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Viendo la metamorfosis que se ha producido en el fútbol argentino -y mundial- cuando se festeja un gol, da para que los maduros hinchas muestren sus quejas. Alguna vez Daniel Onega expresó que si en su época de jugador, cuando anotaba un gol se hubiera sacado de encima a algún compañero para ir a gritarlo solo: "En los vestuarios habría cola para querer pegarme un cachetazo".
Al respecto, Víctor Hugo Morales, recordó un cuento corto de Alejandro Dolina que habla de alguien que driblea a diez jugadores, otro viene, la empuja y la mete al gol, y lo festeja abrazándose con todos. Vuelven a la mitad de la cancha y el que la empujó le dice al que hizo la gran jugada: "Bien, che", en una demostración de cierto egoísmo que se produce en ese momento.
Por su parte, Osvaldo Ardiles dijo que "a mí me gusta cuando los jugadores festejan los goles con sus compañeros, no cuando se lo dedican a alguien que no es parte del grupo. El esfuerzo es el de todo el equipo y pienso que tiene que ser festejado entre ellos".
Por último y evocando su maravilloso gol en la final de la Copa del Mundo de 1986, Jorge Burruchaga, expresó: "Cuando lo hice, busqué el rincón porque faltaban tres minutos. Pensé mirar a Dios y agradecerle el momento. Me arrodillé para tomarme un poco de tiempo, y encima llega el ‘Checho’ Batista y se arrodilla conmigo y me dice 'quedémonos acá un rato'. Siempre digo que cuando lo vi venir al ‘Checho’ con su barba a festejar conmigo, fue como si hubiera visto a Jesús que se me acercaba".

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