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El misionero Rodolfo Fischer no era un jugador demasiado querido, ni siquiera por sus propios compañeros. Jugando por la Selección Argentina en la Minicopa disputada en Brasil en 1972, el "Heber" Mastrángelo recuerda que “estábamos como los chanchos con los uruguayos, con quienes compartíamos el mismo hotel. Y cuando nos tocó enfrentarnos, como no jugámos prácticamente por nada, les pedimos a los más amigos que reventaran al Lobo”.
El "Pulpa" Etchamendi dio la orden: “Está bien Ubiñas, ejecútelo”. Y el "Peta" Ubiña, un morocho que “cuando te pegaba te dolía todo”, recuerda Mastrángelo, le entró durísimo en tres o cuatro ocasiones. Lo revolcó feo, pero Fischer siempre volvía, resoplando y sin quejarse... La cuarta vez que lo zurró y el otro regresó del revolcón como si nada, el "Peta" bajó los brazos, derrotado. “Es que estaba acostumbrado a pegarles a seres humanos y el Lobo era una bestia”, sentenció Ernesto Mastrángelo.

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