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En 1964 fui con la selección a los Juegos Olímpicos de Tokio. Teníamos un equipazo, veníamos agrandados por el título que habíamos ganado en Perú (Preolímpico), pensábamos que podíamos salir campeones y no le ganamos a nadie: Por subestimar a los contrarios, empatamos 1 a 1 con Ghana y perdimos 3 a 2 con Japón. ¡No lo podíamos creer! Nunca olvidé la tristeza de ese vestuario en Tokio y me costó muchísimo sobreponerme a esa decepción, pero esa experiencia me vino bien para mi formación profesional. Aprendí que en el fútbol se puede ganar y perder con cualquiera. Fue la lección más profunda que recibí antes de ser jugador de primera división.
De esos juegos me quedó una anécdota. El fútbol en Japón se jugaba sólo en las escuelas y eran horribles, pero tenían un puntero zurdo que se llamaba Yamamoto que nos dio un baile tremendo a todos. Cuando salíamos de los vestuarios, nos cruzamos con los jugadores japoneses: los mirábamos y no lo podíamos creer...
En eso pasa uno con anteojos. Los cristales eran como culo de botella. Cejas me dijo: "Mirá lo que habremos sido nosotros, que uno de ellos es ciego". Y yo le dije: "¿Vos lo podés creer? Ese tipo de anteojos es Yamamoto".

(extraído del libro "Jugar al fútbol" de Roberto Perfumo, ex jugador de fútbol y psicólogo social, Libros Perfil S.A.)

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