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En ese tiempo yo era muy joven y tomaba demasiado. Fue en Tandil. Recién empezaba y me mandaron a ver un partido que no era central, sobre el final de la liga. Habría diez personas en la cancha. Yo llegué tarde, viniendo de un asado, y bastante entonado. Llegué, miré un poco y le pregunté a uno que estaba ahí: "¿Che, cómo van?" Y me dijo, no recuerdo bien, "2 a 1". "¿Y quién hizo los goles"? "Fulano y Mengano." "¿Y más o menos a los cuántos?" Porque todo era más o menos. Bueno, a los 10, o a los 15; tomé nota y seguí viendo el partido. Entonces hubo luego otro gol, un penal errado, etc. y yo me llevé en el resultado la suma de lo que me había dado el despistado que pasaba por ahí, y los goles que vi después. De modo que suponte que puse "La Movediza batió por 3 a 2 a Gimnasia y Esgrima”. Pero no había sido así: al otro día llaman al diario y dicen "¿Cómo 3 a 2? ¡2 a 2!" 

Hubo un gran lío en el pueblo, y esto lleva a una gran reflexión sobre la credibilidad del periodismo, y sobre todo de lo escrito. En principio no quería decir la verdad: "Sí, llegué borracho y pregunté el resultado". Pero la gente que había estado en el partido que terminó 2 a 2 empezó a dudar si no había sido 3 a 2, como yo había escrito, puesto que esto estaba en el diario. Se tuvo que reunir el Tribunal para discutir el tema. Después citaron al referí, y le decían: Usted se comió un gol". "¿Cómo me voy a comer un gol? decía el referí. Yo estuve corriendo los noventa minutos al lado de los tipos: hubo dos goles de cada lado." Me citaron a mí y al periodista del vespertino, que había robado la nota completa, y los dos declaramos que habíamos visto 2 a 2. De modo que faltó un gol siempre.

Este tipo de anécdotas son ricas para aquello que suelo hacer en los cuentos de fútbol. Como todo el mundo, incluidas las mujeres, conoce la mayoría de las reglas del fútbol, alrededor de eso uno puede crear mundos en los que se mezclan el far west, la conquista del desierto y los partidos de fútbol No es difícil imaginar un partido de fútbol entre las tropas de Roca y una tribu de indios en Choele Choel; Roca juega al arco. Lo estoy inventando en este momento, por ahí lo escribo mañana. Uno supone inmediatamente, con el imaginario popular, al general Roca con la barba, ridículo, con uniforme, tiene que sacarse la espada, y los indios a los que más o menos se les ha explicado: "hay que patear para allá y tratar de meterla en aquel lado”. 

Como ninguna de las dos partes conoce las reglas que nosotros conocemos, esto provoca una suerte de a priori humorístico. Qué se yo: un arquero que se coloca en el área rival y hace un gol con la mano; obviamente ese gol no vale, pero para la lógica del arquero él dice: "Yo estoy en el área, y en el área puedo jugar con la mano”. Y el referí le dice: "En su área". "No, en todas las áreas". Y ya es una asamblea. La idea es sacarlo del contexto "civilizado " en el cual el reglamento se aplica y es conocido por todo el mundo, y se relativiza. Y en esa relativización está la ficción.

(OSVALDO SORIANO, escritor argentino, recordando sus inicios en el periodismo deportivo en el programa “Temas y debates”, de Todo Noticias, conducido por Norma Morandini, 1994.)

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