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La alegría es rojinegra (Hugo Alberto Ojeda - Argentina)


Un partido de fútbol es la estética de la humanidad condensada en 90 minutos.
El sueño de la alegría entrando en la realidad.
La luz haciéndose color.
La historia estallando en el minuto 21.
Algo infinito desbordando su inmensidad en la existencia cotidiana.
Banderas rojinegras flameando en los corazones. Libertarios.
El rojinegro es un solo color, vibrando y resplandeciendo cuando la alegría logra plenitud.
El juego no es trabajo.
La Lepra es salud.
Entre el infinito y la nada, hay un gol.
Pasión de pasiones. Siempre estuvo y estará.
Un gol, un padre, un hijo.
Algo tan mágico y sencillo como una pelota penetrando en el arco rival hace que las leyes de la física desnudadas por Newton exploten en la alegría colectiva de la hinchada. Gesto humano, desbordante placer ontológico, entristece a unos y alegra a otros. Pero este gol brilla, brilla en su ingenuidad,
1 a 0.
En el juego, como en la Revolución sólo se vence con la creación
En el universo rosarino, el infinito es rojinegro y el límite con la nada auriazul es una estrucutura mucho más compleja que en el resto del cosmos. Se juegue contra quien se juegue, en potrero o en estadio, en pata o con botines, cualquiera sea el lugar del mundo donde jueguen rosarinos, siempre es un partido entre la inmensidad y la pequeñez, siempre es un partido entre Ñuls y los hijos de Génova y Cordiviola.
El juego es creación inesperada e irrepetible.
La lepra es salud.
La alegría es rojinegra.

(un gracias inmenso a Hugo Ojeda por su generosidad al cederme esta poesía para ser publicada en "Los cuentos de la pelota")

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