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El ex jugador argentino Juan Carlos Touriño recuerda siempre con cariño y orgullo su llegada en el año Real Madrid. Ante su sorpresa por el gran cambio, lo primero que pensó fue: Un año como suplente y me voy a otro equipo. Incluso fantaseó con casarse en esos días de desocupado. Pero Miguel Muñoz lo puso de titular en lugar de Sanchís, papá del actual jugador del Real, y no le dio descanso.
Sin embargo, a los nueve partidos se lesionó los meniscos de la rodilla derecha. Enseguida, Santiago Bernabéu -entonces presidente del club- fue a visitarlo al hospital y le aconsejó: Aproveche y cásese ahora. Yo le respondí que buscaría una iglesia y él me contestó que ya estaba todo arreglado. Me había programado hasta la luna de miel, en un hotel cinco estrellas de Málaga. Y sin perder tiempo, Graciela Martínez se fue directo a España y desde el aeropuerto, al altar. Ya vuelto a las canchas y con el croata Miljan Miljanic como técnico, protagonizó una escena singular: En una práctica, me frené para vomitar y se acercó para preguntarme por qué no seguía corriendo. Y se despachó con un sermón: En la guerra nosotros vomitábamos corriendo porque si no nos mataban. Lo más hermoso que hay en la vida es hacer lo que a uno le gusta, poniendo todo el esfuerzo. Y encima, a ustedes les pagan. Me dejó pensando un rato largo. ­Menos mal que después me dijo que la había exagerado a propósito! Miljanic era así -sigue Touriño-.
Un día me citó para un entrenamiento y cuando llegué, mis compañeros no estaban. Hoy se entrena usted solo, me dijo. ¿Y la pelota?, le pregunté. No, sin pelota. Quiero que haga todos los movimientos que hace durante un partido. Estuve 20 minutos maquinando que jugaba: desbordé y mandé centros, saqué laterales, pateé tiros libres. Todo sin pelota. Cuando estaba por volverme loco me dijo que era suficiente. De esa manera, el tipo nos fijaba todas nuestras funciones.

(anécdota extraída del diario “Clarín” del 18/03/1999)

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