7 de abril de 2008

El de buzo es don Osvaldo (Osvaldo Alfredo Wehbe - Argentina)


Hola, don Osvaldo, van veinte años. Se pasa el tiempo. Siempre con el buzo de entrenador puesto. Qué fenómeno. ¿Así que tiene a su cargo un equipo por allá? Yo no sé bien dónde es allá, pero me late que es un lugar donde va la gente muy buena. Como usted. Me dijeron que hay un angelito de alas cortas que va muy bien al primer palo en los corners. Y también sé, porque si bien no está escrito, está claro que Eduardo Manera trabaja a su lado.

Veinte años, don Osvaldo Zubeldía. Recuerdo que salía con unos amigos de una playa en Punta Mogotes y en la radio del viejo 1500 dijeron que usted había sufrido un paro cardíaco, en una reunión hípica en Colombia. Era el 17 de Enero del 82. Cuando usted tenía 54 años y ya los muchachos, Carlos Bilardo, el mismo Manera, iban a sacar campeón a Estudiantes. A ese pincharrata que le debe tantas alegrías y en cuyo ambiente su nombre es sagrado.

Don Osvaldo... me voy a permitir contarle a los más pibes y recordarles a los otros, algo de su vida futbolera. Saben ustedes, Osvaldo Zubeldía era entreala izquierdo. Nació en Junín y allí jugó hasta que lo descubrió Vélez. Se lo llevó y en la primera temporada adquirió notoriedad por convertirle tres goles a Amadeo Raúl Carrizo. Corría 1949. Jugó en el Fortín hasta el 55, siendo subcampeón en el 53. Pasó a Boca entre el 56 y 57 y luego a Atlanta en el 58 y 59. Se retiró en el ascenso en Banfield en 1960.

Esa fue la carrera como jugador de Osvaldo Zubeldía, quien trascendió a extremos brillantes como director técnico, iniciado en el cuerpo técnico de Atlanta junto a Améndola y Mogilevsky; hizo el curso de entrenador junto con Argentino Geronazzo, asesoraron a Benicio Acosta en Banfield, fueron contratados por Vélez en el 64 y al año siguiente Estudiantes de La Plata. Allí la historia es más conocida, fantásticamente conocida. Arranque para zafar del descenso y luego todos los triunfos, locales e internacionales, un torneo de AFA, tres Libertadores, una Intercontinental y una Interamericana. Le quedó tiempo en el 74 para ser campeón con San Lorenzo en el Nacional.

Más o menos así es la historia de don Osvaldo Zubeldía. Gracias a usted por permitirme contársela y perdón, don Osvaldo, por ser tan sucinto en narrar una historia enorme y grandiosa, feliz y emocionante. Una historia conmovedora por donde se la mire y se la escuche. Los choques sudamericanos con Palmeiras, con el Nacional; los inolvidables ante Racing e Independiente en campeonatos de acá y copas, que si uno estaba en la tribuna terminaba raspado y magullado.

Don Osvaldo señor. Respetado por el mundo fuera de la cancha, amado por sus dirigidos dentro. Sabedores, intuitivos que se trataba de un adelantado que no satisfacía los intereses de los grandes medios. Cómo era eso de ganar todo con Estudiantes en detrimento de Boca, River y los demás. Por eso lo del antifútbol, lo de la violencia como bandera, todo el vilipendio contra el pincha de Zubeldía, que no era un equipo de blanditos, pero que no era más terrible que el resto.

Y ahora pasaron veinte años, Don Osvaldo. Cuando se fue una tarde en Medellín, en los tiempos que dirigía a Nacional. Cualquier relación, de Medellín, Gardel y su figura como técnico es un juego de palabras, una tentación periodística. Y allí está usted, don Osvaldo, con el buzo puesto, dirigiendo, repitiendo jugadas, guiñando el ojo a sus jugadores que saben que sacarán ventajas de las permitidas en el partido contra la selección de las otras nubes. “Miren que para ellos juega el arcángel rosado, que es zurdo y la hace de goma... vos, angelito negro, vas a ir encima de él”.

Y fíjese, don Osvaldo, perdone otra vez, ahora por la distracción en el entrenamiento; mire a la tribunita chica, ese señor pelado, medio grandote y gordo, ese silencioso hincha, ese que parece cantar aún sin alpiste, que no siempre abrió el cajón de su propio respeto, ese que me decía que no hay salvación si no es con todos, todas esas frases que Paxi Andión le tiró a su padre en una bellísima canción; bueno, ese don Osvaldo es mi viejo.

Como yo sé que él no se va a acercar a saludarlo, por no ser inoportuno, le doy yo las gracias por haberle causado tanta felicidad en vida. Esa necesaria pizca que les da el fútbol a los laburantes. Sólo que en el caso de papá fue inesperado. El se hizo de Estudiantes en los años 30 y se resignó a las alegrías esporádicas y espasmódicas. Pero resulta que llegó usted y le cambió la escenografía de hincha.

Disculpe la interrupción maestro, siga laburando. Veinte años sin usted son muchos. Seguro que el llamado prematuro del cielo nos privó de algunas cosas relevantes. Pero no importa, no es cuestión de pretender tanto. Con haberlo tenido ese buen rato es más que suficiente.

Ahí sigue la práctica. El de buzo es don Osvaldo Zubeldía. Y el de los ojos brillantes de asombro en la tribunita, es Alfredo. Mi papá pincharrata.

(Mi agradecimiento para el excelente relator y generoso ser humano, maestro de relatores, Osvaldo Whebe, quien me autorizó a publicar este cuento escrito con motivo del 20º aniversario del fallecimiento de Osvaldo Zubeldía, gestor de aquel Estudiantes Campeón del Mundo en 1968)

2 comentarios:

  1. JEJE Q HISTORIA

    BIEN CONTADA ME GUSTO

    SALUDOS PASATE

    www.el-balon-europeo.blogspot.com

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  2. Emociona leerlo gracias por todo querido turco

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