Ever campeón y Sarmiento con un empate histórico, segundo a un punto. En eso, una pelota recta apuntando a otro partido, el negro Espinoza (que después jugara en Boca y Vélez) que se escapa corriendo vaya a saber que gloria y el monstruo guaraní que lo guadaña en el área, realmente, una jugada de otro partido.
Si el árbitro no hubiera sido un curepí, o sea chancho blanco, de Santa Fe y hubiera sido un chancho local, no lo cobraba seguro, no iba a exponerse a que le bloquearan la hipoteca, le suspendieran el alquiler o le echaran al mitaí de la escuela, cosa que no podía pasar al revés, porque siempre quedaba la duda...
Pero el árbitro era el señor Gómez, un hombre libre de sospechas y Rosarino, que cobró penal...
El back sarmientista, Luis piquito, se puso la pelota bajo el brazo, pensando que nadie lo salvaba al Mencho de su cañonazo esa tarde...

Dos minutos más:

Desde el otro arco, una figura chiquitita que se fue agigantando con los minutos, pegó el grito de:
- ¡Mío carajo, Añamembuííííí! -y terminó con un sapucai que le helo la sangre a todos, parecía el grito de un chancho, en su agonía, cuando lo están carneando.
No estaba para discutirle al Juanchi, con los ojos inyectados en sangre el máximo goleador, no había errado un penal en años y todos se rindieron ante el arquerito con el buzo del Tata.
Lo miró al Mencho que se lo quería comer, como iba a dejar que otro arquero le metiera un gol, imposible! Antes lo torteaba y se terminaba el partido...
El árbitro adivinándole la intención, le dijo, seco y cortante:
-Usted no se mueva, parado sobre la línea o lo echo, cosa que sujetó al indiazo, por un momento.
El Juanchi, puso la pelota en el pocito que hacía de punto y se dio cuenta que iba a ser la última vez que se ponía esa camiseta, que iba a ser campeón con un penal tan decisivo, al final ya tenía treinta...
Como tomando un vino imaginario en lo de la Flora, miró al Mencho y le dijo:
-El Juanchi se va a tomar, la última copa de la noche...
Brindando con sus compañeros y con la Nina que estaba en la tribuna, con su hijo en la panza, se dio vuelta y se lo pateó de taco...


(Un especial agradecimiento a Claudio por su generosidad al permitirme publicar este cuento y compartirlo con todos ustedes, al igual que su segunda parte, "Miedos")

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