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Amor y fútbol (Alfredo de la Peña - Uruguay)


EI fóbal es amor porque es la pasión de las nulitude. Si no fuera no seguiría concuyendo la aflición deportiva... Es voz potourri que el fóbal es un negocio flordicente, por eso se van los jugadores a otros mejores pagos, porque nadies es bobeta en su tierra. Y el amor también puede ser bien renumerado fuera del país, por eso se han ido las sustitutas y los porsemetas. Tanto en fóbal como en amor puede haber un buen partido, pero se necesita estrenamiento, calentamiento y masaje predio. Antes, el amor y el fóbal eran más íntimos, había amor a la camiseta, hoy, puras fámulas.
Si se piensa en el fóbal hay que pensar en la pelota. Hay que darle pelota al fóbal, y al amor mucho más. Algunos, por no decir pelota, hablan del esférico, de la guinda, del útil, pero si el jugador no sirve, el útil es inútil y la guinda no da jugo. En el amor como en el fóbal, el hombre aprende a tratarla: la espera, la para, la lleva (cuanti más pegada, mejor) y la toca. Porque hay que jugar al toque. Ahí es cuando se le ven los meniscos a la sota, porque el peligro está en la mano intencional. Si te ven te cobra jan, y si es en el área chica, penal. Menos mal que penal y gol es gol y andá a cantarle a Gardel. El fóbal es un trabajo y el amor da trabajo; se termina con la cara toda sugestionada. En el fóbal, los jugadores no van a jugar por una resbalada de pan, no es la indiosincracia de estos muchachos; como me decía un player: "no voy a vivir de la castidad pública", (palabras textiles), y como no le alcanzaba con los tres palos del arco pidió quince. En amor también se pide más, pero a veces no se puede, hay que enjuagar el defici. Cuando al jugador no le dan lo que pide, apunta sus bacterias pa'otro lado, y en amor, cuando no se da lo que se pide, se hace la reconstrución del lecho ante el juez, porque al otro le importa un pito. No se van a quedar a esperar al sosías, como los erraelitos.
Hay muchas semezanjas entre el amor y el fóbal, entre el amor y la pelota. Ella es elástica, redondita, croqueta, y todos se la diputan, con perdón de la ofensa. Corren tras de ella. Cuando se moja se pone pesada, aunque cada día está más liviana y ahora hasta se pinta. Le gusta que la trabajen de cabeza y que la línea delantera le lleve la carga. Es muy salidera y si no es religiosa es muy supérstite, dos por tres toca madera. Es fiel y es emisa a los pies del que la domina. Hay jugadores románticos que la peinan, la cachetean, la jopean. Los más celosos la esconden; y los que se mueren por los gajos, creen que es una fruta y se la comen. Otros, más gallitos, la pisan. Y otros la revientan, la curten a patadas. Es cuando ella se ablanda. Es triste el destino e'la pelota, se la pasa rodando. Y eso que tiene evocación de madre, le gusta estar inflada, pero funciona al revés que las señoras, cuando la pinchan, se desinfla. Hay jugadores que no saben qué hacer con la pelota y cuando la rematan no la compra ni el golero. Otros son ligeros como una instalación, y otros tan cachacientos que ya son vagos concientudinarios. Son como el caballo de Artigas, te le ponés al lado y no te patea, pero decíle que te lleve hasta Ejido...
Hay otras simultitudes entre el amor y el fóbal, porque un partido aburrido, de esos de benedicencia, es como un matrimonio sin hijos. En fóbal no hay que pasarse de la raya para afuera, y en amor, bueno... no hay que pasarse...
Las hinchadas son como las familias de los novios que se juntan en el combinado, por eso en los casorios todos se abrazan, pero en los partidos de entre casa, primero se indultan y después se agarran a las pinas. Pa'evitar eso, hay que poner en marcha las diapositivas necesarias. Hay que poner coito a tales desvanes.
Es tan indecente pegarle al contrario como hacer preposiciones deshonestas en el amor. Los ténicos aconsejan la tática a seguir y las suegras también. Si los ténicos aconsejaran en el amor, enseñarían la mejor tática que conocen: Meter pa'delante. Cuando un jugador se pustula pa'l puesto, hace méritos, y el novio, también. Cuando lo consiguen se dan ínsulas.
En fóbal hay arte, y en amor, arte. Cuando hay tarjeta roja, el jugador no puede seguir jugando en ninguna cancha. Los que juegan con clase son científicos y los que opinan como científicos son de ciencia-afición.
Al fóbal se juega a dos tiempos, y a las duchas. Y en el amor, ¿qué? Cuando hay alargue, vienen los calambres, el desgotamiento y no se producen goles. Y vamos a poner pito final porque traspiró el tiempo reglamentario. Lo único que deseamos es que el partido ahora se lo jueguen ustedes como puedan y también deseamos que salgan empatados. Salute.

(este cuento pertenece a la Obra de Teatro “El amorólogo”, escrita en 1977 y representada durante varios años en diversos teatros del Uruguay (El Tinglado, Nuevo Stella, Sala Dos)

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