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Entrevista a Eduardo Galeano

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Las pasiones que esconde la pelota, pasando por la violencia y hasta su propia incapacidad para jugar bien, cobran vida en Galeano

El hombre acude puntual a la cita. Llega apurado, agobiado por el calor en una ciudad que no da respiro. Entra, saluda a los pocos parroquianos que hay en el lugar, pide un café y se sienta a la mesa. El que está enfrente de quien escribe es el uruguayo Eduardo Galeano, escritor, periodista y amante del fútbol, todo en idénticas proporciones.

La charla deambula, recorre esta pasión rioplatense, sus virtudes, sus defectos, pero comienza por cuestiones básicas:

-¿Cómo se enamoró del fútbol?

-Supongo que fue durante el embarazo de mi madre. Pero no recuerdo a qué altura. Sé que cuando nací, lo hice gritando gol, lo que no tiene nada de raro en este país. Todos los bebes uruguayos nacen gritando gol. Y por eso las maternidades son acá lugares muy ruidosos, con toda esa gurisada recién nacida que grita gol. No fui nada original en esa pasión ni lo soy ahora. El fútbol es una pasión colectiva en el Uruguay casi sin excepciones. Es una religión que no tiene ateos.

-¿Y de Nacional?

-Mi viejo era muy de Nacional y supongo que me transmitió esa fiebre. Pero la verdad es que yo soy cada vez más hincha del fútbol y cada vez menos hincha de mi club. Me he convertido en un mendigo de buen fútbol y con el paso de los años cada vez me importa menos de qué color es la camiseta del jugador que brinda belleza en el campo.
Y eso
-explica- me coloca en una posición privilegiada para disfrutar del buen fútbol, porque me permite disfrutar más allá de las telarañas que el rencor, la mezquindad, te colocan delante de los ojos para impedirte ver. Como le sucede al hincha cuando se convierte en fanático, que no es capaz de ver lo que de bueno puede hacer el rival. El adversario queda demonizado en la misma medida en que se diviniza el propio equipo.

Sin embargo, esa pasión por el fútbol no se reflejó en la habilidad de Galeano para este deporte. A pesar de que se define como un mal jugador, admite que, cuando era chico, quiso ser futbolista. "Quería ser jugador de fútbol, como corresponde a todo uruguayo de ley. Jugaba en el barrio del Buceo, al borde del agua, a la orilla de lo que nosotros llamamos mar, en la arena o en los pastizales de la costa; ahí jugué toda mi infancia y siempre muy mal. Siempre fui pésimo, un patadura total", reconoce.

Toma una vez más una servilleta de papel y se seca la frente y la calva. Pasajero alivio para el sofocante calor que se vive, que se transpira. Recompuesto, se mete de lleno nuevamente en la charla.

Las críticas hacia el fútbol parten desde varios frentes. Y Galeano les responde con la misma pasión que siente por este deporte. "El otro día leí unas páginas indignadísimas de Umberto Eco contra el fútbol, en las que él lo descalifica porque se ha convertido en un objeto de consumo, o sea, se practica cada vez menos y se mira cada vez más. Pero con ese criterio, bien se podría descalificar al teatro, o a la música, o a la danza, o a la propia literatura, que tiene muchos más lectores que escritores", responde. "Para mí el fútbol es una de las innumerables expresiones de cultura, en la medida en que expresa la identidad colectiva. Dime cómo juegas y te diré quién eres".

Y continúa la defensa: "El fútbol tiene mucho de fiesta, y está ahora injustamente asociado con la violencia. Como si los matones que ejercen la violencia usando el fútbol como pretexto estuvieran autorizados para desautorizar el fútbol. Es como la fábula de Leonardo da Vinci en que narra la indignación del vino frente al borracho, porque el borracho le falta el respeto. El que se emborracha lo hace en nombre del placer que el vino da. Lo mismo pasa con el fútbol. El violento en el fútbol es violento en cualquier lado. Es como echarle la culpa de la fiebre al termómetro. La violencia encuentra en el fútbol un vehículo de desahogo, que a veces convierte a las canchas o a las tribunas en un campo de batalla. Pero el fútbol es mucho más que eso", responde.

La entrevista cambia de rumbo, casi naturalmente. No importa qué tema se aborde.

-¿Cuáles eran sus ídolos en su juventud?

-Tenía algunos, sobre todo los de Nacional. Entre ellos, un argentino inolvidable, que venía de San Lorenzo, Rinaldo Martino. Pero tenía también como ídolos a jugadores enemigos, los de Peñarol, y fue ahí donde me di cuenta de que como hincha venía fallado. Admiraba, por ejemplo, a Schiaffino. Yo estaba obligado a odiarlo y sin embargo lo valoraba", dice, reconociendo la traición hacia sus colores.
Y yo creo que el gran símbolo del fútbol uruguayo también está entre los enemigos: Obdulio Varela. No sólo por jugador, sino por los valores que representaba. Era un hombre muy digno, muy leal, muy valiente, que tuvo actitudes insólitas. Peñarol fue uno de los primeros equipos que tuvo publicidad en la camiseta y él se negó a llevarla. Salían los demás con la publicidad y él, nada. Decía: 'Ya se acabó el tiempo en que a los negros nos llevaban de una argolla en la nariz'.

En la voz de Galeano se percibe la nostalgia por aquellos buenos tiempos del fútbol uruguayo. Varela, figura en el Maracanazo de 1950, es el tema recurrente: "Obdulio, que no festejaba los goles por no ofender al rival, fue la última realización de ese fútbol capaz de nobleza. No sé si ahora se podría dar un jugador como él".

-¿Por qué?

-A medida que el fútbol se va profesionalizando más y más, se convierte en industria del espectáculo, con reglas muy feroces para sus protagonistas, se van haciendo más raros los espacios de libertad, de dignidad, de fantasía, que resultan sacrificados por la rentabilidad del negocio, como en otros órdenes de la vida también. Hay, además, una tendencia a la concentración de poder, en el fútbol y en todo lo demás, y la FIFA es una expresión de la organización internacional del negocio, con un poder muy concentrado cada vez en menos manos.

-¿Y qué tiene entonces el fútbol para seguir atrayendo a todo el mundo?

-Si bien a veces es horrorosamente mediocre, aburrido y espantoso, tiene capacidad de belleza, lo cual lo hace un deporte con capacidad de arte, tiene energía de arte.

El momento de la despedida está cerca. El calor de Montevideo nos espera afuera. Pero antes, como al pasar, Galeano devela otra de las causas de la atracción del fútbol. "Lo bueno que tiene el fútbol es la capacidad de sorpresa, de asombro, y ése es un ingrediente fundamental. Si no fuera por esa capacidad de asombro, que es objetivamente contradictoria con la gran máquina millonaria del fútbol como negocio, esa maquinaria naufragaría".


(entrevista extraída del portal "Solo Literatura")

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