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Aconteció en Beirut. En 1975, poco después de dejar el Santos y poco antes de estrenar en el New York Cosmos, viajé al Líbano para participar en un partido de confraternización. El país era un polvorín, con musulmanes de un lado y cristianos y judíos del otro. Llegué a principios de Abril y jugué con el Nejmeh contra un combinado local. Campeón de Líbano varias veces, el Nejmeh tiene una estrella en el escudo, como el Botafogo, y un uniforme rojinegro, como el Flamengo. Marqué dos goles y hasta actué de portero, sin encajar ni uno. Los dos goles esos no constan en la lista de mis 1.281 goles.
Quien me ayudó a refrescar la memoria de esta historia fue el reportero Régis Rösing (foto), de O'Globo. Me sorprendí, al ver de nuevo fotos del partido. Me emocioné al ver asistir cristianos, musulmanes y judíos divirtiéndose juntos en las gradas y abrazados a Pelé. Recordé de una jugada en que, después de driblar varios jugadores, llegué al área adversario y volví a driblar, y fui homenajeado con gritos de "¡Alá! ¡Alá!".
Días después de dejar el país, la guerra civil estalló en el Líbano. Para Régis, la presencia de Pelé postergó el inicio del conflicto y, consecuentemente, salvo vidas. Quiero creer que haya sido así y que la magia del fútbol haya inspirado muchos niños libaneses a cambiar el fusil por el balón. En un momento en que el mundo sólo habla de guerra, recuerdo una vez más que el deporte habla de paz.

(PELÉ, máxima gloria del fútbol brasileño)

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