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Los apodos en el fútbol (2ª parte)


El libro de la selva

En el fútbol mundial, el baile de apodos más interesante es el que se produce cada dos años en la Copa Africana de Naciones. Todos los animales de la sabana libran un combate sin tregua para subir a lo más alto del continente. En la primera fila de los aspirantes, es lógico pues encontrar al rey de los animales… Aunque el león cambia de calificativo según su país de origen.

En Camerún, los Leones Indomables reinaron en el fútbol africano de los años 90. En Senegal, los Leones de la Teranga (hospitalidad, en wolof) exportaron su cortesía a los cuartos de final de Corea-Japón 2002. En Marruecos, los Leones del Atlas se enorgullecen de haber sido la primera selección africana que superó la primera ronda de un torneo mundialista. Fue en 1986, en México. Ese éxito inspiró a otro país africano, ya que cuando Zaire se convirtió en la RD del Congo, los Leopardos dejaron paso a los Simbas (leones, en suahili), que esperan rayar también a gran altura en el continente y, por qué no, quedarse con la parte del león…

Hay otro animal que infunde respeto y encarna el poderío. A los Elefantes de Costa de Marfil se les considera los nuevos gigantes de África, mientras que el Syli, un elefante que vive en Guinea, espera ir por el mismo camino. Los Palancas Negras (los antílopes negros) de Angola, por su parte, han demostrado que incluso animales menos robustos pueden sobrevivir en la jungla internacional. ¡Un ejemplo a seguir para las Ardillas de Benín o las Golondrinas de Burundi!

Entre los felinos y los paquidermos, las aves rapaces elevan a las alturas los colores del fútbol africano. De este modo, los Gavilanes de Togo y las Águilas de Cartago tunecinas brillaron en Alemania el verano pasado, y las Súper Águilas de Nigeria o las Águilas de Malí querrán hacer lo mismo en Sudáfrica 2010.

Además de los animales, las referencias históricas son asimismo una fuente de inspiración de los apodos africanos. A los egipcios, vigentes campeones de África, se les llama, lógicamente, los faraones. Y las Black Stars (estrellas negras) de Ghana deben su nombre a la estrella que figura en su bandera nacional, que hace referencia a la naviera "Black Star Line", fundada por el jamaicano Marcus Garvey, un defensor de la unidad africana que esperaba traer a los esclavos de vuelta a su continente de origen.

Impresionante, entrañable o divertido, cada selección nacional se destaca por su apodo. Los Reggae Boyz de Jamaica, los Soca Warriors de Trinidad y Tobago, los Socceroos de Australia o los Guerreros de Taeguk de la República de Corea son sólo algunos ejemplos de su originalidad y diversidad.

Brasil, especialista en la materia, ha producido sin duda tantos apodos como grandes jugadores. Y al César lo que es del César: el que está considerado como el mejor futbolista de todos los tiempos es también el hombre de los mil apodos. Edson Arantes do Nascimento ganó tres Copas Mundiales e inventó los gestos futbolísticos más bonitos dándose a conocer como Pelé, un apelativo que ni el propio genio sabe explicar. Sus primeras hazañas en Suecia 1958 le valieron el apodo de la Perla Negra, pero por el conjunto de su obra, lógicamente, fue elevado a la categoría de O Rei (el Rey).

Su compañero de fatigas en las campañas triunfantes de 1958 y 1962 es el otro gran ídolo del pueblo brasileño. Manoel Francisco dos Santos, alias Garrincha, maravilló a las masas con sus regates desconcertantes. Sus actuaciones con la camiseta de la Seleção le valieron ser rebautizado como la Alegria do povo (la alegría del pueblo).

A imagen de las dos leyendas auriverdes, son muchos los jugadores que se han ganado su apodo gracias a sus proezas sobre el césped. Así, el alemán Franz Beckenbauer conquistó el título supremo como jugador en 1974 y como seleccionador en 1990, dos hazañas que le sirvieron para subir al Olimpo del fútbol nacional con el apelativo de Der Kaiser (el kaiser, -emperador-). En su búsqueda del éxito defendiendo los colores de la Mannschaft y del Bayern de Munich, Kaiser Franz contó con la ayuda de un artillero de lujo. Gerd Müller, autor de 365 goles en 427 partidos de Bundesliga y de 68 dianas en 62 encuentros con la selección, pasó a la historia con el sobrenombre de Der Bomber (el bombardero).

Unos años antes que Torpedo Müller, fue un militar quien se cobraba víctimas en todas las líneas defensivas europeas. Ferenc Puskas, brillante con la camiseta del Honved de Budapest (el club del ejército húngaro), se ganó sus galones de mayor en las fuerzas armadas y el subsiguiente sobrenombre de Comandante Galopante. El astro magiar, fallecido el año pasado, iba a dejar buenos recuerdos y a obtener su apodo correspondiente en los dos clubes donde militó. Con la camiseta blanca del Real Madrid, Pancho Puskas se adjudicaría tres Copas de Europa y el sobrenombre de Cañoncito Pum.

En el apartado de distinciones y títulos de nobleza, debemos citar también a los "reyes" de Inglaterra Eric “The King” Cantoná y King Kenny Dalglish, el Príncipe uruguayo Enzo Francescoli, The Governor (el gobernador) Paul Ince, Il'Imperatore (el emperador) Adriano o Le Président (el presidente) Laurent Blanc.

De animales y hombres

Al igual que con las selecciones nacionales, el reino animal es una fuente de inspiración inagotable en la elección de los motes de los jugadores. Así, en los ocho clubes brasileños cuya camiseta defendió, las "locuras" del brasileño Edmundo le valieron el apodo de O Animal; mientras que su compatriota Julio Baptista se ganó el mote de La Bestia por su potencia desatada con las camisetas del Sevilla y el Real Madrid.

La liga española, dicho sea de paso, pasa por ser un auténtico zoológico. En efecto, El “Pato” Roberto Abbondanzieri defiende la portería del Getafe, mientras que “La Pulga” Lionel Messi, “El Ratón” Ludovic Giuly o el también “Ratón” Roberto Ayala y “El Conejo” Javier Saviola dan vida al ataque del Barcelona.

Siguiendo con España, unos años antes los argentinos Claudio López (El Piojo) y Ariel Ortega (el Burrito) hicieron las delicias de la afición del Valencia, así como Emilio Butragueño (El Buitre) con la del Real Madrid, el argentino Germán “Mono” Burgos con la del Atlético de Madrid o el paraguayo Roberto “Toro” Acuña con la del Zaragoza.

Por desgracia, algunos encuentros curiosos nunca llegaron a producirse, y en ningún momento la Jirafa Jack Charlton se cruzó en el camino de la Araña negra Lev Yashin. Del mismo modo, sería curioso saber quién de entre el Toro nigeriano Daniel Amokachi o el Matador argentino Mario Kempes (apodo que también recibió luego el chileno Marcelo Salas) habría tenido la última palabra…

Como se puede ver con los mencionados Kempes o Messi, a Argentina nunca le han faltado los apelativos originales. Así, El Pájaro Claudio Caniggia voló hasta la final de la Copa Mundial de la FIFA 1990; Gabriel Batistuta se ganó el apodo de Batigol al convertirse en el máximo goleador en la historia de su selección; y Juan Sebastián Verón debe su mote de Brujita no sólo a su magia sobre el rectángulo de juego, sino también a la de su padre, jugador del Estudiantes de la Plata 30 años antes que su hijo y a la sazón apodado la Bruja. Una historia que recuerda sorprendentemente a la del joven prodigio Gonzalo Higuaín, rebautizado como El Pipita por los hinchas de River Plate en homenaje al apodo de su padre, Jorge “El Pipa” Higuaín.

De Pelusa a la Mano de Dios

En la jerarquía de los motes argentinos, la palma se la lleva sin duda Diego Armando Maradona. Y es que el controvertido genio, si bien dio sus primeros pasos en los terrenos de juego ataviado con el poco glorioso apodo de Pelusa (debido a su cabellera abundante y desordenada), muy pronto iba a recibir, merced a su técnica, el de Pibe de Oro. Tras encadenar una gesta tras otra con la camiseta de la Albiceleste y del Nápoles, el campeón mundial en 1986 se convirtió en el único jugador del mundo que tiene también un mote ¡para una parte de su cuerpo!

Efectivamente, su primer gol contra Inglaterra en los cuartos de final de México 1986 le valió a su extremidad superior el apelativo de la Mano de Dios, con gran perjuicio para los aficionados y jugadores ingleses. Sin embargo, unos minutos más tarde, tras culminar una fenomenal cabalgada en eslalon desde su propio campo, Maradona mostró al mundo entero que, además de su mano, su pie izquierdo también tenía algo de divino.

Análogamente, su perfecto manejo del balón, sus geniales regates y su acierto ante la portería contraria le valieron al brasileño Ronaldo el sobrenombre de Il Fenomeno cuando defendía los colores del Inter de Milán. Por lo demás, la precisión de su pierna derecha convirtió al juventino Alessandro Del Piero en Pinturicchio (sobrenombre de un pintor italiano del Renacimiento) a ojos de su presidente, Gianni Agnelli. Un apodo que retomaron después todos los tifosi de la Vecchia Signora. A su vez, el ariete chileno Iván Zamorano impresionó tanto en el Real Madrid y el Sevilla por sus remates de cabeza que se ganó los motes de Bam Bam e Iván el Terrible.

Un apodo difícil de llevar

Algunos futbolistas, más clásicos, han recibido motes en relación a su apariencia física. Así, Fabien Barthez descolló como Fabulous Fab con la camiseta del Manchester United, pero en el corazón de los aficionados franceses quedará para siempre como el Divino Calvo. Por su parte, el italiano Fabrizio Ravanelli, paseó su pelo canoso por los campos de Italia, Francia e Inglaterra, y de ahí sacó el mote de Penna Bianca (pluma blanca); mientras que el español Iván de La Peña debe el apodo de Pequeño Buda a su cabeza rapada.

Los diminutivos también están de moda en las canchas de todo el planeta. Juergen Klinsmann, Michel Platini, Filippo Inzaghi y Ronaldinho (por citar sólo a algunos) se convirtieron en los ídolos de sus aficionados con los sobrenombres respectivos de Klinsi, Platoche, Pippo y Ronnie.

Detrás de cada apodo se esconde un diminutivo entrañable, un rasgo de la personalidad, una particularidad física o una marca de honor. Así, determinados motes prefiguran a sus poseedores con los hombros lo bastante anchos para soportar el peso de la comparación. Es el caso del argentino Hernán Crespo, presentado como el sucesor de Jorge Valdano y apodado Valdanito; mientras que el rumano Gheorghe Hagi fue presentado como el Maradona de los Cárpatos. Unos apodos a veces difíciles de llevar… ¡Y qué decir entonces del brasileño Zico, que tuvo el honor de verse designado como el “Pelé Blanco”!


(tomado del sitio web de la FIFA)

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