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El nueve de ellos (Miguel Fliguer - Argentina)


El olor del linimento se percibía desde varios metros antes de llegar a la puerta del vestuario local. El perfume mentolado, picante pero no del todo desagradable, anunciaba la dureza con que se había jugado. Cruzando la puerta, una larga fila de armarios de metal, de puertas castigadas por la rabia de antiguas derrotas, dividía el vestuario en dos partes y proveía un resguardo a miradas casuales desde el exterior. Detrás de los armarios, desparramados en los gastados bancos de madera, yacían las formas abatidas de los jugadores. Aquí el aire era espeso de sudor y recriminaciones.
—Nos cagaron a patadas, eso fue lo que pasó. Nos cagaron bien a patadas, y el referí los dejó hacer -dijo el siete-.
-¿Pero ustedes vieron al nueve de ellos? —preguntó el cuatro a nadie en particular–.
¿Ustedes vieron algo así alguna vez?
La voz cascada del seis se oyó desde una de las duchas: —Tenían más resto que nosotros. ¡Somos una verga, viejo! Al final no podía ni levantar los pies...
El siete insistió: —¡Mirá, mirá esto, y decíme si no nos cagaron a patadas!
Se dio vuelta y mostró su muslo izquierdo, donde resaltaban varias extrañas marcas verdosas en la piel, parecidas a la huella de unas ventosas alargadas. Algunos levantaron la vista.
El ocho dijo: —Sí, yo tengo unas iguales en la espalda, uno me agarró en un corner y el referí, que estaba al lado, se hizo bien el boludo.
—Ché, ¿lo vieron al utilero que se trajeron? ¿Qué tenía puesto en la cabeza? Parecía algo de oro, ¿no? —preguntó el arquero-.
Desde otra de las duchas se oyó la voz del dos: —No sé, pero yo lo agarré de la camiseta a uno y todavía me estoy fregando para sacarme el olor a pescado podrido.
—Bueno, a ver —dijo el entrenador—. Perdimos de local, uno a cero, pero la verdad, nos podían haber hecho cuatro más por lo menos, si nos agarraban mal parados. No se den tanta manija, en la segunda rueda, cuando juguemos en Innsmouth, vamos a estar más preparados.
—¿Pero el nueve de ellos? ¿Ustedes vieron al nueve de ellos? —el cuatro seguía con su pregunta al vacío-, mientras un hilo de baba corría por su comisura.

(Cuento extraído de la Revista "Axxon", Nº 125, Abril de 2003)

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