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En 1949, Peñarol de Montevideo tenía un equipazo. Integraban su plantel gran parte de los jugadores que, al año siguiente, se consagrarían campeones del mundo con la selección de Uruguay, tras al inolvidable "Maracanazo" en el definitorio partido ante Brasil.
En aquél Peñarol estaban figuras de la talla de Obdulio Várela, Míguez, Schiaffino, Gigghia, Máspoli, Davoine y muchos otros.
La campaña de ese equipo resultó brillante, con Obdulio apareciendo como líder.
En el libro "Memorias de la pelota", de Alfredo Etchandy, se rescata una anécdota imperdible, relatada por uno de sus protagonistas, el inolvidable Juan Eduardo Hohberg.
"Antes de mi primer clásico frente a Nacional, Obdulio Várela me hizo sentar a la sombra de un árbol en Los Aromos (lugar de entrenamiento de Peñarol) y me dijo: 'Usted jugó bien en la reserva un clásico, pero no es suficiente. Al hincha hay que demostrarle que uno sirve en partidos como el de hoy. Usted viene jugando muy bien, pero no le alcanza si no rinde hoy. ¿Quién lo va a marcar?'", indicó.
El delantero respondió que Tejera y el capitán continuó: "En los primeros cinco minutos va a tratar de saber quién es usted. Y lo va a buscar. Recibirá el encontronazo y se aguanta. Después yo agarro una pelota y la voy a entregar dividida entre los dos. Usted sabe lo que tiene que hacer". Y allí terminó la conversación.
"En el partido, contaba Hohberg, vino un córner desde la derecha y me doblaron de un golpe. Cuando abro los ojos veo a Obdulio inclinado sobre mí. '¿Qué le dije?', me preguntó.
Al rato agarró una pelota y se fue arrimando por donde yo estaba marcado por Tejera, la tiré rastrera entre los dos. Y supe lo que debía hacer, y lo hice. El fútbol es así, ni me quejo de Tejera ni él se quejó de mí después".
El respeto entre Hohber y Obdulio era tal, que nunca se tutearon.

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