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“Enfrenté una depresión entre 2005 y 2009, sólo yo sé cuanto sufrí. La muerte de mi padre, en Agosto de 2004, me dejó un vacío enorme, acabé sintiéndome muy solo y me aislé cuando murió. Fue lo peor. Me vi solo, triste y deprimido en Italia, y es cuando empecé a beber. Sólo me sentía feliz bebiendo, todas las noches salía de fiesta, bebía lo que pasaba por delante mío: vino, whisky, vodka, cerveza... mucha cerveza”.
Pero las cosas empeoraron cuando el técnico de ese entonces, Roberto Mancini, ya no ocultaba su enfado por la situación y sus compañeros no sabían cómo ayudarlo: "No había cómo disimularlo, llegaba borracho por la mañana a los entrenamientos, con miedo a perder la hora durmiendo, me presentaba aunque estuviese borracho del todo. Y esto sucedió varias veces, entonces me llevaban a dormir al departamento médico y decían a la prensa que sufría dolores musculares. La dirección del Inter se portó de manera sensacional conmigo y me intentó ayudar de todas formas, pero lógicamente empecé a llevarme mal con Mancini y la situación llegó a ser insoportable. No paraba de beber y tuve que dejar el Inter”.
Así fue como recayó en el San Pablo: “Allí me ayudaron a arreglar mi vida y dar un nuevo rumbo porque estaba perdido. Entendí lo mal rodeado que estaba de amigos, que sólo me llevaban de farra, con mujeres, bebidas y sin pensar en nada. Y entonces la dirección del Sao Paulo me abrió los ojos. Regresé al Inter (finalizada la cesión al San Pablo) porque estaba Mourinho, lo que ocurrió es que cuando me vi en Italia, me sentí solo, sin el apoyo que necesitaba y volví a beber. Recordándolo, tengo hasta pena de Mourinho, quería ayudarme y peleó con la directiva que me quería echar”.
Fue entonces que, ante las presiones de su representante para internarlo, volvió a Brasil: “Volví a la favela de Vila Cruzeiro, donde crecí, y me vi fuerte, confiado cercado de mi familia y de mis verdaderos amigos, esto me hizo volver a ser yo mismo y salir de la depresión. La gente dice que estoy loco cuando renuncié a mi contrato, pero lo que hice fue comprar mi felicidad, no hay millones de euros que compensen haber vuelto a casa”.

(ADRIANO, actual jugador del Clube de Regatas do Flamengo, en recientes declaraciones a la revista brasileña R7)

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