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Tras el Mundial de Argentina ‘78, hubo dos talentosos futbolistas de nuestro seleccionado nacional que emigraron a Inglaterra, más precisamente al Tottenham Hospur: Ricardo Julio Villa (Racing) y el Pitón Osvaldo Ardiles (Huracán) en una operación conjunta cuyo monto oscilaba en el millón y medio de dólares. El primer entrenamiento fue una prueba de fuego para ambos, por las dificultades del idioma y por las diferentes costumbres que, se suponía, mantenían sus colegas del Tottenham. Sin embargo, lo sucedido resultó gracioso.
Recordaba Villa en un libro escrito por el periodista Héctor Vega Onesime: “Estábamos en el medio del vestuario cuando se levantó Peter Taylor, encarándome. En ese momento me pasé mil películas hasta que el tipo estiró la mano derecha. Yo hice lo mismo. Me apretó tanto que casi me rompió los dedos. Entendí su saludo en inglés y lo retribuí. Al soltarme, noté algo duro en la palma de la mano ¡Me había quedado con un dedo postizo! Escuché una ovación. Los ingleses se tiraban al suelo de la risa y nosotros respiramos tranquilos”.
Por su parte, Ardiles, rememoraba: “A mi me dieron la ropa y unos pantalones que parecían para gigantes. Me los puse, me paré y sentí la carcajada de todos. Me dio vergüenza, me senté y esperé que trajeran indumentaria de las divisiones inferiores”. Después, Villa y Ardiles hicieron historia en el fútbol inglés.

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