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Infamias (Rubén Herrera - Argentina)


-Escuchame bien, lo que te digo, es posta posta, nada de chamuyo. Lo que puedan decir los demás me lo paso por las pelotas. ¿Escuchaste bien? Por las pelotas. Lo que digan esos mal paridos realmente no interesa.

Lo que pasa es que esos culo roto, todavía hoy están calientes, porque él y solamente él les amargó la vida, cuando en el último minuto les hizo un gol de chilena, y ahí perdieron el campeonato pasado.

Y si fuera como ellos dicen ¿cuál es? Eh! ¿cuál es? Pero no es así, son puras infamias y él ya no está para defenderse. Los que estos guachos andan diciendo por ahí no tiene perdón de Dios. Si él estuviera acá y escucha lo que se dice de él, te juro que los caga a trompadas. Lo que importa es lo que todos nosotros sabemos. Él era un chabón de aquellos, un verdadero amigo. Era de esos que te daban una mano si la necesitabas. Lo que se dice de fierro. Eso sí, era un poco desbolado, un poco inocente tal vez, pero eso no quitaba lo que realmente era, o sea un tipo de corazón grande.

No faltaba nunca a los partidos del domingo, aunque jugáramos a las nueve el siempre estaba presente y eso que el sábado le daba al boliche hasta que terminaba.

Se prendía en cualquier joda que había. Y por el chupi ni hablar, le daba con todo como si fuera la última vez que se pondría en pedo.

Y así con unas copas de más, no jodía a nadie y le daba a la milonga. Lo tenían que sacar del boliche, recién cuando cerraban.

Pero como te dije antes jamás faltó a un partido. Jamás acusó alguna lesión para no ir.

Si hasta algunas veces jugaba en curda. Así y todo igual la rompía, la dejaba así de chiquitita.

Todos lo consideraban el mejor enganche del lugar, que digo del lugar de toda la zona sur.

Tenia despliegue, toque corto, pases milimétricos, habilidad como nadie y corría como loco, eso que era un tanque de uno noventa de alto.

Era muy fuerte, difícil de voltearlo y mirá que los guachos hacían cola para pegarle.

Le daban de todos lados pero siempre estaba de pie, como un gladiador.

Ojo así como te digo que cobraba, así te digo que le rompía la gamba a cualquiera. Y por eso le tenían pica, porque el chabón era calentón, entonces devolvía todo lo que le daban. Jugar con él era jugar con la ley del talión. O sea que si le daban un codazo, en el próximo cruce que tenia, era fijo que le rompía la boca con el codo, a cualquiera.

Más de uno se iba con el ojo negro y con una pierna en el hombro. Me acuerdo que una vez jugamos contra la villa, y el guacho después de recibir un fuerte golpe en la rodilla derecha, cuando se volvió a cruzar con el chileno le fue con los tapones de punta y lo quebró en dos partes.

Y ahí se armó la gorda, las piñas iban y venían como si nada. Y lo peor era que nadie se acordó del tipo que estaba en el piso. Pobre le quedó la gamba torcida, si hasta el apodo le cambiaron, no le decían mas chileno, ahora le dicen el rengo, el pirata Morgan y no sé cuantos sobrenombres más.

Por eso, te digo que no te dejes llevar por lo que escuchas de esos boludos. Los guachos, siguen caliente por lo del otro campeonato. Cuando tenían el torneo asegurado, todo preparado para los festejos, el guacho les arruinó la fiesta, les pinchó el globo.

Ellos con el empate salían campeones, pero en el último minuto de juego, armamos una jugada con el Roly por el lado derecho, tiré el centro y él de espalda al arco la mandó a la red de chilena. Ellos se quedaron mudos, fue un baldazo de agua fría que recibieron todos. No lo podían creer, era la primera vez que iban a salir campeones y el chabón, les arruinó la fiesta.

Lo que yo digo es posta, lo que lo cagó a él fueron las minas. Se transaba cuanta mujer se cruzaba por el medio. En el boliche se apretaba a dos minas por noche. Y claro el chabón tenia una buena pinta, una buena parla y para colmo era grandote, entonces ellas se morían por él. Y eso lo llevó a la perdición, el descuido, la confianza, la inocencia, y tal vez la falta de información.

Nosotros lo vimos cambiado los últimos meses. Lo encontramos más flaco, entonces le preguntábamos con que médico estaba haciendo dieta, y él jodiendo decía que seguía la dieta del gobierno, o sea comer un día por medio.

Cuando chupábamos cerveza en el bar de Fito, el chabón pedía un vaso para él, cuando antes tomaba del pico, y no era porque estaba haciendo cursos de buenos modales, sino porque algo no estaba bien.

Yo me quedé hablando con él una noche y le pregunté si le pasaba algo, que lo encontraba con ojeras, un poco demacrado, pero él me dijo que no pasaba nada, que estaba todo bien. Dejé de verlo por un tiempo porque se había ido a la capital, pero cuando volvió ya no era el mismo.

Me acuerdo de aquel día como si fuera hoy. Cuando supe lo que le pasaba me quise morir. Estábamos jugando un partido contra los chabones del parque. Era un partido sin importancia, un partido de mierda, que todavía no se por que lo jugamos. En el medio del encuentro saltó a cabecear una pelota con el flaco Beto y sin querer chocaron las cabezas. Al otro no le pasó nada pero el se cortó la ceja derecha y le salía mucha sangre, cuando lo fui a ayudar me dijo gritando.

-¡No me toques, no me toques!

-¿Qué te pasa chabón, no ves que te quiero ayudar?

-Dejame solo, que estoy bien -me dijo- y se fue a lavar la herida al vestuario.

Por suerte Quique y Gusti estaban de franco y lo llevaron en la Trafic que usaban para laburar, hasta su casa. Nosotros seguimos jugando, pensando que estaba todo bien, que era algo leve. Cuando terminó el partido voy hasta su casa para ver como estaba. Su madre me hizo pasar y me dijo que estaba en su dormitorio, pasé a verlo y tenía una gasa en la ceja, cuando le quise ver la herida me gritó que no lo tocara.

-Pero qué pasa ¿tanto te duele? - le pregunté.

-No hermano, lo que pasa es que... no se como decirlo.

-¿Decirme que chabón?, dale hablá, ¿decirme qué?.

Te juro que cuando me enteré lo que le pasaba, parecía que estaba viviendo una pesadilla, parecía que se abría la tierra y nos tragaba a los dos.

-Tengo SIDA... tengo SIDA hermano -me lo dijo llorando.

- No jodas che... no jodas, mirá que con eso no hay que... la amargura se apodero de mi, lo abrace fuerte y me puse a llorar con el.

-¿Estas seguro, quién te lo dijo? -le pregunté.

-Los médicos. Primero acá y luego allá en la capital -me dijo con amargura.

Cuando se enteraron los muchachos de que estaba mal, le hacíamos compañía todos los días, no salíamos de nuestro asombro. Lo cuidábamos como se cuida a un niño. Tratábamos de darle todos los gustos, pero los días fueron pasando y cada vez estaba peor. Los médicos dijeron que la enfermedad estaba muy avanzada y que deberíamos resignarnos, ya que no había solución.

Cuando cayó para no levantarse más, me puse a pensar en todo lo que había sufrido solo, tratando de no decirle a nadie que estaba enfermo, y así no preocuparnos. Él solo quería cuidarnos, trataba de tomar cerveza con otro vaso, sin saber, que de esa manera no se contagia el virus. No quiso que le tocara la herida, cuando se cortó la ceja, se que vivió con miedo los últimos días, pero no por su estado, sino porque tenia miedo que algunos de sus amigos, pasaran por esa misma situación.

Él nos quería cuidar a todos antes que nada, por eso te digo que no hagas caso de lo que dicen esos pelotudos, son infamias, puras infamias.

Lo que yo te digo es la posta, el chabón era de fierro, creeme a mi y no a esos piojosos, hijos de puta. El chabón era macho, ¿escuchaste? ¡Bien macho!

(tomado del libro “El tren de las cuatro”)

2 comentarios:

RUBEN HERRERA dijo...

Hola!
Me arreglaron la compu. Gracias por haber subido este cuento desde ya muchas gracias. Espero que sea del agrado de todos. Desde Rosario saluda afectuosamente Ruben.

Totonet dijo...

Gracias a vos Rubén por tu generosidad.
Un abrazo a la distancia!