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El cuero de las metáforas


* El fútbol en las letras peruanas

Fútbol y literatura. El fútbol era incompatible con el intelecto. Eso aseguraban los expertos que no hallaban nexos entre el atropellar un balón y el frío rubor de los gabinetes de los humanos pensantes. Hoy, el fútbol invade las librerías. En el Perú acaban de editarse dos novelas redondas sobre "eso" que sucede en los estadios. El encuentro en estos días se hace más intenso.

Juego de paradojas, el fútbol es paradójico para los peruanos. Los que escriben sobre el césped esos fantásticos gramas con la pelota imantada a su suela, ergo, Claudio Pizarro en el Bayern. Los otros, aquellos que suelen jugar con la gramática imantando las metáforas al tejido de las palabras escritas, vr. gr. Julio Ramón Ribeyro en “La tentación del fracaso”. Igual, futbolistas y escritores se atraen y rechazan en el rectángulo redondo de la creación. Así, el capítulo perfecto del escritor es besar las redes de la perfección del tropo. A continuación más que al contrario, el delantero grita el sordo gol con la sinfonía callada del paroxismo del gozo.

Siguiente paradoja. Futbolistas peruanos gozan de reconocimiento general en equipos de Alemania, Inglaterra y Holanda. Perú no clasifica hace 24 años a un Mundial. Otra. El mejor poema al fútbol lo escribió un huancaíno: "Polirritmo dinámico a Gradín". El poeta Juan Parra del Riego radicaba en Montevideo. El loado era un uruguayo, campeón olímpico en la década de 1920. Una más. El primer futbolista-autor es un peruano. Julio César Uribe escribió sin amanuense un libro propio dedicado a Los Carasucias la tarde de su retiro del fútbol. Y otrita más, “La ópera de los fantasmas”, novela-crónica, gana el Premio Casa de las Américas en 1980. Su autor, Jorge Salazar, natural de este país y el primer literato que integró la Selección Peruana en la era de Juan Carlos Oblitas. Una yapa. “El revés de morir”, novela espacial, escrita por el mejor Guillermo Thorndike en 1978, festeja el único registro posible de identidad del fútbol peruano, el juego de los negros de Alianza Lima. Su héroe es su antihéroe. Alejandro "Manguera" Villanueva, la alegría del pueblo. El muerto tuberculoso más famoso de La Victoria.

El Canon fútbol literario no existe y el soporte literatura futbolística es apenas perceptible. Borges, genial aguafiestas, jamás palpó el terciopelo a nalga de nínfula que tiene el cuero de una pelota de fútbol. No obstante por fregar dijo que el fútbol era "una cosa estúpida de ingleses, un deporte estéticamente feo, once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos".

Marta Hildebrandt, lúcida esclerótica, ha construido un autoepitafio: "El fútbol solo entorpece al vulgo y droga a los cretinos". Ya fueron. El poeta Arturo Corcuera es autor de un libro lírico singular por plural en el magma de la misma paradoja: “La gran jugada o Crónica deportiva” que trata de Teófilo Cubillas y el Alianza Lima. Corcuera da brillo a una poética libre, que canta al carácter popular multicultural del mestizaje criollo peruano. Fútbol es igual a genio y duende del zambo al mejor estilo de Nicolás Guillen, el mismo Parra del Riego, Nicomedes Santa Cruz y hasta González Prada.

Dice el psicólogo Julio Hevia que a las mujeres no les gusta el fútbol como no les gusta “Rayuela” o “Tres tristes tigres” porque no entienden que los (ciertos) hombres son juguetones. De ahí que algunas llegan a ser jugadoras, el añadido es mío. Sin embargo dos palpitantes poetas mujeres, Carmen Ollé y Giovanna Pollarolo padecen del virus tras una bola de cuero. La primera en “Noche de adrenalina” desliza el paradigma gol es clímax. "Una cópula como una masturbación rápida". La segunda en “Entre mujeres solas” hace queja cuando las tardes de domingo -por abundancia de fútbol- siente la ausencia del padre/esposo. Un añadido. No puedo ignorar a Blanca Varela y su poema "Fútbol" en su libro “Valses y otras confesiones”.

La ocasión es propicia. Con diferencia de horas, se han presentado en Lima dos novelas a partir del fenómeno fútbol. “Muerte súbita” (Aguilar) de Phillip Butters y “La tristeza de los burros” (Planeta) de Ernesto Ferrini. Los dos peruanos, los dos novelistas cadetes. Qué ocurrencia, los dos libros rompen la trampa del off side y destrozan la profecía: "el fútbol no se lee". Otros registros consolidados en las canchas de la literatura son las novelas de culto de Óscar Malca: “Al final de la calle” y de Isaac Goldemberg “Tiempo al tiempo”, que extraen del fútbol su enorme carga simbólica.

Mario Vargas Llosa hace una semana al despedir al periodista Ezequiel Martínez del diario “Clarín” en su casa de Madrid le confesó que esperaba descansar frente al televisor durante todo el Mundial de Fútbol. Dijo que era hincha del Universitario de Perú, del Real Madrid, del Chelsea inglés y recordaba cómo se entretuvo durante el Mundial de España cuando escribía columnas como reportero. Vargas Llosa en "Los Cachorros" hace que Pichulita Cuéllar utilice al fútbol para integrase a una elite miraflorina. El periodista cerró la entrevista con el escritor peruano con un fuera de juego: "Tampoco es para preocuparse: con cada nueva novela Vargas Llosa suele ganar todos los partidos".

Alfredo Bryce contaba hace un par de meses a Juan Cruz de “El País”, de España, que durante un partido de fútbol Perú-Brasil el locutor, fanático del equipo peruano, narraba así un lance del juego: "Avanza Perú, avanza Perú, ¡¡gol de Brasil!!". Bryce en el cuento "Su mejor negocio" del libro “Huerto cerrado” se vale del fútbol para socializar la pituquería de su protagonista. Curioso, pero otro de nuestros escritores consagrados, Alonso Cueto -Premio Herralde el año pasado- escribió hace unos días en su columna de Peru21 -luego de citar a Camus, Soriano y Ribeyro- que la afición de los escritores al fútbol no es casual, pues el fútbol -como la literatura- también es un juego (quizá la literatura sea algo más que eso).

Santiago Roncagliolo, nuestro joven escritor recientemente galardonado con el Premio Alfaguara de novela 2005 sufre del síndrome del hincha. No sólo practica el fútbol como los buenos, habla y habita en ese oceánico espacio del balompié. A la pregunta luego de recibir la Copa Literaria ¿Ya no seguirá diciendo 'Soy peruano y estoy acostumbrado a perder? respondió: "Cuando lo he dicho me refería al fútbol". Al contrario, como dice Fernando Iwasaki, estamos de lo más ganadores, en fútbol no ganaremos nunca pero el premio a Alonso Cueto, el premio finalista de Jaime Bayly (Novela de Planeta) y este premio son una buena razón para que los peruanos veamos menos fútbol y leamos más, que es menos triste.

Otro escritor amante del fútbol es Abelardo Sánchez-León. Hincha del Alianza Lima, escribe crónicas de fútbol y ha dedicado buena parte de su carrera periodística a desentrañar la magia del juego. Sus textos amalgaman la cancha tipográfica, la tinta de la calle y la cultura de masas que esta recrea. Todas sus anotaciones figuran compiladas en su libro “La balada del gol perdido” de 1998. El entrañable "Balo" ha sentenciado: "Felizmente el buen fútbol es como la poesía, se regala, a veces se queda callado, no dice nada, es gratis, como el loco amor."

(artículo de Eloy Jáuregui publicado en el diario peruano "El Comercio" del Viernes, 23 de junio de 2006)

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