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En la Copa Mundial de 1978 lo había hecho muy bien formando pareja arriba con Roberto Bettega. Pero Bettega ya no estaba, sólo quedaba Rossi. Sinceramente, si hubiera tenido otra alternativa no lo habría convocado. Confiar en su capacidad para readaptarse al ritmo de un torneo tan exigente y en su voluntad de reivindicarse era una apuesta muy arriesgada. Pero yo necesitaba un goleador, un cazagoles en el área, dentro de un registro que se correspondiese con el juego que yo quería desarrollar. Sabía que si no lo llevaba, no tendría ese estilo de jugador de área indispensable en cualquier equipo.
La eclosión tardía de Rossi durante la competición se debió en parte a nuestra preparación física, donde dimos prioridad al fondo en detrimento de la velocidad. Al principio le costó trabajo, pero no dejó de ir a más. En la frontal del área estuvo extraordinario, muy vivo, siempre al acecho de la más mínima falta, metiendo presión constantemente a los defensas. Y eso desembocó en la gloria para él y la selección.

(ENZO BEARZOT, seleccionador italiano en el Mundial de 1982, opinando sobre el héroe de ese torneo, Paolo Rossi)

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