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¿Cuánto tuvo que ver Carlos Bilardo en la explosión de tu carrera?

Y… bastante, sobre todo en lo que refiere al trabajo de campo, con la táctica y la pelota parada. Creo que Carlos, más allá de que muchos se lo toman en broma por lo que hace afuera de la cancha, es un tipo que le deja mucho al jugador. Cuando habla de los penales, por ejemplo, y dice que no son una lotería, tiene razón. Los arqueros estudian como se vio con Lehmann. Y el jugador tiene que patear penales en los entrenamientos, avisándole al arquero dónde va el disparo, para ensayar la precisión. Desde esas cosas ha ganado todo lo que ganó. Siempre aprovechó hasta el más mínimo detalle para sacar ventaja. Está adelantado a muchísima gente.

¿Fue muy brusco el cambio de Bilardo a Menotti?

Sí, son completamente distintos. Yo no soy bilardista ni menottista. Del Flaco destaco cómo enamora al jugador y su idea de trabajar todo con pelota. Cuando llegó a la Sampdoria, los tanos le pidieron que nos llevara a correr a la montaña, y él les contestó: “Cuando al fútbol se juegue en la montaña, vamos a ir”. Es un tipo que charla mucho, se basa en la comunicación, y tal vez eso lo frenó en Italia. El idioma, agregado a que ese fútbol no es precisamente el que él siente, no le permitieron trascender allá, pero es una persona extraordinaria, fascinante.

(JUAN SEBASTIÁN VERÓN, opinando sobre la antinomia Menotti-Bilardo, en el año 2006)

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