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Tras la disputa de la Copa del Mundo que ganaron los ingleses, Racing conquistó el campeonato de 1966 con un vendaval de fútbol, perdiendo apenas un encuentro y estableciendo una serie invicta de 39 partidos sin derrotas.
Al año siguiente Racing obtuvo la Copa Libertadores de América y también la Intercontinental, con lo que se convirtió en el primer equipo de Argentina en alcanzar la meta máxima de los clubes del mundo.
Pero para que ello sucediera, los muchachos de Pizzuti (DT) debieron superar unas cuantas dificultades, y no solo en el campo de juego.
Ya quedó registrado en el libro de los “Grandes Milagros” aquel viaje que el plantel académico efectuó entre Medellín y Bogotá, en plena disputa de la Libertadores, y que por muy poco no terminó en una tragedia. Allí quedó sellada la suerte de Racing para lo que quedaba del torneo. Perfumo lo recuerda así: “Aquella anécdota se contó mil veces, pero es insuperable. Viajábamos en un DC-4 y nos metimos en el medio de una tormenta. Pasaron cosas graciosas en el medio del cagazo que teníamos todos. Con nosotros venía Anselmo, un chico al que le faltaban las piernas, que era una especie de mascota de los equipos argentinos que iban a jugar a Colombia. Cuando el avión bajó unos 800 o 1000 metros de golpe, Luis Carrizo (arquero suplente de Agustín Mario Cejas), le dijo: “¿Y vos de qué te preocupás? Si nos estrellamos te morís la mitad”.
El “Panadero” Díaz se volvió loco. Empezó a insultar a los dirigentes a los gritos por hacernos viajar en ese avioncito. “Pará loco, que te van a suspender”, le decíamos. ¡Qué carajo me importa si total nos vamos a matar todos!, respondió.
En el medio del desvarío, Juan Carlos Rulli anticipó algo coherente: “Si salimos de esta, somos campeones del mundo”. Y acertó.

(tomado de “La Viruta”, las anécdotas del fútbol argentino, Enrique Escande, 2001)

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