Tras la disputa de la Copa del Mundo que ganaron los ingleses, Racing conquistó el campeonato de 1966 con un vendaval de fútbol, perdiendo apenas un encuentro y estableciendo una serie invicta de 39 partidos sin derrotas.
Al año siguiente Racing obtuvo la Copa Libertadores de América y también la Intercontinental, con lo que se convirtió en el primer equipo de Argentina en alcanzar la meta máxima de los clubes del mundo.
Pero para que ello sucediera, los muchachos de Pizzuti (DT) debieron superar unas cuantas dificultades, y no solo en el campo de juego.
Ya quedó registrado en el libro de los “Grandes Milagros” aquel viaje que el plantel académico efectuó entre Medellín y Bogotá, en plena disputa de la Libertadores, y que por muy poco no terminó en una tragedia. Allí quedó sellada la suerte de Racing para lo que quedaba del torneo. Perfumo lo recuerda así: “Aquella anécdota se contó mil veces, pero es insuperable. Viajábamos en un DC-4 y nos metimos en el medio de una tormenta. Pasaron cosas graciosas en el medio del cagazo que teníamos todos. Con nosotros venía Anselmo, un chico al que le faltaban las piernas, que era una especie de mascota de los equipos argentinos que iban a jugar a Colombia. Cuando el avión bajó unos 800 o 1000 metros de golpe, Luis Carrizo (arquero suplente de Agustín Mario Cejas), le dijo: “¿Y vos de qué te preocupás? Si nos estrellamos te morís la mitad”.
El “Panadero” Díaz se volvió loco. Empezó a insultar a los dirigentes a los gritos por hacernos viajar en ese avioncito. “Pará loco, que te van a suspender”, le decíamos. ¡Qué carajo me importa si total nos vamos a matar todos!, respondió.
En el medio del desvarío, Juan Carlos Rulli anticipó algo coherente: “Si salimos de esta, somos campeones del mundo”. Y acertó.

(tomado de “La Viruta”, las anécdotas del fútbol argentino, Enrique Escande, 2001)

River debe cobrar más de un millón de dólares de una deuda del Verona de Italia, y mientras tanto nos estamos manejando con recursos genuinos para afrontar los gastos que demanda mantener esta institución River es uno de los pocos clubes que no tiene convocatoria de acreedores, ni pasivo, ni deudas con los proveedores, ni con el plantel, ni con las cargas sociales, ni con el personal. Tenemos, obviamente, algunos problemas operativos que surgen cuando nuestros deudores se atrasan en los pagos, pero siempre pagamos.

(OSVALDO DI CARLO, por entonces Presidente de River Plate, brindando un panorama económico de la institución totalmente distinto al actual, revista "Solo fútbol", 4 de Septiembre de 1989)

Si el "carasucia" en fútbol reclamara un afiche que lo representara, Enrique "El Chueco" García (El poeta de la zurda) se pintaba sólo para tal fin.
Era un jugador travieso, burlón, irónico, despectivo... casi cruel hacia el rival, jocoso y jocundo a la vez, ángel y demonio, admirado por unos y detestado por otros. Sus jugadas era todo genio y sus actitudes puro desafio.


(DIEGO LUCERO, 1901-1999, recordado periodista deportivo uruguayo)

NOTA: Se denomina en Argentina "carasucia" a aquellos jugadores juveniles que muestran desparpajo al debutar en primera división, en clara alusión a los niños que juegan fútbol en los potreros con la cara sucia producto de la tierra que vuela y se pega en sus rostros transpirados.

30 de diciembre de 2008

Los elementos (Francisco Javier Uriz - España)


Con los zapatos pegados al espeso barro

y los 450 gramos de balón convertidos en masa inamovible

una frase histórica me sirvió de excusa:

"No hemos venido a luchar contra los elementos".

¡Y decían que no se aprendían cosas útiles,

que el colegio no servía para nada!


(Mi agradecimiento al Maestro Francisco J. Uriz quien, con toda generosidad, me envió su libro "Un rectángulo de hierba" de donde tomé este poema)

La Federación Peruana de Fútbol pactó con su homóloga de Jamaica un choque amistoso entre las selecciones de ambos países, que se disputó en Noviembre de 2006. El equipo peruano, entonces dirigido por Franco Navarro, fue a Kingston, la capital de ese país, y empató uno a uno con el combinado dueño de casa, con un gol del volante Alexander 'Wally' Sánchez, de José Gálvez de Chimbote.
Lo curioso de este amistoso es que los medios nacionales no se cansaban de repetir que la blanquirroja iba a ir al ¡país centromericano! para completar el último tramo de la preparación en el año, cuando en realidad Jamaica es una isla de las Grandes Antillas, de 240 kilómetros de largo y un máximo de 80 km de ancho, situada en el Mar Caribe. Y está a 630 km del continente centroamericano.


Tú no eres entrenador hasta que no te han echado la primera vez.


(MALCOLM ALLISON, ex entrenador inglés)


Yo siempre tiro a puerta y no sé si la pelota va dentro.

(SALVATORE "Totó" SCHILLACI, ex jugador italiano, goleador del Mundial de Italia 1990)

29 de diciembre de 2008

Mi siglo (Günter Grass - Alemania)


* Fragmento

1903

En Pentecostés comenzó la final, poco después de las cuatro y media. Los de Leipzig habíamos tomado el tren de la noche: nuestro once, tres suplentes, el entrenador y dos señores de la directiva. ¡Nada de coche cama! Claro está que todos, yo también, íbamos en tercera, porque habíamos tenido que reunir penosamente los cuartos para el viaje. Sin embargo, nuestros muchachos se habían echado sin quejarse en los duros bancos, y me ofrecieron, hasta poco antes de Uelzen, un verdadero concierto de ronquidos.

Así llegamos a Altona bastante machacados, pero de buen humor. Como era habitual en otros sitios, también allí nos acogió un campo de maniobras corriente, atravesado incluso por un camino de grava. Las protestas no sirvieron de nada. El señor Behr, árbitro del FC 93 de Altona, había rodeado ya con una maroma aquel terreno de juego arenoso, pero impecable por otros conceptos, y marcado con aserrín, con sus propias manos, las áreas de castigo y la línea central.

El hecho de que nuestros adversarios, los muchachos de Praga, hubieran podido venir se lo debían sólo a los distraídos señores de la directiva del Karlsruher FV, que habían caído en una trampa malévola, creyendo un telegrama engañoso y, por eso, no habían ido a Sajonia para la primera vuelta. De manera que la Federación de Fútbol Alemana, decidiéndose sobre la marcha, envió a la final al DFC de Praga. Por cierto, era la primera que se celebraba, y además con un tiempo espléndido, de forma que el señor Behr pudo cobrar de los casi dos mil espectadores una bonita suma, recogiéndola en un plato de hojalata. Sin embargo, aquellos quinientos marcos escasos no bastaron para cubrir todos los gastos.

Ya al comenzar hubo un contratiempo: antes de sonar el silbato, faltaba el balón. Los praguenses protestaron enseguida. Sin embargo, los espectadores más que insultar se reían. Tanto mayor fue el júbilo cuando, por fin, el cuero estuvo en la línea del centro y nuestro contrincante, con viento y sol a la espalda, hizo el saque inicial.

Pronto estuvieron también ante nuestra puerta, centraron rápidamente desde la izquierda, y sólo a duras penas pudo Raydt, nuestro guardameta, alto como un árbol, salvar a Leipzig de un revés temprano. Aguantábamos, pero los pases llegaban de la derecha con demasiada precisión. Entonces, sin embargo, los praguenses consiguieron, en un amontonamiento ante nuestra zona de castigo, meter un gol, que sólo tras una serie de violentos ataques contra Praga, que tenía en Pick un portero seguro, pudimos igualar antes del medio tiempo.

Después del cambio de campo, nada pudo pararnos.

En apenas cinco minutos, Stany y Riso consiguieron marcar tres goles, después de haber conseguido Friedrich nuestro segundo tanto y Stany, antes aún de la goleada, su primer gol. Es cierto que los de Praga, tras un pase nuestro fallido, pudieron marcar de nuevo, pero entonces -como queda dicho- se acabó lo que se daba y el júbilo fue inmenso. Ni siquiera el eficiente medio Robitsek, que de todas formas cometió una falta grave contra Stany, pudo detener a nuestros hombres. Después de haber advertido el señor Behr al sucio Robi, Riso, poco antes del pitido final, logró el séptimo tanto.

Los praguenses -antes tan elogiados- decepcionaron bastante, especialmente la delantera. Demasiados pases retrasados, demasiado flojos en el área. Luego se dijo que Stany y Riso habían sido los héroes de la jornada. Pero no es cierto. Los once lucharon como un solo hombre, aunque Bruno Stanischewski, al que llamábamos sólo Stany, dio a conocer ya lo que los jugadores de origen polaco han hecho, con el paso de los años, por el fútbol alemán.

Como yo seguí todavía mucho tiempo en la Directiva, en los últimos años como tesorero, y asistía con frecuencia a los partidos fuera de casa, conocí también a Fritz Szepan y a su cuñado Ernst Kuzorra, es decir, la Combinación del Schalke, su gran triunfo, puedo decir sin temor: desde el campeonato de Altona, el fútbol alemán fue cada vez a más, en gran parte gracias a la alegría de juego y la peligrosidad ante la puerta de aquellos polacos germanizados.

Volviendo a Altona: fue un buen partido, aunque no un gran partido. Sin embargo, ya entonces, cuando se consideraba al VFB Leipzig, evidente e indiscutidamente, el campeón alemán, más de un periodista se sintió tentado de calentar su sopita en la cocina de las leyendas.

En cualquier caso, el rumor de que los praguenses se habían ido de juerga la noche anterior en la Reeperbahn de Sant Pauli, y por eso, especialmente en el segundo tiempo, habían estado tan lánguidos en el ataque, resultó una excusa. De su propia mano, el árbitro, señor Behr, me escribió: “¡Ganaron los mejores!”.

El arquero argentino Carlos "El loco" Fenoy, cuando jugaba en Newell's Old Boys de Rosario, durante sus entrenamientos más desganados, se dedicaba a clasificar los balones que le lanzaban sus compañeros en dos grandes grupos: parables e imparables.
No es que se tirara tampoco en busca de detener unos u otros para demostrar que tenía razón, tan solo decía cual hubiera sido el resultado si hubiera tenido ganas de entrenar: "parable", "afuera", "palo", "imparable"... Pero él, ni se movía; solo veía pasar los tiros. Si alguien le reprochaba algo, ponía cara de intelectual, y decía: "Hoy, teoría".

Podés ganar todo el dinero del mundo y nunca ser tan feliz como cuando salís campeón; es lo mejor que puede tener un futbolista como premio a todo eso que no se ve: comerte el frío de la mañana, estar lejos de la familia, etc.

(DANIEL "Rolfi" MONTENEGRO, futbolista argentino)

Me gustaría marcar diez goles esta temporada. El problema es que el competición no me suele dejar toda la temporada.

(VINNIE JONES, ex jugador inglés, célebre por su mal genio dentro y fuera de las canchas)

Juan Román Riquelme (Argentina)


Aquel 24 de Junio de 1978 era todo expectativa en Argentina por un hecho histórico, al día siguiente la Selección Nacional disputaría la final de la Copa del Mundo contra Holanda en el Monumental de River Plate.

En el humilde hogar de la familia Riquelme en el barrio San Jorge, en la ciudad de San Fernando, a esa expectativa se sumaba la inmensa alegría provocada por el nacimiento de un nuevo hijo: Juan Román.

Poco tiempo pasaría para que aquel niño empezara una amistad que perduraría toda la vida. Su amistad con la pelota. Ésta quedaría en evidencia cuando comenzó a destacarse en los potreros defendiendo al club “La Carpita” de Villa Libertad.

Los inicios en el fútbol

Ese niño, habilidoso por demás, que descollaba en aquellos campeonatos barriales, llegó al conocimiento de ojeadores que buscaban jugadores para clubes de Buenos Aires deseosos de nuevas figuras para sus divisiones inferiores.

Argentinos Juniors fue el afortunado, convenció a Román y trasladó la magia hacia La Paternal. Previamente River Plate y Platense lo habían rechazado.

Comienza como suplente en 9ª División, pero a partir de la 8ª División pasa a jugar de titular como volante central, un puesto en el que empezó a desplegar todo su talento pero que le insumía un gran desgaste físico y en el que se sentía desaprovechado.

Juan Román comienza a hacerse un nombre en el fútbol argentino cuando en el verano de 1996 gana, con la selección argentina Sub-18 dirigida por José Pekerman, la Copa Punta del Este. Ese fue su debut absoluto con la selección juvenil.

Deja Argentinos Juniors, Boca lo espera

Carlos Bilardo, tras ese torneo, sugiere al Presidente de Boca Juniors la compra de varios valores de Argentinos Juniors entre los que se hallaba Juan Román.

Una operación sin precedentes en el fútbol argentino estaba en marcha. Boca adquirió al club de La Paternal los pases de los juveniles Fabricio Coloccini, Pablo Islas, César La Paglia, Carlos Marinelli, Emmanuel Ruiz y Juan Román Riquelme en 800.000 dólares como cifra total por los seis jugadores.

En Primera División debuta el 10 de Noviembre de 1996, en un Boca 2 - Unión (Sta. Fe) 0, dos semanas después, Riquelme marca su primer gol en primera ante Huracán.

En 1997 Román se consagra Campeón Sudamericano y Mundial con la seleccion Sub-20, y comienza la consolidación de este volante ofensivo de lujoso manejo del balón e innata repentización.

Luego de los éxitos conseguidos en la Selección Sub-20, Daniel Passarella lo cita a la Selección Mayor para la última fecha de las Eliminatorias del Mundial Francia 98. El partido se disputó en el estadio de Boca Juniors, y Riquelme, con 19 años, ingresó en los últimos minutos del empate 1-1 frente a la Selección Colombia.

Hacia Mayo de 1998, Pekerman volvió a llamarlo, esta vez para para formar parte del Seleccionado Argentino Sub-21 en el torneo “Esperanzas” de Toulón en Francia. Argentina fue campeón, Riquelme disputó los cinco partidos y fue premiado por los organizadores como el Mejor Jugador del Torneo.

Meses después el club italiano Parma ofreció 14 millones dólares por su pase. Román decidió quedarse en Boca. En 1998, con Héctor “Bambino” Veira como técnico, Román vivió sus peores momentos en Boca. Es con la llegada de Carlos Bianchi cuando se convierte en pieza clave y conductor de Boca Juniors, equipo con el que obtiene el Torneo Apertura de ese año.

Mil novecientos noventa y nueve es el año del despegue. Consigue con Boca el Apertura y Clausura de ese año manteniendo una hegemonía tal que logró la marca de 40 partidos consecutivos sin derrotas, récord absoluto para el Fútbol Argentino.

Marcelo Bielsa, por entonces DT de Argentina, lo convoca para jugar la Copa América a jugarse en Paraguay.

En Noviembre de 1999 Román es elegido como el mejor jugador en su puesto y obtiene el "Balón de Oro" del fútbol argentino.

Alcanza su máximo nivel en Boca en los años 2000 y 2001. Líder absoluto del equipo, conquistó el torneo Apertura 2000, las Copas Libertadores en 2000 y 2001 y derrota al poderoso Real Madrid en la final de la Intercontinental 2000 en un partido memorable jugado en Tokio.

El Barça se interesa en él y se lo lleva a España

Son los dirigentes del FC Barcelona quienes ven en ese argentino a un diamante en bruto y un futuro crack para luchar contra el Real Madrid por la supremacía en la Liga española. Sin embargo, el pase no se realiza y Riquelme permaneció en Boca.

En 2002, Román vive sus peores momentos en Argentina, con el secuestro de su hermano y los continuos choques con el Presidente de Boca Juniors, Mauricio Macri, lo llevan a marcharse a Europa. Fue en Agosto de ese año, cuando el FC Barcelona adquiere su pase a Boca Juniors por unos 12 millones de dólares.

No triunfa en su primer año en Europa, el técnico del club, el holandés Louis Van Gaal, lo relegó al banquillo y no le dio ninguna oportunidad de demostrar su clase, haciéndolo jugar en partidos muy comprometidos para el Barcelona que iban camino de una derrota.

En 2003 la llegada del nuevo técnico, Radomir Antic, supuso todo un vuelco. Riquelme gozó de más minutos en cancha y empezó a liderar al equipo. Hermosas asistencias y bonitos goles demuestran su clase, aunque la delicada situación del equipo lleva al entrenador serbio a relegarlo de nuevo al banquillo, apostando por un fútbol defensivo y resultadista.

Su marcha del Barça

En el verano de 2003, la nueva junta directiva presidida por Joan Laporta y el flamante entrenador, Frank Rijkaard revolucionaron el club con el objetivo de recuperar el nivel deportivo.

El fichaje de Ronaldinho causó un excedente de jugadores extracomunitarios, y el cuerpo técnico decidió ceder a Riquelme al Villarreal por dos temporadas. Allí formó dupla de ataque junto al delantero uruguayo Diego Forlán, demostró su gran calidad y se reveló como uno de los mejores jugadores de la Primera División de España, donde logró el récord de asistencias de gol en 2005.

Ese año, Villarreal logró una épica 3ª posición y decidió comprar el 75% de su pase.

Durante la temporada 2005/06, el Villarreal disputa por primera vez en su historia la Liga de Campeones y su actuación fue sorprendente; llegó a las semifinales tras dejar en el camino a equipos de la talla del Manchester United, Benfica, Glasgow Rangers e Inter de Milán, entre otros, pero en esa instancia quedó eliminado por el Arsenal inglés.

En el partido de vuelta, Román tuvo la oportunidad de lograr el empate a través de un penal cobrado en el último minuto, que los hubiera llevado a la prórroga. Sin embargo el disparo de Riquelme fue contenido por el arquero Lehmann. A pesar de esto la gente jamás le reprochó su fallo.

Regreso a un viejo amor

El presidente de Boca Juniors, Mauricio Macri, ofreció la posibilidad de que el club actúe como mediador en el conflicto que continuaba estancado. Solicita que Riquelme sea cedido hasta el 30 de Junio de 2007 y a la vez pagar su salario (U$S 2.000.000) por ese período.

Tanto la directiva del Villarreal como Riquelme aceptan y el 11 de Febrero fue presentado en conferencia de prensa.

El 17 de Febrero de 2007 reaparece luego de casi cinco años en La Bombonera, que lo recibe con el cariño de siempre. Su vuelta, influenciada por una prolongada inactividad, no fue buena: frente a Rosario Central, Boca apenas empató 1-1.

No obstante, su rendimiento fue creciente. Por la fase de grupos de la Copa Libertadores el equipo tuvo buen juego pero los resultados no fueron los ideales, por lo que llego a la última fecha con la necesidad de marcar al menos 4 goles ante el Club Bolívar en cancha de Vélez (debido a que incidentes el año anterior habían dispuesto la suspensión del estadio).

El equipo marcó 7 goles logrando no solo la clasificación sino evitar viajar al exterior ya que la diferencia de gol le permitía enfrentar a Vélez. En octavos de final de la Copa Libertadores marcó 2 goles (uno olímpico) ante Vélez Sársfield (global 4-3) jugando superlativamente y siendo eje del equipo.

En cuartos, tuvo una descollante actuación ante Libertad de Paraguay de visitante marcando un gol aún estando lesionado (global 3-1). El gol fue el primero del partido cuando mejor se defendía el rival.

En semifinales, Boca superó a Cúcuta de Colombia en un partido que se jugo con una visibilidad casi nula debido a la neblina que había aquel día. Riquelme es decisivo en la final contra Gremio.

Previo al partido, Riquelme comenta que sería su último partido en La Bombonera (al menos en esta etapa) y el desenlace no pudo ser mejor. Nuevamente fue figura, Boca gana 3-0 y es despedido con una ovación por todo el público xeneize.

Otra Libertadores al currículum

El 20 de Junio, en el partido final en Porto Alegre, marcó los dos goles en la victoria 2-0. El resultado global fue 5-0 (récord en finales). Boca lograba su sexta Copa Libertadores y la tercera para Román, goleador del equipo con 8 tantos en 11 encuentros.

Como sucediera en 2001, fue elegido el Mejor Jugador de la Final de la Copa Toyota Libertadores. En solo 123 días desde su retorno, recuperó su mejor nivel y sus actuaciones llevaron al seleccionador argentino, Alfio Basile, a tenerlo en cuenta otra vez para la albiceleste, y lo convoca para la Copa América 2007 de Venezuela. Riquelme, totalmente recuperado anímicamente, aceptó volver a la selección.

En Septiembre, Riquelme retorna al Villarreal, pero durante toda la primera vuelta de la Liga Española estuvo apartado del primer equipo por el entrenador chileno Manuel Pellegrini con quien la relación estaba rota.

Román entrenaba con sus compañeros, pero no disputó ni un sólo minuto. Tras extensas negociaciones, retorna a Boca como traspasado, dejando atrás la pesadilla de sus últimos meses en España y en la actualidad disfruta del presente en Boca Juniors en donde es el conductor indiscutido del equipo.

Aunque es acusado por sus detractores de ser un volante de movimientos lentos, nadie puede dudar de que su cerebro siempre está un segundo adelantado al de los demás jugadores.

Riquelme es talento en estado puro, volante con llegada al arco rival, con gol (más de 90 en su carrera) y un sentimiento como bandera: su profundo amor a Boca Juniors, el club que lo hizo ídolo.

Trayectoria

1996-2002: Boca Juniors
2002-2003: FC Barcelona (España)
2003-2007: Villarreal (España)
2007-2009: Boca Juniors

Palmarés

Títulos obtenidos

Boca Juniors
Campeonato argentino: Apertura 1998, Clausura 1999, Apertura 2000, Apertura 2008 y Apertura 2011
Copas Libertadores: 2000, 2001 y 2007
Copa Intercontinental: 2000
Recopa Sudamericana: 2008

Villareal
Copa Intertoto: 2004

Selección Argentina
Sudamericano Sub-20: en Chile (1997)
Mundial Sub-20: en Malasia (1997)
Copa América: Subcampeón en Venezuela (2007)
Campeón Olímpico: Pekín 2008

Distinciones inviduales

* Revelación “Clarín” en Fútbol de Primera División: 1997
* Revelación “Clarín de Oro” al Mejor Deportista del año: 1997
* Mejor Jugador del Torneo Esperanzas de Toulón: 1998
* Olimpia de Plata al Mejor Jugador Argentino de Fútbol: 2000 y 2001
* Premio Consagración “Clarín de Oro”: 2000
* Mejor Jugador de la Final de la Copa “Toyota Libertadores”: 2001 y 2007
* Premio "Consagración Clarín" en Fútbol de Primera División: 2001
* Jugador con Más Arte (Radio Marca): 2005
* Premio “Don Balón” Mejor Extranjero de la Liga Española: 2005
* Balón de Plata “Copa de Confederaciones”: 2005
* Premio "Consagración Clarín" en Fútbol Extranjero: 2005
* Jugador con mayor cantidad de asistencias en el Mundial 2006
* Premio “Fox Sports” Mejor Jugador Sudamericano: 2007



Con su metro setenta y dos de estatura, y, sin embargo, una fuerza de voluntad y un equilibrio corporal capaz de aguantar un amplio catálogo de agresiones físicas, Maradona combinaba la habilidad y la visión de un Pelé con la versatilidad de un Johan Cruyff. Pero Maradona siempre parecía estar más allá de las comparaciones. Desafiaba las categorizaciones con tanta facilidad como rechazaba las exigencias de los presidentes de clubes y la disciplina de los directores técnicos. En ello reside su carisma.
Era la proyección internacional de una exitosa historia argentina lo que ganó para Maradona el aprecio de sus compatriotas. Para ellos, Maradona parecía reparar los múltiples fracasos en su propia historia. Maradona no sólo había dado a los argentinos un sentido de identidad, sino también de evasión. Veían pureza en su juego y lo llamaban poesía.

(fragmento extraído del libro titulado “Maradona, la mano de Dios”, cuyo autor es el británico Jimmy Burns)


No siempre quien entrena mucho juega bien, pero quien no entrena nunca va a actuar bien, a excepción de los genios como Didí.

(TOSTAO, Campeón Mundial en 1970 con Brasil, opinando otro ex internacional de la canarinha)


Sí, da la casualidad que me dicen Ojota y que las iniciales de mi nombre son la O y la J, por Oscar Javier...

(OSCAR JAVIER MORALES, jugador de Nacional de Montevideo, creyendo que su sobrenombre proviene en alusión a la popular ojota o sandalia playera)

25 de diciembre de 2008


Queridos amigos: A TODOS quienes visitaron la página, a los que me endulzaron los oídos con sus elogios, a los que me ayudaron a mejorar con su crítica constructiva, así como a aquellos que colaboraron con cuentos, frases y anécdotas, A TODOS ¡¡MUY FELICES FIESTAS!!
"Los cuentos de la pelota" les desea lo mejor, rodeados de sus seres queridos, y les agradece todo este tiempo juntos en donde ha primado la diversidad de criterios y el respeto a esa diversidad. Muchas Felicidades!!


Un grande abrazo
Totonet

Cuando el fútbol se juega con arbolitos de Navidad (Ariel Scher - Argentina)


Aunque los finales de año lo invitaban más a la fiesta que a la melancolía, el Alto prefería no mentirse. Nunca lo hacía y por eso contaba en el Bar de los Sábados, su reducto de cada semana, que su primer recuerdo navideño era una frustración. Si abría los ojos todavía podía mirar la escena y si los cerraba, también: su padre avanzaba, mitad ansiedad y mitad sonrisa, con un arbolito hundiéndole los dedos, una abuela aplaudía la circunstancia y su madre aseguraba que ahí, en ese rincón, el arbolito estaba perfecto.

Alguien -su padre, su madre, no importaba- se acercaba al Alto y le preguntaba si le gustaba, si lo veía lindo, si lo imaginaba así. El Alto se acordaba de él mismo, un niño, sin contaminaciones, quizás ya alto y, sobre todo, ya futbolero. Y se acordaba, además, de su respuesta, bien de infancia, transparente: "Este me gusta. Y el otro, ¿cuándo lo traen?" Sólo su padre podía entender el sentido de esa contestación de asombros. "El otro": el Alto decía "el otro" porque quería otro arbolito para usarlo de poste, para completar el arco, para patear, para jugar.

Desde entonces, no tuvo a la Navidad vinculada a la frustración, pero sí al fútbol. El fin de la infancia no le interrumpió esa asociación. En la adolescencia soñaba con que las noches del 24 de Diciembre le dejaran dos empeines maestros que lo ayudaran a jugar como un crack o una pelota que a la vista de todos pareciera cualquier pelota, pero que en la intimidad del patio de la casa le susurrara sólo a él que patada o que caricia darle para hacerla volar hasta los ángulos que los arqueros no tapaban.

Acaso porque los cierres de calendario convocan a las confidencias, el Alto reveló en el Bar de los Sábados que el ingreso a la adultez no le alteró las costumbres. Si otros hombres aguardaban mezclar el brindis de las doce con el regalo de un perfume recién recibido o de una camisa con fragancia a amor, él aguardaba en secreto que entre sus obsequios apareciera un tónico para restaurar rodillas gastadas o un manual hasta allí inédito con apuntes para transformarse en buen volante central.

Algunas veces sus deseos habían llegado a buen puerto: en una Nochebuena de lluvias fue destinatario de una sidra que sólo se podía beber durante el grito de un gol, y en otra Nochebuena, pero de ardores, recibió una colección con todos los cuentos de fútbol que escribió Fontanarrosa. Añejada la sidra y relucientes los cuentos, lo acompañaban siempre.

Aquella tarde de confesiones, el Alto partió del Bar de los Sábados un poco más temprano que lo habitual. Las fiebres de Diciembre gobernaban el aire cuando se arrimó hasta un negocio y compró dos arbolitos. Seguro que algún chiquito iba a disfrutarlos, armando un arco de esperanzas y metiéndole goles al mundo, en plena Navidad.
0
Ángel Labruna (foto) fue uno de los personajes más pintorescos de la historia de nuestro fútbol. Jugador excepcional y luego técnico de una visión inigualable para conformar equipos. En ambos casos, un ganador absoluto.
El “Feo” Labruna, era un hombre que sentía un amor inigualable por River, el club donde creció y donde logró los éxitos más resonantes (9 títulos como jugador y 6 como entrenador).
En “La viruta”, libro sobre historias futboleras escrito por el periodista Enrique Escande, se relata una anécdota de Labruna cuando dirigía a Rosario Central, recordada por su hijo Omar: "El River de Didí fue a jugar a Rosario (allí dirigía Labruna). Era un equipo con muchos pibes y recién daba sus primeros pasos en el fútbol Norberto Alonso. El “Beto” jugaba bastante parado, tirado sobre el costado izquierdo, y eso mi viejo no lo soportaba. Se ponía loco. Me acuerdo que se acercó a la línea y empezó a gritarle a Alonso: "¡Nene, corré, que esa camiseta la usé yo durante veinte años! ¡Corré, que esa camiseta la transpiré yo, nene!... ¿Cómo vas a jugar así, parado?...". Mi viejo era un enfermo hincha de River. Durante los años en que dirigió a otros equipos, lo primero que hacia al llegar al vestuario era preguntar el resultado del partido que jugaba River".


Ernesto siempre fue hincha de Rosario Central. “Fuser” (como le decíamos) era centralista por dos razones: una porque nació en Rosario el 14 de Junio de 1928, y dos porque Ernesto era hincha del “Chueco” García (Ernesto, El poeta de la zurda), un wing izquierdo muy bueno que después pasó a Racing, mi equipo.

(ALBERTO GRANADOS, amigo personal y compañero de ruta de Ernesto “Che” Guevara)


El fútbol, un juego en el que cada uno hace daño y en el que todas las naciones tienen su propio estilo de juego, lo que resulta injusto para los extranjeros.

(GEORGE ORWELL, escritor y periodista británico de origen hindú)

24 de diciembre de 2008

De negro (Carlos Ferreira - Argentina)


¡Árbitro!
¡Referí!
¡Cuervo!
¡Turro!
Negro como la muerte que imagino negra.

Largo,
lánguido,
jadeante,
sudoroso,
imprescindible sombra en la que habita el juego.

Hombre de la bolsa,
clérigo de short,
facedor de entuertos,
Diablo y Señor,
tu justicia ofrece infarto y dolor.

Forastero eterno,
detective público,
Supremo Echador,
a diestra y siniestra dos ángeles negros secundan tu misa y tu show.

Aunque no te importe, aunque no me creas,
estar en tu contra me cuesta un montón...
pero con vos no estoy.

Luego de varios intentos por parte de Jorge "Mágico" González para que los dirigentes de Cádiz CF le aumentaran el sueldo, acompañados algunos inclusive con amenazas de regresar a El Salvador, el presidente del club, Manuel de Irigoyen, le ofreció un contrato de cincuenta millones de pesetas por partido (aproximadamente 335.000 dólares) a ser abonado al final de la temporada, pero con una cláusula de que por cada acto de indisciplina que tuviera sería multado con un millón (unos 6.700 dólares); sin embargo dicho acuerdo no fue aceptado por el futbolista: "Porque encima voy a tener que poner dinero de mi bolsillo", admitió en un acto de sinceridad.

Hay que apuntar a los futbolistas que jueguen bien, no a los que corran bien solamente; porque si no nadie hace la diferencia: todos corren los cien metros en once segundos... todos saltan dos metros cincuenta... y así es una pelea muy pareja. Pero son pocos los que inventan un gran pase y tiran un buen centro con precisión.

(JORGE "El Indio" SOLARI, ex jugador y entrenador argentino)


Si Valdano tuviera que dar la orden de abandonar un barco en llamas lo haría con sujeto, verbo y predicado.

(JUAN VILLORO, escritor mexicano)

El cartero gana dos veces


El murmullo rompe las voces de la madrugada, y es extraño. Cualquier otra noche, a esa misma hora, el lobby del hotel estaría en silencio, el sonido del vacío, la nada gritando y aullando, pero no. Ahora hay gente, y mucha. Un hombre de traje charlando con otro hombre de traje, dirigentes bajando las escaleras, algunos recién ingresando al hotel. Hace algunas horas, Peñarol le ha ganado 3-1 a Independiente la segunda final de la Libertadores 65, se repuso del 0-1 en Avellaneda con el tanto de Bernao y habrá desempate en Chile. Pero la victoria es sombría, el misterio ronda Montevideo.

Se los acusa a los uruguayos por un desempeño extraño, una velocidad y una voracidad sospechosas. “Corrían como locos, estaban dopadísimos. Tenían una excitación terrible. Se volvieron nadando a sus casas para calmarse un poco”, le revela a Olé Horacio Sande, hijo de Herminio, presidente de Independiente por aquellos años. Y reconoce que él tampoco vio ni leyó la famosa carta.

Los dirigentes uruguayos no tienen tiempo para celebrar la victoria. Andan preocupados. Les dan charla a los de Independiente, buscan convencerlos para que el desempate no se juegue a las 72 horas, como está estipulado, sino dos días más tarde. “Nos presionaban de todos lados. Vinieron el presidente de Peñarol, periodistas, ¡hasta políticos! Y mi viejo que se hacía el sordo. ‘¿Cómo? Sí, sí, jugamos dentro de tres días’, les decía”, cuenta Sande.

Las crónicas del encuentro denuncian la extrañeza: “Peñarol rompió el esquema de Independiente triturándolo con un demoledor esquema físico donde alternaron, con muy llamativa eficacia, las diagonales, los cambios de ritmo y los piques imparables”, resalta el diario El Mundo. Y la frase queda flotando: “Con muy llamativa eficacia”.

Mientras tanto, los uruguayos se defienden y argumentan otros motivos para la postergación. “Se decía que estaba lesionado el Pepe Sasía, y por eso querían demorar el tercer encuentro. En aquella época, la Copa era fuego contra fuego. Se sacaban todo tipo de ventajas. Peñarol fue una locomotora en el segundo partido, es cierto, pero aquel Independiente también tenía sus leyendas”, tira la piedra Jorge Savia, de El Observador, Uruguay, para luego esconder la mano.

Osvaldo Mura, delantero del campeón, desembucha sin dramas: “Parecían incentivados, pero los tuvimos siempre en un área. ¡En la nuestra, ja! Después quisieron demorar la definición, pero nosotros sabíamos que Herminio, un pulpo, un vivo, no lo permitiría”.

El reloj no se detiene y el tercer partido se acerca. El futuro no encuentra una certeza, una conclusión inexpugnable. Enrique Escande, autor de “La viruta”, libro de anécdotas del fútbol argentino, hurga con su pluma, tinta detectivesca, y observa una luz entre tanta sombra, la bruma ensuciando el presente.

Escribe Escande: “Herminio Sande se comunicó con José Epelboim, que por ese entonces formaba parte de la subcomisión de fútbol, y le encargó una misión fundamental. ‘'Mirá, yo no voy a ir a Chile, pero llevale esta carta a Teófilo Salinas -en aquella época vocal de la Confederación Sudamericana de Fútbol- y decile que se ocupe del tema. Sólo eso. Si lo hace, ganamos nuestra segunda Copa’, explicó el presidente del club rojo”.

Salinas recibe el sobre, desenfunda la carta. Será el único testigo de esas letras. La lectura es pausada, atenta. Enigmática.

El tercer partido se juega en Chile y a las 72 horas. Independiente sacude 4-1 a Peñarol (Acevedo, Bernao, Avallay y Mura) y consigue por segunda vez la Libertadores. "Clarín" observa y escribe lo que mil ojos han observado: “No se podía entender cómo un cuadro (por Peñarol) que vence con cifras mayúsculas al mismo rival (..) podía desmejorar tanto de la noche a la mañana”.

Y la historia encontraba su certeza, una conclusión inexpugnable. Epelboim cumplió con lo suyo y Teófilo Salinas, al año elegido presidente de la CSF, cargo en el que se mantendría durante 20 años, se había salido con la suya. Como el Rojo, que defendió la corona. La estridente música del jolgorio no dejó escuchar cuando la sospecha pidió la palabra.

(artículo del periodista Ignacio Fusco, publicado en diario “Olé” del viernes 17 de Septiembre de 2004)

Un hincha evita un gol en contra de Rosario Central en 1967

Esta historia ocurrió en el año 1967, Rosario Central jugaba contra Independiente Rivadavia de Mendoza.
El arquero rosarino, el Gato Andrada, sale fuera del área... se la tiran de emboquillada... gol seguro... sin jugadores, la pelota enfila hacia el arco...
De repente baja un hincha desde la tribuna, evita el gol y sale jugando...
Sí. Nunca visto.


En el video de abajo el testimonio del protagonista, años después.

¿Usted cree que voy a llegar a un acuerdo con esa gente? ¡Jesucristo!, ni hablar. No les vendería ni un virus.

(Sir ALEX FERGUSON, entrenador del Manchester United, tras la victoria de su equipo por 5 a 3 ante el Gamba Osaka en semifinales del Mundial de Clubes, 18/12/08. Ferguson hace alusión al persistente interés del Real Madrid por Cristiano Ronaldo)


Fue el mejor equipo que he visto. No era el más competitivo, pero jugaba mejor que el de México 70.

(SÓCRATES, centrocampista brasileño, refiriéndose al Brasil de 1982, equipo que él integró)

22 de diciembre de 2008

Arsenio Pastor Erico y las anécdotas de mi viejo (Tomás Müller - Argentina)


Casi todo lo que sé de fútbol se lo debo a lo que me contaba mi viejo, un loco que se sabía de memoria las formaciones de todos los equipos de la Argentina de su época y, como no, era un jugador formidable que fue pasando por muchos de los equipos de mi ciudad e incluso fue tentado por los clásicos rivales de primera A, Rosario Central y Ñuls y los clásicos rivales de Primera B, Argentinos de Rosario y Central Córdoba.

Grande fue mi sorpresa por aquel entonces cuando descubrí que estaba asociado a casi todos los clubes de Rosario (incluso los que no eran específicamente de fútbol). Su explicación fue que él no era fanático de una camiseta sino del fútbol entero.
Así que se iba los sábados a ver a los unos y los domingos a ver a los otros, no se perdía un minuto de pelota y, claro, sabía (y sabe) todo.

Por supuesto que, con el paso del tiempo, le fue sumando a sus anécdotas esa dosis de fantasía necesaria para que se conviertan en leyenda, pero sin alejarlas ni un ápice de la dulzura de las verdades y convengamos en que casi todas eran jugadas que no fueron filmadas y todas, sin excepción, no televisadas. Yo las he ido memorizando y de a poco las saco a relucir. Esta que hace referencia a una gloria del Club Atlético Independiente de Avellaneda, Arsenio Pastor Erico, es una de mis favoritas.

“El paraguayo Erico pegó el brinco y se suspendió en el aire en frente de la pelota, le clavó la mirada bien desde cerquita y estuvo ahí colgando una inmensidad de tiempo. Toda la tribuna (tanto la local como la visitante) estaba muda, inmóvil, estupefacta. Cuando Erico sacudió el cabezazo la pelota salió como una bala, pegó en el travesaño, salió en perpendicular hacia el suelo, rebotó en la línea de cal, volvió a pegar en el travesaño, y otra vez en la línea de cal, y otra vez en el travesaño y así sucesivamente durante unos minutos interminables con el arquero dando manotazos para todos lados, hasta que entró. La tribuna (tanto la local como la visitante) no reaccionó, ni los veintiún jugadores restantes, ni los árbitros; todos quedaron congelados por la magia que conllevan los golazos, tal es así que se escuchó claramente como Erico gritaba el gol con la letra "o" estirada hasta el cansancio y corría como una hormiguita por el pasto verde medio pelado del área chica”.

Mi viejo contaba estas historias acompañando las escenas con la mímica correspondiente y a mi me parecía ver al mismísimo Erico en cámara lenta mucho antes de que naciera la puta televisión.

José María Sánchez Lage se enorgullece de haber sido quien recomendó al Valencia de España la compra de Mario Alberto Kempes, cuando el cordobés era el goleador de Rosario Central, pero también recuerda el debut de quien luego sería el Matador. Y apunta que se produjo en un amistoso y Mario fue un auténtico desastre, a tal punto que en un momento recibió una pelota cerca del banderín del córner, la pisó y se cayó...
La gente lo miraba sin creerlo y recriminaban duramente a las autoridades del club haberlo ido a buscar a la Argentina.
Después, ya lo sabemos, fue un ídolo valenciano.


Es mentira que el fútbol es muy simple. Y también es mentira que cualquiera lo entiende. Ahora... que cualquiera hable de fútbol, eso sí es cierto.

(MARCELO BIELSA, entrenador argentino, 2003)

Me interesa muy poco lo que diga Cruyff.

(LIONEL MESSI, ocupándose del holandés, quien afirmó que el argentino era el culpable de las patadas que recibía porque llevaba mucho tiempo el balón pegado al pie -18/12/08-)

19 de diciembre de 2008

Wilmar Everton Cardaña, número 5 de Peñarol (Roberto Fontanarrosa - Argentina)


Porque yo lo conocí a Cardaña. Y porque lo conocí a Cardaña puedo afirmar que mucho se equivocan aquellos que juzgaron o juzgan al áspero centrehalf peñarolense a través de la imagen recogida en los campos de juego.

Yo sé que es difícil imaginar, suponer, adivinar, una personalidad tierna y sensible escondida tras la carnadura hosca y prepotente del capitán de los aurinegros. Yo entiendo que no es sencillo intuir el gesto amable o la frase cordial en un hombre que hizo del encontronazo cruel, la pierna arriba o el gesto acerbo, una marca personal e indeleble a lo largo de su prolongada campaña. A lo sumo, admito, era factible entrever en él la grandeza, el coraje y una hombría de bien reconocida incluso por aquellos que fueron sus víctimas, encarnizados rivales o detractores.

Pero yo lo conocí a Cardaña y creo que fui uno de los pocos privilegiados que pudo compartir su círculo áulico, cimentado en el respeto mutuo y los afectos sobreentendidos.

Y fue ese respeto, ese sobreentendido, el que me permitió ser testigo de un hecho, de una anécdota, que echa por tierra el equivocado concepto de considerar a Wilmar Everton Cardaña como un mero cacique huraño, un ríspido patrón de la media cancha, temido y evitado por los rivales. ¡Cuántas veces el insulto hiriente, el epíteto injusto, el cántico soez, cayó desde la gradería rival sobre la humanidad generosa de mi amigo! Sin duda alguna, muchos de aquellos que ayer desgranaron los más pesados e injuriosos improperios contra Wilmar Everton Cardaña se sentirán incómodos o arrepentidos al finalizar de leer esta nota que revela la otra cara del ídolo deportivo.

Cuanta nobleza habitaba el pecho inconmensurable de Wilmar! Cuanto valor cívico podía esconderse bajo el glorioso número cinco prendido a la mirasol peñarolense, ya fuera sobre el césped del Estadio Centenario, en cualquier campo de la vecina Buenos Aires, o en la grama misma de tantos y tantos estadios brasileños donde los frágiles y siempre pusilánimes morenos le temían como a una figura mitológica!

No por nada, mi amigo y colega Pablo Aladino Puseya, inolvidable periodista, desaparecido ya, que supo firmar sus columnas en "El tero alerta" de Rocha con el ingenioso pseudónimo de "Banderín de córner", bautizo a Cardaña como "El hombre". Así, a secas, con mayúsculas, porque supo advertir en Cardaña al luchador indoblegable, al deportista cabal de vergüenza invicta, más allá de la circunstancial controversia sobre un puntapié a destiempo o una fractura expuesta. Tiempo después, algún pícaro modificó el apelativo para extenderlo a "El hombre de roble", lo que, en sí, parecía configurar un elogio a la increíble solidez de sus piernas ligeramente chuecas, pero que en verdad escamoteaba la verdadera intención del apodo, que aproximaba a Cardaña a la infame condición de "tronco".

Lo avieso de la maniobra lo certifica el hecho de que esta deformación de su apodo fue adaptada velozmente por los seguidores de Nacional. Y no quedó allí la cosa, porque después de aquel desgraciado incidente con Fanego (el veloz punterito de Huracán Buceo que se destrozara una clavícula contra el alambrado olímpico en un cruce fortuito con Cardaña) parte de un periodismo no propiamente imparcial, paso a llamarlo "El hombre de Neanderthal".

Quisiera que esta anécdota, que puedo contar dado el particular contacto que tuve con el caudillo indiscutible de Peñarol, eche algo de luz sobre la "leyenda negra" que sobre él se derramara desaprensivamente. A mucho tiempo de los hechos, pienso que el mismo Cardaña, refugiado hoy en la paz y el reposo de su hogar en Treinta y Tres, me perdonará que refiera lo ocurrido en circunstancias de aquella histórica final del 54, tema que él, por pudor y humildad, jamás quiso develar.

Puede que el relato aporte también nuevas referencias a los amigos tangueros, ya que lo sucedido en torno a esa final inolvidable fue inmortalizado en un tango que, precisamente, lleva por nombre "La número cinco". La anécdota revelará que el titulo de la pieza se refiere a la casquivana pelota de futbol, y no al número que lucía la camiseta de Wilmar Everton Cardaña sobre sus dorsales, ni al que identificaba (este fue un rumor poco serio y malintencionado) a una damisela aspirante al trono de "Miss Paysandú" y por quien, dicen, suspiraba el inspirado compositor de tangos.

Aquella mañana del 3 de Noviembre de 1954 llegué al hotel Olinto Gallo, donde se alojaba habitualmente el plantel de Peñarol, palpitando encontrarme con un clima de nervios y tensión, acorde con la magnitud del gran encontronazo final con el clásico enemigo de todos los tiempos: Nacional.

Había una efervescencia formidable en Montevideo y los tamboriles de la murga "Los que pelan la chaucha" no habían dejado de atronar el barrio de La Tumba en toda la noche. Sin embargo, me hallé con un grupo de muchachos -jugadores, técnicos y dirigentes- departiendo mansamente luego del desayuno, al parecer olvidados de la proximidad de la justa. Pero esa primera impresión fue efímera. Algún gesto falso, ciertas torpezas en los movimientos, un par de respuestas destempladas o el rechinar penetrante de algunas dentaduras, denotaban el crispamiento interior, el desgarro insoportable de la espera.

Pregunté por Cardaña y me contestaron que el recio capitán se había retirado a su habitación luego de merendar. Subí a su pieza, con la familiaridad que me confería su actitud amistosa hacia mí, y me invitó a pasar con un gruñido. Wilmar Everton Cardaña era hombre de pocas palabras, muy pocas, como todo hombre criado en el campo, entre vacas y animales poco propensos al diálogo. Creo que hasta ese día -y ya llevábamos mas de dos años de amistad-, solo le había contabilizado nueve palabras, monosilábicas en su mayoría. Y vale la pena consignar que más de la mitad de ellas las había gastado en una sola frase, previa a otro partido importante, cuando levantándose imprevistamente de una tertulia, anuncio: "Permiso, voy a ir al baño". Era así, directo, franco, hombre de llamar al pan, pan, y al vino, vino, y no podían esperarse de él frases grandilocuentes o inflamados discursos.

De más está decir que era la tortura de los periodistas radiales quienes, más de una vez, debieron quitarle los auriculares sin haber obtenido de él ni un dato, ni un nombre, ni una fecha. Encontré a un Cardaña taciturno y cariacontecido, cosa que atribuí a la responsabilidad del partido de la tarde. En aquella época no habían proliferado las líneas de ropa deportivas; por lo tanto, en las concentraciones, los players usaban sus propios atuendos a veces de gustos caprichosos o discutibles. Cardaña llevaba puesto un saco marrón, colocado al revés, o sea, con la pechera sobre la espalda, lo que lo hacía parecer sujeto por un chaleco de fuerza.

-Es por el pecho- me dijo, señalándose el cuello.

Yo sabía que sufría de severas anginas de pecho. El cigarrillo -aquellos cigarritos negros "Barbudas", de la época, que solía lucir detrás de la oreja durante los partidos- le había instalado una tos seca en el pulmón derecho y una tos convulsa en el izquierdo. Parecía mentira que un hombre que fumaba como él, casi siete etiquetas por día, pudiese tener ese despliegue incesante y depredador en el campo de juego. ¡Cuántos jugadores de hoy en día, con los tan mentados y publicitados sistemas de entrenamiento, dietas especiales y cuidados dignos de una odalisca quisieran poseer aquella inagotable capacidad física que acreditaba Cardaña, aún considerando sus excesos y descuidos! ¡Cuántos de los señoritos de hoy en día, atentos siempre a sus peinados y manicuras, se hubieran atrevido a mostrarse a la prensa en saco de calle vuelto del revés, camiseta musculosa debajo y pantalón pijama, sin temor a ser el hazmerreir o al escarnio!

En la misma habitación de Cardaña estaba Nelson Amadeus Farragudo, aquel implacable marcador de punta, el del gol agónico al Wanderers en el 49, de sombrero de fieltro sobre los ojos, tomando mate. Le decían "El Buitre" Farragudo, no solo por la nauseabunda peladura de su cuello, sino porque, cual la conocida ave carroñera, era quien caía sobre los restos de las víctimas de Cardaña, cuando éste recibía a los delanteros rivales por el medio de la cancha. Por la mustia actitud de Farragudo -mitigaba el sonido del mate cubriéndose la cabeza con una toalla- comprendí que algo no andaba bien en mi amigo, su compañero de pieza, el legendario centrehalf peñarolense.

Por si no lo he dicho, Wilson Everton Cardaña tenía una cara de rasgos grandes, muy marcados. Las cejas, negras y pobladas, se juntaban sobre el puente de la nariz. Los ojos, sin ser bellos, eran saltones y parecían querer fugarse por debajo de unos párpados gruesos, de piel porosa como la de los citrus. La nariz era prominente, larga, carnosa, de aletas amplias. La boca se abultaba bajo el bigote generoso y se alargaba hacia los costados, pareciendo que las comisuras profundas podían alcanzar los peludos lóbulos de las orejas, también enormes. Entre estos lóbulos y la boca, sin embargo, se interponían dos ondonadas como tajos, arrancando desde los pómulos protuberantes para bajar y delimitar con claridad el mentón avanzado y desafiante.

Daba la impresión de que uno podía tomar esa porción inferior de la cara, por aquellos surcos que partían de las mejillas, y quitarla de allí, como si fuese un aditamento plástico removible. Había en ese rostro algo perturbador y obsceno pero, al mismo tiempo, sobrecogedor. Era como contemplar un fiordo inmemorial, un precipicio de roca desnuda, el magma primigenio. Era asomarse al inicio de la naturaleza. Y ese rostro, aquel día, estaba transfigurado.

Consciente Cardaña de que yo había percibido ese clima extraño y dislocado, fue hasta una cómoda y saco algo de uno de los cajones. Pronto se me acerco con la facilidad que le daba nuestra confianza mutua, y me extendió una hoja de papel azul.

-Es una carta- me aclaró.

Leí la carta y, en ella, con una letra despareja, salpicada de errores ortográficos, decía: "Soy casi un niño y, desde hace mucho tiempo, me hallo encerrado en una oscura sala del Hospital Muñoz. Padezco de un mal ireversible y, por eso mismo, no estaré el domingo en el estadio para alentar al glorioso Peñarol. Si no es mucho pedir, me haría muy feliz tener en mis manos la pelota con que se juegue el encuentro, firmada por todo el plantel mirasol. Si es necesario pagar, adjúnteme la factura, que abonaré gustoso con dinero que he ahorrado privándome de la medicación. Suyo, José Petunio Invenianto, cama 747."

Confieso que terminé de leer aquella carta con los ojos nublados por el llanto. ¿Cuántos purretes de hoy en día, deslumbrados por el artificio de la tecnología y la banalidad de la computación, serían capaces de solicitar a su ídolo deportivo el humilde y significativo obsequio de una pelota? ¿Cuántos niños de la actualidad, engañados por la urgencia de una sociedad que no sabe de la pausa para la charla amable o la reflexión, tendrían la delicada paciencia de solicitar la pelota para "después" del partido y no para "antes" del mismo, con todos los inconvenientes que esa voracidad podría provocar en la popular justa?

Pero mi sorpresa fue inmensa y total cuando alcé los ojos. Allí, delante mío, Wilson Everton Cardaña, "El hombre", "El Capitán invicto", "El hacha" Cardaña estaba llorando. Aquel que hiciera callar de un solo chistido a 150.000 brasileños aterrados en el estadio Pacaembú, cuando la final de la Copa Roca. Aquel que se bajo los pantaloncitos y el calzoncillo punzó para mostrar sus testículos velludos, uruguayos y celestes a la Reina Isabel en el mismísimo estadio de Wembley. ¡Aquel que ya a los ocho años quebrara en tres partes el tabique nasal a su profesora de música en la escuelita sanducense... estaba llorando! Esta cartita escrita sobre el burdo papel azul por aquel botija preso en la fría sala del Hospital Muñoz había hecho el milagro de ablandar el corazón, en apariencia fiero, del granítico centrehalf de Peñarol y la selección uruguaya.

No abundaré en detalles ni cederé a la tentación periodística de recordar los avatares de aquel partido memorable que termino con el resultado por todos conocido. Calle la historia por mi presenciada en la habitación de Cardaña, por pudor y por prudencia, consciente de que no saldría de mis labios ese relato, como así tampoco de los del "Buitre" Farragudo, austero en su vocabulario como en su manejo del balón.

El lunes, al día siguiente del encuentro, acudí al Hospital Marcelo Muñoz, a ser testigo del final de la historia. Esperaba hallar allí tan solo a Cardaña pero cuán grande sería mi sorpresa al ver a las puertas de nosocomio el plantel íntegro de Peñarol, algunos aún con la camiseta puesta bajo el saco, deseosos de cumplir con el pedido postal. Y lo increíble, lo conmovedor, es que no se habían reunido allí por un acuerdo previo o concertado.

Uno a uno, por su propia cuenta, con la misma coordinación que ponían en el campo de juego para implementar la ley del off-side o presionar a un juez de línea, habían llegado hasta el Muñoz para acompañar al capitán en la entrega del preciado regalo. ¿Cuántos planteles de la actualidad, ahítos de dinero y fama fácil, serían capaces de repetir aquella escena, aquella convocatoria, llevada a cabo por hombres simples y cabales, deportistas que no conocían los devaneos en torno a contratos fabulosos ni los desplantes exigentes por unas cuantas monedas de oro, antes de comenzar algún encuentro?

Y entonces fue el sinceramiento. Ante esa presencia masiva y espontanea, frente a tanta humanidad enternecida, Wilson Everton Cardaña no aguantó más y lloró como una criatura. Lo seguí yo y luego el plantel. Lloramos abrazados sin avergonzarnos.

(cuento publicado en el libro “El mayor de mis defectos y otros cuentos”, 1990, Editorial de la Flor)


En 1969 cuando Alfredo Di Stéfano era entrenador de Boca Juniors concertó a modo de práctica un partido de visitante frente a un equipo que cuando se lo anunció a los jugadores "el Chango" Ignacio Peña le entendió "Milan" y estaba tan entusiasmado que sus compañeros no le quisieron aclarar nada.
Al otro día, todo contento, se apareció en la concentración con una maleta gigante y dos bolsos listo para partir rumbo al aeropuerto de Ezeiza. Todos mudos, como si nada. Se subieron al ómnibus para ir a jugar el partido y nadie le dijo nada hasta que por poco se desmayó al ver que se bajaron en Merlo, en la puerta de la cancha del club Midland.



Preferiría ver un partido de hockey sobre hielo antes que un partido del Wimbledon. Y añado que odio el hóckey.

(JOHN BOND, ex futbolista y entrenador inglés)


Lo que debe prohibirse es la incultura.

(JORGE BROWN, legendario defensor de Alumni, en respuesta a un legislador que había propuesto prohibir el fútbol tras la muerte de un niño en cancha de Lanús, alcanzado por una bala policial, en la década del 30)

Fútbol y alcohol: un binomio peligroso


El fútbol británico está salpicado de continuos casos en los que el alcohol se entromete en la vida de sus futbolistas y clubes, con altercados que salpican lo deportivo y en ocasiones llegan a los Tribunales.

Los escándalos protagonizados por el inglés Paul Gascoigne, detenido recientemente en un hotel de Newcastle en estado ebrio, o las sonadas juergas a las que son tan dados los futbolistas británicos corroboran que el peligroso binomio fútbol-alcohol continúa, en este país, siendo carnaza de tabloides.

Tal y como confirman las estadísticas, además de ser la cuna del balompié, Reino Unido es, también, un estado que adolece de un serio problema con la bebida (o "binge drinking", como lo llaman allí).

La lista de jugadores profesionales

-véase: joven con éxito, fama, abultado talonario y demasiado tiempo libre- enredados en este tipo de episodios es generosa. La prensa sensacionalista se recrea en las miserias disciplinarias de los Joey Barton (Newcastle United) y los Johnny Evans (Manchester United) del fútbol inglés.

El "tercer tiempo", término de la jerga del rugby y extrapolado al fútbol, alude a la costumbre de ingerir unas cuantas copas al término de cada partido, ha traído más de un disgusto a nombres laureados de este país. El francés Arsène Wenger, técnico del Arsenal, se encontró con un panorama descorazonador cuando asumió las riendas del equipo en 1996: reglas laxas y nada menos que dos futbolistas, Tony Adams y Paul Merson, enganchados a la botella. El último admitía que las "presiones" que acarreaba su estilo de vida le empujaron a esa espiral incontrolable. Ni corto ni perezoso, el "Profesor" erradicó de cuajo los malos hábitos del calendario.

El periodista de Fifa.com Simon Hart observa que “el jugador inglés medio, pese a toda su fortuna, no deja de ser un joven más que se comporta como tal”. Aporta un sinfín de ejemplos: la selección de Inglaterra de la Eurocopa de 1996 se dejó fotografiar en actitudes menos que decorosas en Hong Kong; o las celebraciones ‘a lo grande’ de un "Gazza" que festejaba su famoso gol contra Escocia con ríos de alcohol.

También el Liverpool ganador de los años 80 con Robinson y Sammy Lee era conocido por sus escarceos frecuentes con la botella; y el Manchester United, al arrancar su racha demoledora bajo la tutela de Alex Ferguson a comienzos de los 90, protagonizó capítulos similares de la mano de "joyas" como Bryan Robson o, en menor escala, quizá, de Roy Keane. Ese mismo equipo volvía a saltar a las páginas amarillistas estas Navidades por idénticos motivos.

La lista de borrachos ilustres de este deporte es, pues, amplia. En sus últimos años de vida, el entrenador Brian Clough, que llevó al Nottingham Forest a ganar dos Copas de Europa, fue víctima de una cierta y preocupante adicción. Es bien sabido que el técnico animaba a sus jugadores a tomarse una copa antes de los partidos para "relajarse" y él mismo tuvo que lidiar con su particular batalla aunque jamás lo tildaran oficialmente de alcohólico.

Hart recuerda que antes de que ese equipo se enfrentara al Liverpool en la Copa de Europa en 1978, los jugadores del Forest habían bebido vino en abundancia para poder "echar la siesta". Y dato curioso: en los vestuarios del Forest se podía encontrar siempre una botella de brandy.

En este marco, es inevitable la mención de una leyenda del fútbol de los 60, George Best, ex del United y de la selección de Irlanda del Norte en 37 ocasiones. Natural de Belfast, a día de hoy, ningún norirlandés se acerca, ni de lejos, al apodado "quinto beatle". Amante confeso de una buena juerga, una de sus frases más recordadas decía: "En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida".

En esta misma línea se movió Gazza, notable en el terreno de juego pero envuelto en episodios turbios, el último ocurrido la pasada semana en un hotel inglés, en el que el ex del Newcastle United o del Tottenham Hotspur era detenido en aplicación de la ley de salud mental por su comportamiento "inestable y errático".

La lista sería interminable. Aún suena en la memoria nacional el delantero centro del Newcastle y del Arsenal Malcolm McDonald, un grande de Inglaterra que pasó varias temporadas en clínicas de desintoxicación y quien fue encontrado en el 98 en estado comatoso, rodeado de botellas vacías de whisky en una pensión del noreste de Inglaterra. En aquel momento, fue la federación de fútbol inglesa la que afrontó los costes del centro médico.

Jimmy Greaves, otro icono de los 60, Alan Hudson, Rodney Marsh y Frank Worthington, en los 70 -tan laureados por sus triunfos en el campo como por el colorín extradeportivo de sus vidas-, Paul McGrath, un brillante defensa del Manchester United, Aston Villa y la selección de Irlanda de los años 80, que culpó de su caída en la alcoholemia a su deseo de "encajar" con el resto de la plantilla, se suman a la lista.

Escocia no se queda atrás, con Jim Baxter, uno de sus mejores jugadores, amante de las salidas nocturnas, las borracheras y la afición al juego; o con Frank McAvennie, con coqueteos con la cocaína y la delincuencia, hasta acabar en prisión.

(artículo de la agencia EFE -Londres- del viernes 29 de Febrero de 2008)


Hay un famoso episodio que tuvo como protagonista al ex Beatle John Lennon. En la cumbre de su fama, y con todo el talento que Dios le regaló, Lennon se fue a Tokio con su mujer, Yoko Ono. Pero dio severas instrucciones a su empresario: quería que su visita fuera lo más secreta posible a fin de disfrutar de la libertad de ir y venir en paz en tierras niponas.
Pero apenas había puesto el pie fuera del avión, llegó el susto: admiradores de todas edades, reporteros, fotógrafos, policías, curiosos se amontonaban en el aeropuerto de Tokio, con los ojos pegados al avión.
Atónito, el empresario de John Lennon se fue averiguar lo que pasaba y volvió, relajado, el aire suficiente.
- No, no, puedes quedarte tranquilo, nada que ver contigo. Hay en nuestro avión un tipo que espera el Japón entero.
El personaje en cuestión era Pelé.

El fútbol siempre me ha gustado porque es una pasión y yo siempre he sido hombre de pasiones. El fútbol me atrajo hasta con cierta clase de delirio. Porque basta con ver un buen partido para apreciar la belleza de este deporte. Hay momentos en el fútbol, que se asemejan a pasos de ballet por la armonía de sus movimientos, por la sensibilidad y por el ritmo.

(ERNESTO SÁBATO, escritor argentino, diario “El Colombiano”, Medellín -Colombia-, 22 de Febrero de 1998)


Vendan el Arco de Triunfo o la Torre Eiffel, pero no vendan a Ben Barek.

(Un periodista parisino, en 1948, ante la anunciada compra del jugador marroquí del Stade Français Paris por el Atlético de Madrid)