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Tanto cuando estudiaba como después, en medio de todo siempre estaba el fútbol... Ahí (en un "baldío fenómeno") jugábamos a la pelota, y también en la calle. Usábamos los árboles y la pared como portería. Teníamos una pelota de goma que costaba veinte guitas. No había dinero para comprar una de cuarenta, que era un poquito más grande... En el adoquinado, la pelota parecía un ratón. Picaba de un lado para el otro, había que tener un arte extraordinario para jugar al fútbol en la calle. Y en el cordón de la vereda, y en el zaguán, que le pegábamos al zaguán y volvía la pelota, hacíamos de pared... Si no teníamos pelota, agarrábamos una latita de conservas, la abollábamos un poco, la dejábamos medio redonda y jugábamos entre mi hermano y yo si estábamos solos...

(Testimonio de ALFREDO DI STÉFANO en las primeras páginas de su libro "Gracias, vieja", editado por Aguilar y realizado en colaboración con los periodistas españoles Enrique Ortego y Alfredo Relaño)

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